Tu oración quema y penetra mis poros
con vientos de inocente cristalino,
quieto me regala un manantial,
al que un pájaro sin alas procura ciego.
Murallas no hay, sólo amor existe,
amor entre labios que emanan fuego
y destrozan ojos que el mar oprime
en palabras abiertas ante tu sangre.
Partes y quemas de mí
la mañana corpórea que cultiva
en brazos arcanos de mi madre.
He de callar el silencio, le ponzoña,
tu eterno arde. Sonoro quema
tu ayer que obsequia aún adusto.
Publicado originalmente en el poemario Habitante invisible (Ediciones Deslinde, 2020).