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Estudios culturales | La revista como hábito cultural

"La revista aparece para ocupar una casilla necesaria en el sistema de textos de la cultura, entre la fugacidad vertiginosa del periódico y la vocación de eternidad del libro".

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La revista tiene ya mucho más de 365 años, y en esa longevidad, sin embargo, carece de marcas de envejecimiento. Hay géneros artísticos, que, con menos edad, pasaron a dormir el sueño imperturbable de la ausencia de interés y la desintegración de las apetencias culturales que le dieron vida. Quizás un día renazcan, de improviso, el poema bucólico —que duró desde el refinamiento helenístico hasta el último aliento del neoclásico— o el ballet ecuestre —cuya vida, a partir de su surgimiento florentino, fue tan breve—, pero parece, hasta hoy, poco probable. Las revistas, sin embargo, surgieron con lo que pudiera calificarse como una vocación de Proteo: poco después de su orto, en la Francia del siglo XVII, inició una evolución que —desde un primer apogeo ya en el Siglo de las Luces— incluyó, para siempre, un ritmo de autotransformación permanente hasta hoy.

Portadas de la Revista Carteles
"Carteles" (1919-1960) fue una de las más importantes revistas cubanas del siglo XX.

La revista como objeto cultural

Muchos matices de interés entraña la revista como objeto cultural. El primero es su propio nombre como documento especial: el término revista —en francés revue, en inglés review, etc.— sugería que se trataba de un texto que, a diferencia del periódico —no mucho más antiguo que ella en su surgimiento—, estaba destinado a ser revisado, leído al menos por una segunda vez y, en todo caso, examinado siempre con atención y esmero. Esta primera cualidad la separaba radicalmente del periódico, con el cual, sin embargo, compartiría —hasta nuestro presente— el sentido de periodicidad. 

La revista surge no como una forma que invita a crear especiales contenidos, sino, posiblemente, a la inversa: como recipiente para un tipo particular de mensajes.

La aspiración a ser focalizada con cuidado, sin embargo, delineaba al nuevo género de texto como destinado a un cierto tipo de permanencia, y esto revela la función cultural a que se la destinaba: entre la fugacidad vertiginosa del periódico y la vocación de eternidad del libro —Exegi monumentum aere perennius, escribía, ufano, el poeta Horacio en la antigua Roma—, faltaba un elemento emparentado, en su función, con los que descubriera, un siglo después de que se instituyera la primera revista europea, Dmitri Ivánovich Mendeléiev en su tabla periódica de elementos químicos. Sí, la revista aparece para ocupar una casilla necesaria en el sistema de textos de una cultura. La revista presenta sus mensajes como ajenos a la caducidad de la noticia periodística, y, también, como más dinámicos que la ambiciosa consolidación a que el libro aspira. 

Y es que la revista surge no como una forma que invita a crear especiales contenidos, sino, posiblemente, a la inversa: como recipiente para un tipo particular de mensajes que, en ese siglo XVII en que la modernidad alcanza su primera consolidación, cimentada por la filosofía cartesiana, las contrapropuestas de Pascal —premonitorias de toda una línea de pensamiento que retomarán primero Sören Kierkegaard y luego los existencialistas del siglo XX—, la indagación sobre el entendimiento humano de Locke, los sueños sólo en apariencia anárquicos de Quevedo, el desarrollo creciente de las Matemáticas, de la Historiografía, así como de un género literario de reflexión libre, el ensayo, bautizado así por Montaigne en el siglo XVI, y destinado a convertirse en una zona focal de pensamiento sobre el hombre y la cultura. 

La revista como vehículo de diversidad de textos

De este modo, cuando Renaudot funda en París su Bureau d´Adresse, que luego es seguido por otra revista con el significativo nombre de Journal des Savants (“Periódico de los Sabios”, pudiéramos decir en una traducción libre), estaba creando un nuevo vehículo característico de la cultura de la modernidad. Su esencia era —y continúa siendo— la de ser vehículo de diversidad de textos, puntos de vista, géneros, reflexiones. Caben en ella la ciencia y la filología, la crítica —artístico-literaria, pero también científica y social—, el ensayo mismo —con su carga de subjetividad— y la monografía —con su obsesión por la exactitud científica—; asimismo tienen su lugar en tales páginas el cuento y el poema, el discurso dramático y el politológico, pero también la biografía —como en la revista Les contemporains, la cual se dedicó, en el siglo XIX francés, a divulgar semblanzas de figuras de la historia y la política de ese país— el grabado, la viñeta, la imagen plástica, en fin, que luego de los inicios primitivos, derivará en fotografía —artística o comercial—. Y, en su desarrollo creciente, ocurrió lo impensable: también la música ocupará su escaño en la revista, por la vía no solo de la crítica especializada, sino también de la partitura. 

Así, el nuevo documento que nace en el siglo XVII, deriva rápidamente hacia un estatus de objeto cultural. En tanto forma de mensaje, ha llegado a ser diseñado como entidad destinada para receptores especializados en una u otra rama del saber o, al menos, con alto entrenamiento como consumidores de cultura —Revista de Occidente, Films and Filming, Tel Quel, Annales—, pero, asimismo, ha sido pensada para una recepción mucho más basta, paracultural e, incluso, marginal —desde revistas de esencial frivolidad como Hola y su correlato anglófono Hello, hasta revistas cuya esencia es pura chatarra amarilla, evasionista o descarnadamente pornográfica—. Así pues, y luego de su ya no tan remoto nacimiento, por esos mismos elementos que van integrando su estructura y su sustancia —periodicidad, estructura de textos multiformes, variedad temática, presencia caleidoscópica de las artes y sus géneros—, la revista se convierte, en casos innumerables a lo largo de los siglos posteriores a su surgimiento, en un objeto arraigado en la práctica cultural, primero de Europa, después de América, y, a la larga, del resto del planeta. 

Revista Tel Quel
"Tel Quel" fue una revista literaria francesa publicada entre 1960 y 1982. Debatía temas de teoría y crítica literaria.

La revista y su relación con la noción de habitus

Por estos mismos factores, la revista como objeto cultural —de nivel alto, medio o marginal— termina por relacionarse, de un modo u otro, con la noción de habitus de Pierre Bourdieu. Pues, en efecto, hemos adquirido —construido, divulgado, refuncionalizado mil veces— ese objeto-texto llamado revista. A pesar de sus incesantes transformaciones, subyacen en las más apartadas variedades disposiciones permanentes —coexistencia de escrituras de diversa autoría, delimitaciones sobre la extensión de los artículos, modalidades privilegiadas de construcción textual [o, en otros términos, géneros de la revista: crónica, relato, crítica, acompañadas, cada vez con más frecuencia, por ilustraciones y, sobre todo, grabados y fotos]—. La revista tiene, como el habitus definido por Bourdieu, un condicionamiento histórico: “La noción nos recuerda entonces constantemente que se refiere a algo histórico, ligado a la historia individual, y que se inscribe en un modo de pensamiento genético, por oposición a modos de pensamiento esencialistas (como la noción de competencia se encuentra en el léxico chomskyano)”. 

Por otra parte, la revista comparte con el habitus otros rasgos importantes. Ante todo, la revista está condicionada por una serie de factores, entre otros, sus funciones como texto periódico, destinado a “reproducir” áreas de la sociedad y, de hecho, aspectos que constituyen, en medida variable, esos mismos condicionamientos que delimitan a toda revista; por ejemplo, la revista de modas no solamente informa acerca del “último grito” de ellas, sino que, además, evidencia —de manera más o menos directa— que las modas responden a unos mecanismos de producción y comercialización que, en su basamento, son también los de toda revista de esa temática. Pero lo mismo puede decirse de una revista literaria, que, reflejando por supuesto el área de creación por la escritura en una sociedad dada, también entraña ciertos índices acerca de los mecanismos de poder que condicionan la literatura —económicos, mercadotécnicos, ideológicos, políticos, estético-literarios, de recepción cultural, etc.—, los cuales son, por lo demás, también delimitaciones supeditadoras de cualquier revista literaria en tanto producto cultural, si bien se produce, desde luego, un proceso de adecuaciones e, incluso, de travestisements, de las condicionantes de la producción literaria a las que marcan el espacio de una revista de esta temática. Como apunta Bourdieu:

El habitus es, para decirlo rápidamente, un producto de condicionamientos que tiende a reproducir la lógica objetiva de estos condicionamientos, pero sometiéndola a una transformación; es una especie de máquina transformadora que hace que «reproduzcamos» las condiciones sociales de nuestra propia producción, pero de manera relativamente imprevisible, de manera tal que no se pueda pasar simple y mecánicamente del conocimiento de las condiciones de producción al conocimiento de los productos.

La revista como motor impulsor de acciones culturales 

Agréguese a esto que un habitus es un (microsistema de lenguajes, y, desde luego, el microcosmos de las revistas puede ser visto como tal. Si se centra la atención en el nivel más elevado de este tipo de objeto cultural —la revista especializada—, y, dentro de esta zona se atiende específicamente a las revistas de carácter humanístico —las consideraciones que siguen, son también aplicables a otro tipo de revistas; la especificación se hace sobre todo por ceñir las reflexiones a una subclase específica—, entonces resulta más sencillo percatarse de que las revistas no son simplemente, según ha sido creencia muy extendida, textos “que reflejan” un estado de la cultura o de un arte particular. Por el contrario, la revista —incluso cuando su diseño editorial no incluya en sus páginas ninguna obra artística propiamente dicha, ni siquiera por la vía de la ilustración— no es un mero reservorio o muestrario pasivo, sino que también es un motor impulsor de acciones culturales potenciales. A esto alude Robert Fossaert al señalar:

Si se considera el habitus como un sistema de “lenguaje”, se comprende mejor las propiedades estructurales que Bourdieu le atribuye. Para él cada habitus se presenta como “un esquema generador de prácticas”, como “una competencia cultural”, como “un sistema de disposiciones duraderas” y “transportables”. O, de modo más general, como un juego de “estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes”… de prácticas y representaciones. En suma, un habitus debidamente adquirido “integra todas las experiencias pasadas y funciona en cada momento como una matriz de percepción, de apreciación y de acción.

Revista de occidente, portada del número 1
A la izquierda, el primer número de la "Revista de Occidente", julio de 1923 y a la derecha la primera edición de "Romancero gitano", de Federico García Lorca

Las revistas, pues, que en principio son objetos culturales, devienen estímulos y patrones para la formación de un habitus. En tanto práctica cultural, las revistas pueden resultar factores más dinámicos e influyentes de una conducta del ser en la cultura, que un texto delimitado que expresa determinada temática, actitud, visión del mundo, posición científica, etc. Por eso la Revista de Avance constituyó, más que un muestrario de la producción de la vanguardia en Cuba, un motor impulsor de la transformación creativa en el país. Debido a razones similares, una publicación como Revista de Occidente —fundada por José Ortega y Gasset en 1923—, más que dar testimonio de las nuevas aportaciones del arte de vanguardia y la filosofía de inicios del siglo XX, impulsa una nueva visión integrativa de las artes y el pensar filosófico.

Su dualidad de objeto y habitus, su transformación de Proteo impenitente —que hace ya algunos años ha desembocado en su instalación en el espacio de Internet—, convierte a toda revista en un desafío, no sólo para quienes la fundan y diseñan, para quienes escriben sus textos y los ilustran, sino para sus receptores. Pues no se trata simplemente de leer una escritura multiautoral, polifónica o coral, sino de penetrar en un proyecto, y decidir —pero con una conciencia lúcida— si vale la pena que incorporemos su propuesta cultural de macroescritura a nuestra manera personal, grupal o social de enfrentar, consumir, disfrutar y crear la cultura de una nación e, incluso, de amplias regiones plurinacionales. 

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Luis Álvarez

Luis Álvarez Álvarez

(Cuba, 1950). Doctor en Ciencias y doctor en Ciencias Filológicas. Ensayista y poeta. Premio de Pensamiento Caribeño (área de la Cultura) por el Estado Libre de Quintana Roo, México, la Editorial Siglo XXI y la Universidad Autónoma de Quintana Roo, en 2003. Premio Extraordinario de Ensayo sobre José Martí, Casa de las Américas, en 1995. Mención de Honor en el IV Concurso Hispanoamericano de Ensayo sobre pensamiento "René Uribe Ferrer", convocado por la Universidad Pontificia de Bogotá y el Instituto Cervantes de Madrid.

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