EXISTES SEMBRADA EN MI MEMORIA
No existes, tu manzana turbaron,
ella adolece y solicita el fichero de mi cumpleaños.
Veedor, no rompas lo herido,
este perfume crece en aromas del invierno.
Por playas silentes esculpo su penacho.
Voz abierta pronuncia su nombre: ¿Cristal, Naufragio?
Pródigo tomaré penas,
las quebraré quietas detrás de nuestra pávida hiel.
Algo lejano obsequia sus palabras
en habitación donde reina perenne niebla.
Corre la espiral del verano.
Nadie le saluda; canta ahora para otros hijos.
Fugo su resurrección, lo hago sujeto a su huella.
Mujer de rama. Mujer suavisima, difusa.
Existe sembrada tu memoria.
Paloma que lates en mi amanecer sin alba.
GARABATOS EN EL PARQUE
Gestos, voces,
quietos en la misma banca de ayer.
Tu imagen escrita sobre la llama,
chispa de otra certeza:
dinástica hora del alabastro último.
Acoge tu enorme fulgurencia,
nostálgicos pórticos,
embelesos augurios,
pupilas sosegadas en racimos.
Habitas, sólo yo presiento tu mensaje.
Buscamos el delirio,
la vieja página leyó la constante al estar vivos.
Sonríes en el apremio.
Conversas de la fiesta, expulsas el futuro,
trago severo, perpetuo.
Algo nos consume,
no hay pasos,
las estaciones recorren tus latidos.
Callo, el viento lleva los follajes,
mientras nos contempla tu frescor de puente
en la existencia nunca mía,
pared ansiosa de la memoria,
nos une sobre la banca del parque, ruda, inalterable.
HABITANTE INVISIBLE
Elige nuestra soledad; prístina es su juventud secreta
Quiero estar contigo,
dentro de tus muros,
dentro de tus muertes.
Quisiera retener tu voz,
hacerla parir horas que compartan sus lados,
mis rígidas e insaciables añoranzas.
Quiero siempre los bosques,
mantos, sombras,
abiertos a la distancia que rasga mi aire.
Quisiera la oración,
Edén en mi calma,
pensamiento: Temblor inerme.
Quiero tu corona,
será de mi sangre el vino
a quimera en tu momento.
Quisiera volver,
dentro de mi hogar tu azul.
Galope de pueblo tal vez reciente.
Quiero mi palabra sobre tu arte,
yo le calzo sordo y desnudo
a inicios de esta luz.
MOGUER
Yo no soy yo.
Soy este que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces voy a ver y a veces olvido.
Juan Ramón Jiménez
Para Diego Ropero Regidor y Antonio Ramírez Almanza
Donde tú, Moguer, esculpe al desnudo
sílabas ven plenitud en albura
de pretérito andar, a la escritura,
hacia mañana ser, perpetuo nudo.
Tu Juan Ramón resiste lo antes rudo.
Su España de luz profunda murmura,
de ser poeta-dios para con hechura
al llegar en verso de orador mudo.
Pueblo que de su belleza alimenta,
sol de nardo que vive voz alada,
y sus calles retienen quien alienta,
Poesía por la paz de nuestros bienes
nace desde allí ensimismada,
tú, Moguer, que todo en flor te sostienes.
MOMENTO EXACTO
Ha llegado en la vida la ocasión perfecta,
que la experiencia espera,
en ese ojo avizor de la sonrisa
donde las presencia bien exhibida te haran mas fuerte.
Es el tiempo de crecer y creer más en quien eres,
en llenarte del optimismo,
aquel que te falto por incapaz e inexperto.
Cuando andas por lo turbio
la vida te acomoda a su paso,
debes de escucharte interiormente
y no dejar que otros pensamientos perturben.
La poesía nunca te faltara,
su esencia del ser nuevo
te vendrá de mil maravillas.
Ha llegado esa estación
en la que elucubrar en voz alta
no significa locura,
sino atisbo de sabiduría.
Olvidar el pasado no se está prohibido,
pero sin luz de este mejor se anda.
Las rosas del rosal ajeno la haces tuyas,
no te es importante el ojo criticón de la desdicha
y a zancadillas altas dejas atrás la noche mal herida.
He llegado ese equilibrio que desde siempre esperabas,
se dibuja en las paredes de tu consciencia,
a tu lado trae su resplandor
que te prepara para el próximo salto.
POEMA I
No se cuando es el Domingo de las madres,
porque la lluvia no me trae tu olor.
Recuerdo tus pasos al acurrucarme,
y cantar en mi oído tu nota más alegre.
Por qué no te veo en mis retratos?
Es que te resucitaron en una gota de agua
o en el vaivén de las rosas?
Me canse de esperar que te regresen,
que no me susurres al amanecer,
ni cadenciosamente me frias un huevo
sin tus poéticos silbidos,
en un nuevo dia recien llegado.
Di mama, algo pasa?
Eres quien desea que no visite tu orfandad?
De verdad, ya no memorizo tu Domingo.
Mas tú mi única mujer,
se que no me olvidas y deseas que repose,
pues por mi sangre pasas
con el ruido necesario del olvido,
pervive siempre en mi ritual,
en las horas de tu felicidad.
¿QUÉ... QUIÉN?
Qué el tiempo cura heridas,
es fácil escribir o decir;
más si no conoces el dolor
del que a sufrir no está destinado.
Precariedades deambulan con la prisa.
No hay reloj que detecta el no saber
qué momentos serán los idóneos.
Yo que creía obtenerlo todo,
los colores de esta vida
ahora me son añejos.
Sin tu marginal sonrisa,
sin tus reclamos de existir para dónde ir.
Las conjeturas de esa música
están equivocadas y nosotros igual.
¿Quién dijo que las horas cierran las marcas?
El desamor que desangra en su desajuste
es para quienes creen en la libertad
sin reparos en los capítulos existenciales.
Cada mirar no me es ajeno, aunque busco,
busco tus labios y ese mirar desenfadado.
Fue en el Boulevard Saint Jacques en París,
allí nos vimos por última vez y qué dijiste...
Un silencio de carátula mal dibujada
nos sopló los rostros ya con un no recuerdo.
Tu querías quedar allí,
yo seguí hacia el camino,
entonces ya no fue y no fue.
Cura heridas el tiempo,
no las nuestras, quedarán abiertas,
destilando nuestros retratos de lo vivido.
Fue intenso, pero aquí está la partida,
partida que en su avaricia
nos ata a su perpetuo olvido.