El Estrecho de la Florida, conocido también como “el corredor de la muerte”, es un escenario donde miles de cubanos han perdido la vida en busca de un nuevo comienzo. Pese a ello, en marzo de 2022 Elián López Cabrera, un buzo e instructor de Varadero, se atrevió a esas aguas sobre una tabla de windsurf y llegó con vida a EEUU.
La travesía, impulsada por la necesidad de acceder a recursos médicos para sus padecimientos de cáncer de colon y ofrecerle un futuro mejor a su hija, lo llevó al límite de su resistencia.
Elián, de 48 años, había vivido toda su vida rodeado de actividades náuticas, pero en 2008 su rutina se transformó cuando le diagnosticaron la enfermedad. A pesar de someterse a tres cirugías, quimioterapia y radioterapia, el cáncer dejó secuelas permanentes: una colostomía que le obligaba a depender de parches improvisados cosidos por su madre debido a la escasez de insumos médicos en Cuba.
Esa precariedad y el deseo de un futuro mejor para su hija lo llevaron a tomar la arriesgada decisión de cruzar hacia EEUU. “Lo planifiqué durante un mes y algo”, relató Elián en declaraciones a BBC Mundo tras llegar a Florida.
Los riesgos de la travesía
El cubano sabía que su condición como paciente de cáncer duplicaba los riesgos, pero aun así, explicó en declaraciones recogidas por Cibercuba que “era algo que había que considerar. No había ninguna garantía de que fuera a salir bien, pero había que jugársela”.
La tabla que usó era una pieza antigua, pero confiable, que había servido para enseñar a navegar a su hija y esposa. Aunque sacrificaba velocidad, su flotabilidad le brindaba seguridad. Sin embargo, las condiciones del mar no respetaron preparativos. El viento, que inicialmente fue insuficiente, alargó la travesía de las ocho horas previstas a más de 37 horas, durante las cuales enfrentó deshidratación, pérdida de orientación y agotamiento extremo.
La primera parte del viaje fue una carrera por escapar de las aguas cubanas sin ser detectado por los guardacostas. Al lograrlo, se enfrentó al caos de las corrientes y el oleaje en el Estrecho de la Florida. “El oleaje del Estrecho es totalmente desorganizado, aleatorio. Los navegantes de la zona lo llaman ‘el ramillete’”, relató al medio británico.
Casi termina en tragedia
Una noche en alta mar casi terminó en tragedia: perdió sus gafas, su única reserva de agua potable y parte de su fuerza física. “Dormir era imposible”, describió. A pesar de todo, continuó remando y ajustando su vela con la determinación de llegar.
Al segundo día, una tarjeta SIM estadounidense que llevaba consigo captó señal. Esto le permitió pedir ayuda a amigos, quienes contactaron a la Guardia Costera de EE.UU. Aunque inicialmente rechazó la asistencia por temor a ser devuelto a Cuba, su estado físico le obligó a aceptar el rescate.
Llegar al destino. Nuevos desafíos
“Tenía el teléfono colgado del cuello, en un estuche plástico para que no se mojara, y en un momento que estoy navegando empiezan a llegar notificaciones. Eso indica que hay cobertura telefónica y dije ‘bueno, aquí tenemos una posibilidad’”, narró. Usó su GPS para enviar las coordenadas exactas de su ubicación, lo que facilitó el rescate a unas 15 millas al sur de Islamorada.
Ya en tierra estadounidense, el proceso burocrático comenzó. Fue trasladado a un hospital y, tras recibir tratamiento médico, enviado a un centro de detención temporal. Entonces Elián comenzó una nueva “travesía”: la de regularizar su estatus migratorio y encontrar un empleo relacionado con el mar, mientras anhelaba reunirse con su esposa e hija, quienes habían sido el motor de su odisea.
“Mi madre, mi esposa y mi hija han sido mi apoyo incondicional”, aseguró Elián. El anhelo de brindar a su hija un futuro diferente lo impulsó a desafiar lo imposible. Sabía que su travesía era solo el inicio. Ahora enfrenta los desafíos de adaptarse a un nuevo país y construir un camino mejor para su familia, convencido de que cada ola superada en el Estrecho fue un paso hacia ese sueño.
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