Para Elisa es un proyecto editorial de nuestro colaborador Amilkar Feria, que compendia reseñas periodísticas publicadas por él entre 2008 y 2013. En su mayoría, el contenido de las mismas versa sobre la actividad artístico-pedagógica desarrollada en la Universidad de las Artes (ISA).
Nuestra publicación se hace eco de este acontecimiento editorial en proceso, compartiendo testimonios actualizados de algunos de los protagonistas de sus páginas.
Celia Irina González Álvarez fue estudiante de la especialidad de Grabado. F. Artes Visuales. Como postgraduada, entre otras funciones docentes, impartió talleres de Videocreación y Prácticas creativas.
Amilkar Feria: ¿Qué trascendencia tuvo para ti el vínculo pedagógico con el ISA, bien fuera como estudiante o como profesora?
Celia Irina González: Estuve en el ir y venir durante 10 años, no sé cómo pasó tanto tiempo, pero desde mis 19 y hasta mis 29 años el ISA se convirtió en mi lugar habitual. Sin embargo, tengo sentimientos encontrados con esa institución. Mi relación con ella está más cerca a esa de la familia, cariño y deudas emocionales, viejos rencores, reclamos y nostalgia.
En mi primer año me tocaron profesores que llegaban 2 horas tarde a la clase y poco ánimo por el tipo de obra que me interesaba. Entonces, comencé a adaptarme a ese espacio de caminos oblicuos, que en mi euforia de artista ansiosa por hacer todo a la vez se hacía insoportable, y aprendí a apreciar la calma de un espacio-bosque dentro de la ciudad.
El ISA demandaba dejar las carreras y tornarse a la contemplación. Desde la nostalgia, añoro las clases de especialidad, las discusiones públicas sobre las obras de cada uno, ese formato abierto y circular dentro de un espacio igualmente circular. También reclamo la falta de mujeres artistas estudiando e impartiendo clases, había demasiada testosterona en la época en la que me tocó estudiar.
Como profesora, la sensación cambió un poco, pude crear mis propios espacios, diseñé el programa de especialidad de tercer año, nos inventamos clases de video muy experimentales. El último taller que impartí se llamaba “La Caja”, visitamos artistas en sus talleres y los estudiantes debían devolver su experiencia en forma de objeto-obra o texto, todo iba dentro de una caja que se entregaba al artista presentador.
AF: ¿Cómo ha sido tu recorrido profesional desde que impartiste docencia en el ISA hasta la actualidad?
CIG: Ha pasado todo, he sido artista de la oficialidad, he migrado, he disentido, he trabajado en dúo y en solitario, he participado en bienales y en congresos de ciencias sociales. En resumen, ha sido un camino largo e intenso del que estoy muy agradecida, porque he hecho la obra que he querido. Diez años después de haber dejado el ISA, hacer proyectos e investigar siguen siendo el centro de mi vida.
Creo que, en un mundo ideal, en un país afectivamente sano y políticamente democrático, hubiera elegido seguir diseñando talleres en el ISA para producir un espacio más dinámico y amplio en las formas de pensar y de hacer arte. Pero seguiremos creando espacios de encuentro desde dentro y fuera de la isla, como este, por ejemplo, y creo que eso a largo plazo nos llevará a una escena mucho más diversa.