Llegas hasta lo más próximo
de los hombros de mis
plegarias.
Me sacudes las esperas que nadie
prohibió
y ya sé que te acercas,
sagrada
como una procesión de las horas
para un moribundo.
Han dicho que te pareces a la
libertad
para los días en que no voy a
morir.
No sé si permitirme esta reunión
de victorias
de la solemne melancolía.
No sé si cayeron de mis hombros
los mundos y sus razas
las almas y sus cárceles
los témpanos de mis delirios
otros hombros.
Eres la ventana del hombre
los que por ella arrojan y recogen
y escapan y regresan
y mueren, sí
sobre todo, eso.
Próximo —no sé al mañana— esperaré sin morir
para verte
porque al fin te anuncian
aunque he muerto por todas las veces
que la vida
acusó a todos los vacíos.
Te pareces a algo que no he visto
pero te sigues pareciendo a las
esperas, a la ventana,
a la nube que pasó
a algo que en mucho
se volvió tan poco.
Esperándote, no llegues a la premonición,
tampoco a la paloma cotidiana.
Llégame despacio,
como una hoja sobre el agua,
como un amor tardío.
Es miedo de abrir la ventana de pronto
y que no quepas en el pecho.
Se acerca como la campana
que grita,
súbita honda temblando,
la noticia.
Poema publicado originalmente en el libro Voz Cautiva (Poemas escritos en la cárcel). Colección ALAS, Poesía (Ediciones Deslinde, Madrid, 2023).