La naturaleza ha sido un tema central y constante en el grabado japonés, desde sus orígenes hasta la actualidad. En sus primeras etapas, influenciados por la pintura china, los artistas japoneses representaban paisajes idealizados, a menudo cargados de elementos simbólicos y con una perspectiva aérea. La serena belleza de montañas, ríos y árboles se capturaba mediante líneas elegantes y una sutil gradación de tonos, buscando así transmitir una armonía cósmica y resaltar la grandeza del mundo natural. Estas representaciones no solo cumplían una función estética, sino que reflejaban además los conceptos de filosofías como el taoísmo y el budismo zen, en las que se enfatizaba la conexión intrínseca entre el ser humano y la naturaleza.
Vida y naturaleza en el ukiyo-e
Con el auge del ukiyo-e durante el período Edo (1603-1868), la representación de la naturaleza experimentó una diversificación notable. Aunque los paisajes seguían siendo populares, artistas como Hokusai y Hiroshige llevaron el género a nuevas alturas. Sus famosas series Treinta y seis vistas del monte Fuji y Cien famosas vistas de Edo, respectivamente, no solo capturaban lugares específicos con una observación minuciosa de su apariencia, sino que también lograban plasmar la atmósfera cambiante de las estaciones, el clima y la interacción de la vida cotidiana con el entorno natural. Se prestaba especial atención a los detalles, desde la textura de las rocas hasta el movimiento del agua y la delicadeza de las flores, utilizando colores vibrantes y composiciones dinámicas.
A finales del siglo XIX y principios del XX, con la influencia del arte occidental, surgieron movimientos como el shin-hanga (“nuevas estampas”), que adoptaba técnicas y perspectivas occidentales pero continuaba mostrando una profunda reverencia por la belleza natural de Japón. Estos artistas se enfocaron en crear imágenes líricas y evocadoras de paisajes, flores, aves y escenas de la vida campestre, a menudo imbuídas de una sensación de nostalgia por el Japón tradicional. Este período marcó una síntesis entre el estilo clásico del grabado japonés y las nuevas sensibilidades artísticas, manteniendo la naturaleza como una fuente inagotable de inspiración.
Paisajistas del movimiento shin-hanga
Un nombre relevante de esta etapa es Tsuchiya Koitsu (1870-1949). Aunque aprendió las técnicas del ukiyo-e de su maestro Kobayashi Kiyochika a finales del siglo XIX, fue en la primera mitad del siglo XX cuando su carrera floreció. Koitsu es considerado un puente entre el ukiyo-e y el movimiento shin-hanga. Se lo reconoce por sus evocadoras representaciones de paisajes, impregnados de una atmósfera melancólica o serena. Sus grabados captan la belleza y el dinamismo de la naturaleza a lo largo del año y en distintos momentos del día, con una sensibilidad particular hacia el sutil juego la luz y la sombra.
Otro artista digno de mención, aunque más asociado con el shin-hanga, es Ohara Koson (1877-1945). Inicialmente, Koson trabajó en el estilo ukiyo-e, produciendo numerosas impresiones de pájaros y flores (kachō-ga). Sin embargo, a principios del siglo XX, se unió al movimiento shin-hanga, donde continuó explorando temas de la naturaleza aunque con un enfoque más naturalista, influido por las tendencias occidentales. Sus grabados de animales, aves e insectos son muy apreciados por la precisión de los trazos y su belleza decorativa.
Uno de los artistas más destacados del movimiento shin-hanga, y probablemente el mejor paisajista de esa etapa, es Kawase Hasui (1883-1957). Conocido por sus impresionantes vistas de las ciudades y los campos del Japón en su tránsito a la modernidad, Hasui logró capturar como pocos la serenidad del ambiente natural con una atmósfera tranquila y melancólica. A menudo, sus obras muestran escenarios nocturnos o paisajes bajo la lluvia, lo que le otorga una calidad única. Su estilo combina la precisión del grabado japonés tradicional con la sutileza de las técnicas modernas de iluminación. Fue también un maestro en el uso del color, y sus estampas de entornos urbanos y rurales reflejan la profunda conexión entre el ser humano y la naturaleza.
Dentro de la misma generación de Hasui, Shiro Kasamatsu (1898-1991) también se destacó en el ámbito del shin-hanga, tanto por sus paisajes naturales como urbanos. Su obra a menudo se centra en los cambios de las estaciones, y sus composiciones dejan ver un excepcional dominio de la perspectiva y el color. Kasamatsu, al igual que Hasui, fue un maestro en reflejar los cambios cíclicos de la naturaleza, con particular atención al efecto emotivo de las sombras.
Cambio, permanencia e influencia de un estilo
El período de transición entre el ukiyo-e y el shin-hanga, junto con la incorporación de elementos de la pintura occidental, permitió a los artistas japoneses seguir explorando la naturaleza de formas innovadoras al tiempo que dejar testimonio de las grandes transformaciones que vivía el país. Aunque la técnica y el estilo cambiaron, el respeto y la admiración por la belleza natural de Japón siguieron siendo un hilo conductor en todas sus obras.
El ukiyo-e es hoy una de las expresiones artísticas japonesas más universales. A pesar de su ya larga historia, sigue siendo un camino creativo lleno de vitalidad, como lo son también el teatro no y el haiku.
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