Con la amenaza de “un baño de sangre” si pierde las elecciones, enunciada la pasada semana por el actual presidente venezolano Nicolás Maduro, y la preocupación de sus homólogos de la región, llega el chavismo a unas elecciones donde podría perder el poder conservado durante los últimos 25 años.
Los días previos a las elecciones presidenciales de este 28 de julio en Venezuela están siendo especialmente tensos para el chavismo, que ve como los sondeos más confiables dan como favorito al candidato opositor Edmundo González, quien cuenta con el apoyo de la popular política María Corina Machado, inhabilitada por el poder judicial en estos comicios.
La importancia de Venezuela para la región ha provocado que incluso mandatarios de izquierda como el brasileño Lula Da Silva hayan mostrado su preocupación ante los pronósticos de “un baño de sangre” o “una guerra civil fratricida” realizados por Nicolás Maduro si resulta perdedor en los primeros comicios de los últimos diez años donde la oposición participa sin vetos ni llamadas a la abstención.
Lula, el más claro al referirse a las amenazas del mandatario venezolano, afirmó este lunes que se asustó “con la declaración de Maduro de que si pierde las elecciones habrá un baño de sangre”, ante lo que afirmó que “quien pierde las elecciones toma un baño de votos, no de sangre. Maduro tiene que aprender, cuando ganas, te quedas; cuando pierdes, te vas”.
“Ya le dije a Maduro dos veces, y Maduro lo sabe, que la única manera de que Venezuela vuelva a la normalidad es tener un proceso electoral que sea respetado por todo el mundo. Si Maduro quiere contribuir a resolver la vuelta del crecimiento económico en Venezuela, el regreso de las personas que salieron de Venezuela y establecer un Estado de crecimiento económico, tiene que respetar el proceso democrático”, insistió el mandatario brasileño, una de las figuras más respetadas de la izquierda en Latinoamérica.
A Maduro, por su parte, estas advertencias no parecen preocuparle mucho, pues afirmó este martes, sin mencionar a su homólogo brasileño, que “el que se asustó, que se tome una manzanilla, porque este pueblo de Venezuela está curado de espanto y sabe lo que estoy diciendo”.
“En Venezuela van a triunfar la paz, el poder popular, la unión cívico-militar-policial perfecta, aquí no viene (Javier) Milei”, añadió el gobernante venezolano sobre los comicios del domingo, donde participarán más de 630 observadores internacionales entre los que se encuentra la ONU y el Centro Carter, pero para lo que fueron vetados por el poder otros organismos como la Unión Europea.
Otro de los políticos latinoamericanos de izquierda que han rechazado las declaraciones donde Maduro pronosticó el “baño de sangre” fue el expresidente argentino Alberto Fernández, quien dijo en la emisora Radio Con Vos que “si es derrotado, lo que tiene que hacer es aceptarlo”.
Fernández, quien viajará a Venezuela para participar como observador internacional en los comicios dijo que está “yendo para poder hablar con la oposición y escuchar antes sus preocupaciones y ver si puedo ayudar a corregirlas. Lo que quiero es que haya una elección transparente y lo que Venezuela necesita es recuperar su convivencia democrática”.
El presidente colombiano Gustavo Petro ha sido otro de los aliados de Maduro que le ha recomendado que su país regrese a “una democracia liberal”, y se conoce que en conversaciones privadas con el gobernante venezolano le ha hecho saber que si deja de hostigar a los opositores y permite unas elecciones transparentes está dispuesto a negociar con Estados Unidos y Europa el levantamiento de las sanciones al país petrolero.
Justamente las sanciones estadounidenses, país que emitió una orden de “búsqueda y captura” con recompensa de 15 millones de dólares contra Nicolás Maduro, es una de las razones por las que algunos analistas consideran que el gobernante se podría negar a abandonar el poder.
Pero es cierto que esta ha sido una práctica del chavismo anterior a las sanciones u ordenes de “búsqueda y captura” contra el mandatario, quien disolvió la Asamblea Nacional del país en 2017, cuando tenía mayoría opositora, entre otros tantos atentados contra la democracia y el estado de derecho que llevan su firma.