Gota sobre mi juventud
niegas tu espíritu manso como flores.
Naces, y pido tus miembros;
puños que abandonan mis lascivias.
Me defiendes del profano,
de mi tempestad alejas miedos,
planetas serenos, invictos.
Te creo imperecedera,
hoy me arman tus huesos,
los caminos no llego a blandir
y todavía vivo bajo tu manto.
Gota, quieren fabricar telarañas,
paisajes nada míos donde blasfemas,
mientras hombres hacen erguir montañas y soledad.
No sé cuál principio prefiero.
Vamos, nos sucede tanto,
clava peñascos tu amargura.
Destrona mis arenas
en las que residen los deseos.
¿Qué signos brotan en medio de mis piernas?
Trazo a trazo vacíos ahogas,
yo diminuto abro el aire.
Tu voz navega.
Jirones hablan del éxtasis de mi nieve sobre sus brazos.
Todo es lento, impuro,
ya claman nuestra condena.
Pasos olvidan el murmullo y grita la tempestad.
Gota eterna, no importa,
rumbo a tus manos soy la muralla;
somos peregrinos que brotan del Otoño.
Publicado en Habitante invisible (EdicionesDeslinde, Madrid, 2019)