La Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) ha roto el silencio tras la expulsión de la académica Alina Bárbara López y la posterior renuncia del humorista y escritor Jorge Fernández Era. Y lo ha hecho con una declaración cargada de la retórica empleada hasta el cansancio, en donde el Gobierno cubano y sus organizaciones acólitas acusan a las voces críticas de ser “cobardes” y de someterse al "imperialismo".
En un comunicado, publicado en el diario Granma, vocero principal del régimen comunista, la gremial oficialista se ha escudado en un discurso vacío, de patriotismo y lealtad revolucionaria, para defender los intereses del poder político.
Sin mencionar en ningún momento a López Hernández y a Fernández Era, la UNEAC en su respuesta asegura que los artistas e intelectuales cubanos gozan de “libertad individual para crear, para opinar, para pensar” y que esa libertad ha sido “gracias a la Revolución”. Sin embargo, el historial represivo de la organización es largo y los casos de estos intelectuales no son los primeros, ni serán los últimos.
Su postura confirma lo que Fernádez Era sentenció en su carta pública de renuncia: la UNEAC se ha erigido como una fuerza paramilitar “al servicio de los dictadores de turno”. Cómplice de la represión cultural y política, opta por tachar de "colonizados" a aquellos que simplemente buscan ejercer sus derechos constitucionales.