ÍNDICE
- ¿Qué es el "Curso Délfico" de José Lezama Lima?
- La Biblioteca humana
- Estructura o etapas del Curso Délfico
- Concepción de Lezama sobre la Literatura y la Lectura
- Biografía de José Lezama Lima
- ¿Qué dijo Lezama Lima acerca de su Curso Délfico?
- ¿Qué han dicho otros escritores y críticos sobre el Curso Délfico?
- La lista del Curso Délfico: autores y libros
- Conclusión
¿Qué es el "Curso Délfico" de José Lezama Lima?
El llamado Curso Délfico fue una especie de programa personal de lecturas literarias fundamentales, elaborado y transmitido informalmente por José Lezama Lima (1910–1976), poeta, narrador y ensayista cubano. Se trataba de una guía estética, espiritual y poética del conocimiento universal, basada en una selección de obras y autores que Lezama consideraba esenciales para la formación de un espíritu creador.
El adjetivo "délfico" remite a Delfos, lugar del oráculo de Apolo en la Grecia antigua, símbolo de la sabiduría enigmática, la revelación poética y el conocimiento oracular. Con esta denominación, Lezama alude a la naturaleza iniciática, sagrada y poética del recorrido literario que propone, no como método académico sino como un viaje simbólico a través de obras maestras que revelan distintas formas de imaginar el mundo.
En entrevista con Ciro Bianchi, Lezama reveló que se había inspirado en una frase del oráculo de Delfos: “Lo bello es lo más justo, la salud lo mejor, obtener lo que se ama es la más dulce prenda”. (Así hablaba Lezama Lima. Entrevistas. La Habana: Instituto Cubano del Libro, 2013.)
No existe una obra sistemática publicada con el título Curso Délfico. Esta expresión fue más bien una clave oral, compartida en tertulias, cartas, entrevistas y fragmentos de sus ensayos y conferencias. En la siguiente frase, Lezama sintetiza su visión del curso como una poética personal del entusiasmo, antes que una doctrina:
“No hago crítica, hago una cronología de mi pasión.”
Las coordenadas y referencias culturales en que se movía el autor de Paradiso, y a las que invitaba a entrar a quienes andaban en busca de consejos o luces, eran no solo exquisitas, alambicadas por una visión muy selectiva de sus influencias, sino que desbordaban en todo sentido el marco nacionalista y el acontecer de la vida literaria dentro de una sociedad como la cubana, viajando mucho más allá, a los orígenes universales del lenguaje poético, a los grandes mitos, y moviéndose entre culturas y lenguas muy diversas. En ese sentido, la imaginación predominaba sobre la historia, y la voluntad de perseguir un crecimiento interior se imponía sobre el fatalismo geográfico o los moldes de los periodos literarios, cronológicos o políticos.
La Biblioteca humana
Dicen que la erudición de Lezama, su cantidad monstruosa de libros devorados, era algo que tenía aterrorizados a sus vecinos en la barriada habanera, y que por eso lo llamaban "armario con patas". Vivía literalmente bajo el peso de sus infinitas lecturas y apropiaciones culturales. En un juego arquitectónico con las palabras imaginó precisamente, diseñó, la utopía de una biblioteca para habitarla. Su búsqueda del conocimiento no aspiraba a la avaricia de quedarse con un pesado baúl de reliquias ni diluirse en lejanías, por el contrario, su humanismo conllevaba el acto de compartir el libro y el espacio de los libros, conversar y disfrutar el trasiego familiar en ese espacio idealizado. Compartiendo y regalando libros.
Mi biblioteca imaginada tendría amplios salones iluminados y un mínimo de paredes y muros: sería comunicable y comunicante, de puntal alto y techo de dos aguas. Y además, cómo no, con un número aceptable de ventanas y sillones, pues acostumbro, para dicha de la corpura y la suavidad de los glúteos, permanecer sólo donde haya una ventana y un sillón, una para viajes cortos por la luz y el otro para periplos de más largo alcance. La biblioteca tendría, claro, trozos de cielo (sería una especie de biblioteca a cielo abierto), tendría, claro, alguna espléndida luz de mediodía, árboles y pájaros respectivos, luna y puñado de soles tiritando en la oscuridad de un pedazo de noche. Habría olores trasegando, por supuesto: el nocturno y furtivo del jazmín y el diurno de la calandria colgando de sus penachos rosados. Y perfumes bien condimentados de frijoles negros, por ejemplo, de quimbombó, por ejemplo, de plátanos maduros o verdes a puñetazos. Y algunas otras golosinas de carne. Y café en el ambiente. De ninguna manera faltaría un baño íntimo, acogedor, con algunos buenos títulos en el estante, para refrescar las vehemencias que se sufren en el trance de aligerar. En fin, un paraíso o Paradiso calientito. (Entrevista. Félix Guerra: Para leer debajo del sicomoro. Colección Sur editores, La Habana, 2013.)
Manuel Pereira, en su ensayo “Curso Délfico”, recuerda el rigor crítico de Lezama y cuánto estremecimiento provocó en su mundo, al prestarle libros escogidos, estimulantes para un joven que andaba quizás en busca de algún halago o de una guía de lecturas “formadora” académicamente, como parte de una mejor invitación a recibir verdaderas revelaciones:
En aquella visita me regaló su poemario Dador y este consejo: "Léase a Rimbaud, que leyó en el hígado etrusco". Yo le dejé mis poemas de principiante, y una semana después pasé a recogerlos. "He marcado con una cruz verde los poemas que me gustan.", dijo. ¡De cuarenta poemas solamente había señalado cuatro! Mi desaliento debió de ser tan evidente que, acaso para consolarme, me prestó El gran Meaulnes. Con esa novela descubrí realmente la literatura. Fue un fogonazo en la sombra, y una señal de amistad que se repitió durante años, pues me siguió prestando libros, llegando incluso a obsequiarme los siete volúmenes de En busca del tiempo perdido, en la edición argentina de Rueda, subrayados y anotados por él.
Con el poder reconocido a la lectura creativa a través del plan de su Curso Délfico, Lezama buscaba en especial tocar o excitar la sensibilidad de cada lector, así que, para distintos lectores con experiencias o sensibilidades particulares, manejaba posibilidades o puertas a la lectura y el descubrimiento también diferentes.
Lezama era un gran conversador, ejercía un magisterio natural a través de un coloquio salpicado de citas y metáforas sorprendentes. Además, atravesar la puerta de su casa, ser recibido por Lezama, era entrar literalmente en un templo literario, en la espiral de una gran biblioteca armada a conciencia.
A eso él le llamaba "El curso délfico", que comenzaba con "La obertura palatal" y en el cual participaron (por separado) otros jóvenes, contados en realidad, pues no pasábamos de tres. Mi "Obertura" fue la novela de Alain Fournier, pero en todos los casos no era igual, pues Lezama decía que cada discípulo tenía su "iniciación" particular. En cierta forma se trataba de una apuesta, ya que si El gran Meaulnes no hubiera provocado un chispazo en mí, entonces habría buscado otra obra capaz de excitarme poéticamente. En mi caso adivinó, pues según me confesó luego: "Yo supe desde el primer momento que ése era el libro destinado a su sensibilidad."
Quien participaba de la amistad de Lezama y sus conversaciones, si además se apuntaba consciente o inconscientemente en la organización de lecturas, entrando al Curso Délfico, disfrutaba un privilegio mayor: los préstamos de sus libros, ediciones únicas, muchas veces anotadas en los márgenes por Lezama. Así que con este curso se trazaba un itinerario por los tesoros de sus estantes, siguiendo un hilo de sabiduría, mientras se accedía al misterio, a la pasión de la reminiscencia de sus lecturas favoritas, donde el fundamento o la certeza de la preferencia lezamiana consistía en una garantía de no sufrir “tiempo perdido”, calidad literaria, así como una promesa de iluminación espiritual.
Ciro Bianchi Ross, en el apéndice a la compilación y edición de los Diarios de José Lezama Lima, reprodujo una conversación de 1971 con el poeta, acerca del Curso Délfico: “cuando Lezama seleccionaba a una persona para tomar el Curso, el elegido disponía a su antojo de la biblioteca del poeta: unos diez mil volúmenes al alcance de la mano”. (Diarios. José Lezama Lima. [1939-49/1956-58]. México: Ediciones Era, 1994.)
Estructura o etapas del Curso Délfico
En la entrevista con Ciro Bianchi, Lezama describió tres grandes etapas que componían el Curso Délfico. La primera etapa, la denominó “Obertura Palatal”. La segunda, “Galería Délfica”. Y la última, la bautizó con el nombre “Aporías Eleáticas”.
En la primera etapa, como su nombre indica, se busca “la gustación de la buena literatura”, el placer carente de las trabas o esfuerzos propios de intereses académicos, advirtiendo que esta sensación debía mantenerse durante toda la vida.
De la novela Oppiano Licario: “En la obertura palatal [explica el personaje de Editabunda], la intención es la de identificar cuáles son los libros que dejan en nosotros una nemosine creadora, una memoria que esté siempre en acecho devolutivo”.
Luego, en una segunda etapa, con el tránsito por la “Galería Délfica”, ocurría el estudio más detallado de la historia de la cultura, la apropiación de conocimientos, códigos y secretos. "Horno transmutativo" es otro nombre poético dado por Lezama a esta fase, comparada con el proceso mediador de la digestión de los alimentos. Hasta concluir en la etapa distendida de las combinaciones o “Aporías Eleáticas”, una etapa “en la que caben los juegos de la cultura y la inteligencia”, la apropiación del espacio tiempo.
Nos definió el "Curso Délfico" y sus tres partes constitutivas. Nos dictó, primeramente, la célebre frase del oráculo de Delfos: "Lo bello es lo más justo, la salud lo mejor, obtener lo que se ama es la más dulce prenda para el corazón". ¿Por qué se llama el "Curso Délfico" u Oracular? La respuesta textual de Lezama fue: Cada libro significa, es decir, tiene un sentido, una especial trascendencia. Entonces nos hizo tomar nota de sus partes constitutivas: 1. La Obertura Palatal, que dura toda la vida y se caracteriza por el apetito insaciable. 2. El Horno Transmutativo, donde se comprueba la deglución estomacal. 3. La Galería Aporética, donde se da el problema del espacio tiempo mediante seis o siete obras esenciales. (José Prats Sariol: “El Curso Délfico”, revista Casa de las Américas, La Habana, 152, 1985.)
Concepción de Lezama sobre la Literatura y la Lectura
Para Lezama, la lectura no era una actividad pasiva ni académica, sino un acto creador, casi religioso. La literatura debía actuar como vehículo de revelación y transfiguración, y el lector, en su visión, era un iniciado, un ser que a través de las imágenes poéticas alcanza una forma de conocimiento superior, no racional, sino imaginativo y simbólico.
En sus propias palabras:
“La poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio.”
Y también:
“Leer no es recordar ni asimilar; es ser tocado por la gracia de una revelación.”
Desde esta perspectiva, la literatura no se estudia, se habita y se sufre. El lector debe entrar en la obra como en un templo, y salir transformado. De allí que su Curso Délfico sea también un rito de pasaje intelectual y espiritual.
En la novela Oppiano Licario, en el capítulo IX, en una conversación entre dos de los personajes (Frónesis y Editabunda), Lezama deslizó esta concepción de la lectura “eficiente”:
“Licario tenía el convencimiento de un conocimiento oracular en el que cada libro fuera una revelación. Con eso se evita el fárrago de lecturas innecesarias en que caen los adolescentes”.
Biografía de José Lezama Lima
José Lezama Lima nació en La Habana el 19 de diciembre de 1910 y murió en la misma ciudad el 9 de agosto de 1976. Es considerado una de las figuras más influyentes de la literatura cubana y latinoamericana del siglo XX. Poeta barroco, ensayista exuberante y narrador enigmático, su obra combina la tradición grecolatina, el simbolismo francés, el barroco español y el pensamiento místico-cristiano.
Fundó la revista Orígenes en la década de 1940, convirtiéndose en el centro de un grupo literario de gran prestigio, en torno al cual se nuclearon otros importantes autores, como Eliseo Diego, Fina García Marruz, Cintio Vitier y Ángel Gaztelu. Su novela más famosa, Paradiso (1966), es una obra monumental, compleja y poética, con gran carga autobiográfica, que fue inicialmente censurada por su contenido homoerótico y esotérico.
Lezama defendió siempre una idea de la cultura como acto de imaginación total. No fue un autor político en el sentido estricto, y tras la Revolución Cubana, acusado de elitismo o hermetismo por quienes querían promover una visión marxista y populista de la cultura, vivió una vida más bien marginal y apartado, en el mítico número 162 de la calle Trocadero en La Habana. Dentro de su casa, los libros acumulados prácticamente no le dejaban espacio. Allí, con su asma, respiraba la cultura universal como un animal submarino. A pesar del cerco de escarnio y olvido, siempre hubo jóvenes que se animaban a visitarlo con genuino interés, y nunca marchó al exilio.
¿Qué dijo Lezama Lima acerca de su Curso Délfico?
Lezama no dejó un texto único con el título de Curso Délfico, pero a lo largo de cartas, entrevistas y ensayos hizo referencias al mismo como una guía secreta o revelada de lecturas fundamentales. En una entrevista con Ciro Bianchi Ross, Lezama afirmó:
“Un día, un amigo me preguntó por un curso de lectura y le dije que le daría un curso délfico, no por la revelación de un método, sino por la revelación del entusiasmo.”
El Curso Délfico no buscaba formar eruditos, sino iniciados en la sensibilidad poética, lo que lo convertía en una experiencia de lectura transformadora. En sus libros de ensayos, como La expresión americana y Las eras imaginarias, Lezama despliega el espíritu de este curso: la literatura como geografía interior, como arqueología del símbolo.
Del libro de testimonios de autores varios y titulado Cercanía de Lezama Lima, obra de Carlos Espinosa (Letras Cubanas, La Habana, 1986, p. 264):
Siempre me gustó orientar las lecturas de la gente más joven. Al cabo de estar haciéndolo durante muchos años se me ocurrió la idea de sistematizar esas orientaciones y poner a disposición de una persona con preocupaciones e inquietudes intelectuales mi propia experiencia de lector y no sólo ofrecérsela de manera coherente, sino facilitarle, al mismo tiempo, ejemplares de aquellos libros que yo considero formadores o que, al menos lo fueron para mí. Surgió así la idea del Curso Délfico que yo he dividido en tres etapas: primero, Obertura palatal, que es la gustación de la buena literatura y que es una etapa que no se cierra nunca pues se mantiene durante toda la vida. Sigue después la Galería Délfica o Curso Délfico propiamente dicho, que es ya el estudio en detalle de la historia de la cultura y prosigue una fase que yo llamo de las aporías eleáticas, donde caben los juegos de la cultura y la inteligencia.
Lezama no seleccionaba autores por orden cronológico ni por escuelas literarias, sino por su capacidad de abrir lo real a nuevas dimensiones. El curso, según esta lectura, es una topografía de revelaciones sucesivas, desde la Grecia antigua hasta la poesía moderna.
¿Qué han dicho otros escritores y críticos sobre el Curso Délfico?
El Curso Délfico ha sido interpretado por diversos críticos como un mapa de lectura iniciática, similar a una mística laica, y un método original de acceder a la cultura desde la poesía.
Cintio Vitier, ensayista y poeta, y uno de sus “discípulos” y compañeros en Orígenes, decía que Lezama proponía una lectura que: “no enseñaba a pensar con lógica, sino a pensar con imágenes.”
Rafael Rojas: el historiador y ensayista cubano, lo define como: “una lectura en clave de redención estética, no de interpretación crítica. Una pedagogía de la gracia, no de la razón.”
José Prats Sariol: "Fui discípulo de El Curso Délfico que impartía Lezama en su casa de la calle Trocadero desde mis 17 años, hasta su muerte en 1976. Me acerqué a Husserl y el instrumental de la fenomenología. Estudié la Escuela germano-hispana y me afilié a la Escuela de Ginebra, que jerarquiza al autor. Proceso que aderecé con mis lecturas de Harold Bloom, de sus ensayos sobre Shakespeare y la poesía de habla inglesa; los rechazos al multiculturalismo y otros gérmenes populistas infiltrados en la estética, la teoría literaria y la crítica".
La lista del Curso Délfico: autores y libros
El curso no fue cerrado ni definitivo, pero Lezama dejó, en entrevistas y textos variados, una lista de lecturas que constituyen su propuesta de "iniciación" literaria, además de su canon personal. A eso se suma lo que apuntó de manera indirecta, aunque de forma muy significativa y explícita, por boca de sus personajes literarios (en la novela Oppiano Licario, especialmente en el capítulo IX), y en su descomunal obra ensayística. Por ejemplo, cuando el personaje de Editabunda, en Oppiano Licario, le muestra a Fronesis los estantes de la biblioteca, y este logra ver algunos títulos, cuyos detalles emergen del fondo de la anécdota para excitar al lector joven con la promesa de revelaciones definitivas: Las mil y una noches; el Timeo, de Platón; y la Metafísica, de Aristóteles.
Por último, la lista de autores y obras tutelares del Curso Délfico se puede reconstruir también gracias a testimonios posteriores y parciales de algunos de los "discípulos" de Lezama, aunque algunos, como Manuel Pereira, se hayan negado a compartir o rebajar el secreto de una lista exacta.
Lista de principales autores y obras del Curso Délfico:
- Alain Fournier (1886-1914) | El gran Meaulnes | “Alain-Fournier construye un mito moderno, un paraíso al que se accede sólo una vez. Esa visión fue para mí una revelación en los años de formación”.
- Aloysius Bertrand (1807-1841) | Gaspar de la noche | “Bertrand inaugura una atmósfera de transfiguración nocturna, donde la imagen, como en Nerval o en Rimbaud, se emancipa del relato lineal”.
- Anónimo | Las mil y una noches | “El narrador de Las mil y una noches convierte el tiempo en un espejo sin fin, donde cada historia engendra otra, y el lenguaje se vuelve eternidad circular.”
- Aristóteles (384-322 a. C.) | Metafísica.
- Dante Alighieri (1265–1321) | La Divina Comedia | “El infierno dantesco es una pedagogía del símbolo.”
- Denis de Rougemont (1906-1992) | El amor y Occidente.
- Desconocidos (transcripciones de jeroglíficos egipcios) | El libro de los muertos | “En el Libro de los Muertos egipcio ya existe el poema como protección mágica, como desplazamiento del alma en su tránsito, lo que prueba que la poesía nace como necesidad de permanencia.”
- Erwin Rhode (1855-1941) | Psiqué.
- Ezra Pound (1885–1972) | Los Cantos | “Un códice desordenado que aspira a ser totalidad.”
- Fiódor Dostoyevski (1821-1881) | Los hermanos Karamasov y sus demás novelas | “Dostoievski no es un psicólogo, es un teólogo; no interroga al alma sino que interroga a Dios.”
- Goethe | (1749–1832) | Fausto | “Fausto es el hombre que se atreve a mirar el abismo.”
- Homero (s. VIII a.C.) | La Ilíada, La Odisea | “Es el primer poeta total, en quien todo vibra.”
- Isidore Ducasse (Lautréamont) (1846-1870) | Los cantos de Maldoror.
- Johan Huizinga (1872-1945) | El otoño de la Edad Media.
- Johann Peter Eckermann (1792-1854) | Conversaciones con Goethe.
- John Milton (1608–1674) | El Paraíso Perdido | “Milton lleva la Biblia al drama cósmico.”
- Joris-Karl Huysmans (1848-1907) | A contrapelo | “Huysmans inicia un viaje a la interioridad por medio de la fatiga del exceso, como si después de cada goce quedara el aliento de un místico.”
- Joyce (1882–1941) | Ulises | “El lenguaje se vuelve cuerpo, y el cuerpo se vuelve mito.”
- Lao Tsé (aproximadamente 570 a.C. – aproximadamente 471 a.C.) | El Tao Te King | “La imagen es una respiración que no se agota en el objeto, como en Lao-Tsé, donde el vacío es más útil que lo lleno, y lo invisible da forma a lo visible.”
- Luis de Góngora (1561–1627) | Soledades | “La lengua barroca es nuestro oxígeno, nuestro laberinto.”
- Mallarmé (1842–1898) | Un coup de dés... | “El lenguaje como sueño condensado.”
- Platón (427-347 a. C.) | Timeo | “Todo poeta, al igual que todo filósofo, bebe en las aguas de Platón sin saberlo: su sombra rige los esplendores del lenguaje.”
- Rainer María Rilke (1875-1926) | Toda su obra poética | “Rilke es un poeta para las vísperas, para los grandes umbrales del ser”.
- Rimbaud (1854–1891) | Una temporada en el infierno | “El iluminado que arde por dentro y no se extingue.”
- Saint-John Perse (1887–1975) | Anábasis | “El verbo como viento de oráculos.”
- Thomas Mann (1875-1955) | Doktor Faustus.
- Valéry (1871–1945) | El cementerio marino | “La conciencia que se observa desde la eternidad.”
- Walter Pater (1839-1894) | Mario, el Epicuro
- William Shakespeare (1564–1616) | Hamlet, Macbeth | “La tragedia se convierte en máquina de imágenes.”
Conclusión
El Curso Délfico de José Lezama Lima no fue un método sistemático, sino una poética de la lectura. Fue su forma de organizar la experiencia del mundo a través de las obras literarias que más lo habían transformado. Era, en esencia, un programa espiritual de iniciación estética, un canon personal que aspiraba no solo a enseñar, sino a transfigurar al lector. Como diría el propio Lezama: “Nada se gana leyendo por costumbre. Leer es recibir una estocada lenta y amorosa en el alma.”
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