La madrugada y yo somos gemelos.
Ambos contrapartida de la luz
que ciega y entra por el tragaluz,
preñando de heredad los cinco cielos.
La madrugada y yo somos la usanza
de un mismo Dios enloquecido y solo.
Ambos pujamos hacia un mismo polo
ausente de inquietud y de esperanza.
La brusca oscuridad es nuestro credo
y el siseo del búho es nuestra pena.
El despertar que irrumpe nos condena,
nos libra del ocaso y sus querellas.
Solo nos desvelamos cuando el miedo
duerme en la infinitud de las estrellas.