La primera noticia que tuve del arquitecto Universo García Lorenzo fue a través del documental Espacios inacabados, un lamentable testimonio de los avatares de las Escuelas Nacionales de Arte, icónico conjunto arquitectónico que compendia lo más logrado de la herencia constructiva cubana. Revisando su abultado currículo, esta aparición suya en el filme se corresponde con un momento avanzado de su extensa carrera, marcada por significativos hitos en el panorama de su especialidad. Paralelamente a sus funciones profesionales, Universo ha devenido en un habitual de las redes, denunciando y compartiendo los dislocados desaciertos de ese solar yermo en que se ha convertido la arquitectura por estos lares. Nadie mejor que él para arrojar luz sobre el tema en esta entrevista, agradeciéndole por su preciado tiempo, conocimientos y tenacidad.
Pienso que U + D, como tantos otros proyectos independientes del ramo, se encuentra ridículamente atorado en una exclusa jurídico-legal que obstruye su elemental despliegue profesional. ¿Cuál es el factor común de estas propuestas? ¿En qué consisten, partiendo de tu experiencia directa en la que has fundado junto a Daniel Muñoz?
Mi pasión es la arquitectura, crearla, vivirla. Ser arquitecto en Cuba, despojado de la condición de creador artístico, del elemental reconocimiento como artista, y obstaculizado a la vez en el propio proceso creativo por todo tipo de tecnocracia y burocracia, de facilismos institucionales, implica portar un gran compromiso con la profesión, o dejarla. A ello, como constante a cualquier otra profesión en Cuba, se le suma la posición invertida en la pirámide social; no se sustenta fácilmente una persona, mucho menos a una familia, con un salario de profesional, ni hace treinta años, ni ahora.
Es ridículo, absurdo, cuando pienso que con veinticinco o treinta años de edad, apenas sin experiencia, diseñé y construí hoteles en La Habana y Varadero, mientras que con la madurez creativa de más de treinta años ejerciendo, esas posibilidades se aproximan a cero.
Junto a Nury, compañera de vida y obra por 22 años, nos empeñamos en defender nuestra condición de arquitectos, y sobre ello sostener nuestro proyecto familiar, una incierta expectativa en medio del Periodo Especial. En 1998, mientras trabajábamos en el proyecto de rehabilitación del Hotel Telégrafo, fuimos invitados a participar en el concurso de ideas para el diseño ambiental de interiores y exteriores del primer hotel que construía la Inmobiliaria ALMEST del MINFAR (GAESA), en Playa Pesquero, al norte de la provincia de Holguín. Nos animamos a participar con nuestro propio equipo de trabajo en las empresas EMPROY-2 y Arquitectura Patrimonial de la Oficina del Historiador de la Ciudad, y ganamos el concurso.
A finales de los noventa se aprobaron nuevas regulaciones para el Ministerio de Cultura sobre la creación artística independiente y su comercialización. Con nuestra condición de miembros de la UNEAC obtuvimos el Registro del Creador, lo que nos permitió llevar adelante el proyecto ganado. Nos constituimos como grupo creativo A x D (Arquitectura por Diseño) de arquitectos y diseñadores con representatividad legal del Fondo Cubano de Bienes Culturales.
No éramos una excepción, nos antecedió, por ejemplo, el Proyecto Espacios, aún vigente y relevante hoy en día. La expansión de las inversiones hoteleras generó alianzas creativas, abriendo una posibilidad complementaria a nuestra práctica en la empresa estatal. Así, mientras diseñábamos la arquitectura conceptual para un nuevo hotel Meliá en Cienfuegos, en la EMPROY-2, A x D ganaba el concurso de diseño ambiental para el nuevo aparthotel que se construía en 7.a y 70, en Miramar.
De ese sistema creativo independiente, los arquitectos fuimos excluidos, hasta hoy.
Esta modalidad, que enriquecía con nuevas prácticas creativas el contexto de la arquitectura hotelera y de otros servicios relacionados, que consolidaba la visión de Fernando Salinas, no tardó en considerarse "no apropiada" por autoridades de estrecha visión, y fue prohibida. Desde el 2003 a los arquitectos se nos restringió ejercer cualquier tipo de actividad de diseño que no fuese en la empresa estatal. Sin embargo, como era necesario, nuestro desempeño fue sustituido gradualmente por artistas visuales y artesanos, u otros sujetos sin formación afín. Fernando Salinas defendía el concepto del Diseño Ambiental como un sistema multidisciplinar e interdisciplinar que conllevaba al mejor resultado creativo. De ese sistema creativo independiente, los arquitectos —figuras centrales— fuimos excluidos, hasta hoy.
Así que U + D Arquitectura deviene ante todo en una postura de defensa del derecho a la creación independiente en la arquitectura. Un "estudio de arquitectura independiente" en Cuba es un estado de persistencia quijotesco, viable sólo creativamente, pues nada nos limita para expresarnos como individuos artistas - en abstracto -; pero proscritos legalmente en la práctica concreta, al negársenos el reconocimiento y las normativas que lo respalden.
No obstante, al margen de toda prohibición, aun cuando el rol del arquitecto diseñador llega a ser invisible e ignorado por gran parte de la población, a la que se le ha privado de ese dato cultural, el ejercicio independiente es una demanda creciente en la sociedad cubana, principalmente en el amplio espectro de las viviendas y, más reciente, en correspondencia con la intensificación de los emprendimientos privados, los hostales, paladares, servicios gastronómicos, comerciales, etc.
Son servicios de diseño que no están concebidos para la empresa de proyectos estatal. La competitividad de los negocios incorpora necesariamente el componente imagen, o funcionalidad, y no es posible lograrlo bien sin la contribución del arquitecto diseñador. Este ha sido un denominador común para la formación de múltiples grupos de arquitectos, en su mayoría jóvenes, para quienes se presenta como una oportunidad de realización creativa, y de vida. Para ello, porque nadie pretende ser antisocial, el ejercicio se ha amparado en todo nicho legal como licencias de trabajo por cuenta propia de "decorador", algo risible y denigrante para una profesión que dignifica el hábitat humano…
Y en este contexto de la arquitectura independiente podemos hallar, como punto común, un mayor interés en el debate sobre el pensamiento actual; hay experimentación, búsqueda, innovación, asimilación, copia y prueba, y vanguardia. Es visible, en esta relativa pequeña escala, la intención por superar la parálisis. En la propia formación académica se asienta parte del método que alienta a investigar, a actualizarse; pero la dificultad en la ausencia de referentes propios es un reto latente, como lo es la influencia tremenda de la visión más comercial de la arquitectura internacional contemporánea, y el atrofiado gusto estético de la población como cliente-destinatario-usuario. Pero va apareciendo un camino de confrontación y de identificación auténtica en la adversidad.
Un "estudio de arquitectura independiente" en Cuba es un estado de persistencia quijotesco.
Entonces, tomando en consideración el anterior razonamiento, ¿qué subterfugios, de cualquier índole, son empleados por la oficialidad para vetar el indispensable despegue de estas pequeñas empresas? ¿No es evidente que se trata de un contrasentido de grandes magnitudes?
Recientemente, el 1.o de febrero, en el espacio “Cavilaciones” de la revista Bohemia, en el Capítulo 3 del reportaje “Trabajo por cuenta propia: croquis inconcluso”, de Lilian Knight, Pastor Batista y Delia Reyes, se publicaron estas declaraciones: “...la Licenciada en Derecho, Johana Odriozola Guitart, Viceministra del Ministerio de Economía y Planificación (MEP), coincide en parte con la notable investigadora [refiriéndose a los criterios de la Doctora en Ciencias Económicas Ileana Díaz Fernández, investigadora del Centro de Estudios de la Economía Cubana y coordinadora de la Red de Emprendimiento de la Universidad de La Habana]: ‘En el sector privado hay muchos profesionales: se tienen que dedicar a la producción material esencialmente, no a dar servicios meramente profesionales. Eso lo hemos explicado. Y le puedo decir que, en cualquiera de los emprendimientos de base tecnológica del país, detrás están los ingenieros. Ah, cuál es la actividad permitida, no es dar consultoría, es reparar las máquinas de cualquier entidad estatal. Otros que hacen cosas en 3D, producen moldes y piezas de repuesto para la industria farmacéutica. Lo que no está permitido es el ejercicio profesional de esas actividades puro y duro como consultorías’”.
El gremio de arquitectos tiene apreciaciones distintas, reconoce la Viceministra, “pero no se autoriza porque entonces todos emigrarían del sector estatal al privado. Un ejemplo de esto es lo sucedido con los informáticos. Los mejores ya no están en las empresas estatales. La plataforma para los nuevos actores económicos del MEP, después de licitarla, la ganó un privado”.
A su juicio, el país puede transitar a diseños más innovadores, “pero personalmente creo que el ejercicio privado de las profesiones tiene peligros y costos. Sobre todo, por qué unas sí y otras no. Pero si aprobamos el ejercicio privado de la medicina y la educación se acaban las conquistas del Socialismo, porque unos podrán pagar los mejores servicios y otros no. Los vietnamitas y los chinos no han podido resolver ese asunto".
Yo hallo en esas declaraciones un gran contrasentido. Reconozco que en un escenario de cambios económicos, políticos y sociales tan difíciles y controversiales, las decisiones sean complejas. Pero esa visión se muestra más caprichosa, alejada de toda lógica, niega una realidad objetiva con argumentos subjetivos improbables. Lo argumento:
1) Para que haya un buen proceso constructivo debe antecederle un buen proyecto de diseño urbano o arquitectónico. El gobierno considera que la actividad productiva es la que realiza el constructor, y autoriza que sea privada o cooperativa, y autoriza incluso al arquitecto a ser constructor privado. Pero prohíbe que ese constructor disponga del proyecto arquitectónico como servicio profesional básico —también productivo—, y fundamental para una obra de calidad, prohibiendo al arquitecto proyectista como su par no estatal.
2) El arquitecto proyectista es un profesional productivo, su obra creativa, si bien es arte, genera un bien social, es el soporte creativo intelectual de la producción material que conduce la construcción en sí. Por tal negación prevalece en nuestras ciudades una improvisación constructiva en visible crecimiento, sin la supervisión arquitectónica que conlleva a otros males sociales, como la baja calidad ambiental del hábitat y, culturalmente, al deterioro del patrimonio que constituye la ciudad como conjunto heredable de la identidad nacional.
3) Las cuatro facultades de arquitectura en Cuba forman cientos de arquitectos, profesionales holísticos y humanistas por principio, para contribuir a la "construcción de la sociedad socialista", lo que para un arquitecto significa poner su talento en función de concebir las mejores ideas para perfeccionar las construcciones, para crear arquitectura. Entonces, esa visión ideológica plantea que el arquitecto puede inventar un bloque, por ejemplo, como material constructivo "productivo", pero no puede diseñar la pared en que será utilizado ese bloque de la mejor manera posible, por medio del diseño arquitectónico...
4) Con respecto a la emigración desde la empresa estatal de proyectos puedo dar testimonio personal de colegas arquitectos e ingenieros, que han sido mis colaboradores en los proyectos privados, alternando con su trabajo estatal, y han declinado sugerencias de incorporarse permanentemente al trabajo privado, pues la empresa estatal es paternalista, brinda un salario fijo, estabilidad ocupacional; consideran un riesgo perderlo en la modalidad independiente, aunque el contexto empresarial les resulte insatisfactorio y carente de motivaciones. Son los hechos.
5) Los mejores arquitectos cubanos deberían estar a cargo de los proyectos más importantes, ahí va implícita la excelencia y el mejor legado. Sí, deben instituirse los concursos de ideas de arquitectura, con participación libre para todos los arquitectos, y que gane la mejor idea, ya sea de un arquitecto en la empresa estatal, ya sea de U + D Arquitectura. Gana la arquitectura, gana la cultura, gana la gente, es prosperidad.
6) Los servicios de construcción "pura y dura" son costosos, por los recursos materiales, y por la mano de obra. Esta premisa genera diferencias sociales pues no es asequible a todos. Por ello el Estado concibe los subsidios para materiales y construcción de viviendas. El valor monetario de un proyecto de diseño arquitectónico no supera la décima fracción porcentual del valor de la construcción en sí. ¿No podría subvencionarse un buen proyecto? Una práctica arquitectónica independiente, bien regulada, con ingresos estables, admite incluso pautar la contribución convenida para subvenciones con los gobiernos locales.
Una de las expresiones más tristes y dañinas para el país es el éxodo de profesionales jóvenes.
7) Si el gobierno cubano no consolida su atención, como prioridad política, a mejorar los servicios gratuitos establecidos constitucionalmente de la medicina y la educación, que incluye la infraestructura, pero que se asienta en la satisfacción personal de sus profesionales, entonces sí se acabarían tales conquistas del Socialismo. Una de las expresiones más tristes y dañinas para el país es el éxodo de profesionales jóvenes, entre ellos arquitectos e ingenieros, desde el sector estatal a actividades mejor remuneradas en el privado; pero actualmente es más visible y dramático el éxodo hacia el exterior.
8) Pero si el Gobierno Cubano reconociera el valor que representa la contribución creativa de los arquitectos, como de los pintores, de los escultores, y demás artistas en el plano espiritual; si reconociera que a través de nuestras ideas y quehacer los arquitectos aportamos mejoras innovadoras y renovadoras al principal soporte material de la sociedad, que es la ciudad con su arquitectura, con sus espacios públicos de la mejor calidad, ahí indudablemente radicaría una gran conquista social, material e inmaterial, y el mejor legado de la nación, que hoy se nos niega, y peligra por tales dogmas, insostenibles.
Uno desarrolla un espontáneo sentido de desconfianza en nuestro contexto a lo largo de la vida, por lo que nunca le pude dar mucho crédito a aquel embuste del “arquitecto de la comunidad”. Teniendo la posibilidad de ver La Habana desde el aire, cuesta creer que una considerable porción de esos techos son resultado de la improvisación, la ejecutoria inconsulta y, desde luego, de un manto de corrupción que nadie puede cuantificar. ¿Todavía existe esa trampa burocrática para encauzar las necesidades constructivas de miles de cubanos? ¿Cómo entronca esa fallida solución con la de las pequeñas oficinas de diseño de las que hablábamos antes? ¿No serán estas últimas la alternativa más plausible para resolver el problema?
Las ciudades cubanas heredadas de las épocas colonial y republicana contienen una gran diversidad urbanística y arquitectónica. Sobre la base de determinado planeamiento urbano, y con la contribución de ingenieros militares y civiles, de maestros de obra y constructores con buen oficio, y por supuesto de arquitectos, primero foráneos, luego nacionales, se fueron perfilando como núcleos habitables ordenados y balanceados. Las principales ciudades cubanas crecieron intensamente a principios del siglo XX y hasta mediados; su principal componente, la vivienda, resultó en muchas de sus áreas más populares un producto de construcción sin arquitectos, pero siguiendo ordenanzas urbanas y con calidad constructiva y espacial, con repertorios de elementos constructivos y arquitectónicos seriados, acorde a tendencias y gustos estilísticos prevalecientes, propiciando una ciudad de imagen equilibrada, junto a las otras zonas más elitistas y sus monumentales construcciones de grandes arquitectos y constructores. La gestión y el manejo urbanos combinaban lo público y lo privado, predominante este sector en la construcción de viviendas. La vivienda popular se solucionaba en gran medida con alquileres o renta, a cargo de sus propietarios.
La principal actividad proyectual se desarrollaba en firmas privadas de arquitectos e ingenieros, con notoriedad en no pocos casos, y suma eficiencia en el logro de una calidad que perdura.
La Ley de Reforma Urbana de 1960 entregó la propiedad de las viviendas a las familias que las vivían, suprimiendo el régimen de alquileres. Con ello también cambió el modelo de gestión para el mantenimiento y reparación a sus nuevos propietarios, limitados de recursos para sostenerlo. El propósito de proveer una vivienda digna a cada cubano no se ha logrado. Las familias han crecido sin posibilidad de ampliarse o mudarse, generando por décadas acciones constructivas improvisadas por medios propios en la misma vivienda. En ese contexto han transitado por varias décadas las ciudades cubanas, con mínima participación de arquitectos.
En 1994 se creó la organización del Arquitecto de la Comunidad promovida por Hábitat Cuba y el Instituto Nacional de la Vivienda, basada en el método “cirugía de casas”, desarrollado por el arquitecto argentino Rodolfo Livingston, con la finalidad de brindar servicios técnicos a la población para realizar las acciones de modificación y ampliación de sus viviendas con calidad y a precios módicos. Esta modalidad constituía una forma de trabajo autofinanciada a partir de un sistema de tarifas por los servicios, y favorecería la relación directa entre la población (clientes) y los arquitectos (proyectistas y asesores), en el ámbito del Consejo Popular, y se subordinaba a la Dirección Municipal de la Vivienda. El método concebía el trabajo directo con las familias necesitadas, identificando la problemática in situ y aportando análisis de factibilidad, así como las soluciones proyectuales o de asistencia técnica requeridas según la complejidad, poniendo al centro del proyecto el concepto de mejoramiento de las condiciones de habitabilidad. Fue una idea avanzada, transformadora, que con el paso del tiempo se burocratizó y convirtió en entidad empresarial, aplicando sistemas de salarios por cargos técnicos y restringiendo a trámites burocráticos la actividad principal de los arquitectos.
En 1998 el “arquitecto de la comunidad” se convierte en Empresa y sus objetivos originales se han desvirtuado, generando un vacío notable en los servicios técnico-profesionales. En sus plantillas actuales los menos son arquitectos, y lo menos evidente es el apego a aquellos preceptos fundacionales, visible en cada barrio precario.
En la práctica, el “arquitecto de la comunidad” padece de obsolescencia estructural.
Sí, las manchas de improvisación constructiva se han expandido. Se gestionan licencias de obra o se construye sin ellas, lo construido evidencia la ausencia de un proyecto arquitectónico, o cuando menos de acciones constructivas asistidas profesionalmente. En la práctica, el “arquitecto de la comunidad” padece de obsolescencia estructural.
Plantear que el ejercicio independiente de la arquitectura en estudios o firmas privadas será per se una solución a tantas violaciones y mutaciones que ha sufrido la ciudad en su fondo habitable, es ingenuo. Pero su autorización abriría un camino legal a la solución del problema.
De otra parte, el Colegio de Arquitectos de La Habana, fundado en 1916, y extendido a las provincias, dio paso al Colegio Nacional de Arquitectos de Cuba en 1933. El Colegio regía las licencias obligatorias para la práctica de los arquitectos, que en la inmensa mayoría ejercían en firmas o empresas privadas, algunas combinando proyectos y obras. El Colegio publicaba su propia revista, Arquitectura (Cuba), y otorgaba los Premios Anuales. O sea, había una articulación del ejercicio profesional de los arquitectos.
El triunfo de la Revolución significó un cambio radical. Como cita Eduardo Luis Rodríguez en su texto "Arquitectura de los Sesenta. Esencia y vigencia de un legado a preservar": "...la temprana visita del jefe de la Revolución, Fidel Castro, a las oficinas del Colegio Nacional de Arquitectos, efectuada el 15 de febrero de 1959. Allí, en reunión abierta y masiva, quedó definido el rumbo que tomaría la práctica arquitectónica en el país: no se trabajaría más para clientes privados, sino exclusivamente para el gobierno, y los profesionales no buscarían más lo que allí se llamó “la sola satisfacción personal de sus obras-monumento". El Colegio de Arquitectos se disolvió en 1967, la práctica privada de la arquitectura fue abolida, concentrándose la actividad profesional en el Ministerio de la Construcción; donde la creatividad artística fue siendo suplantada por una visión reduccionista, centrada en la solución pragmática de los múltiples programas constructivos de la Revolución.
En el devenir de este proceso, y al margen de la empresa estatal de proyectos y del Arquitecto de la Comunidad, por diversas vías, más o menos informales, los arquitectos hemos sido convocados, siempre en privado, para realizar diseños y proyectos, pues se trata de una demanda natural de la sociedad, acentuada en la última década por la apertura al emprendimiento privado, sin respuesta estatal. En ello se sustenta la dicotomía de una práctica arquitectónica independiente in crescendo versus su prohibición.
A estas alturas de las transformaciones del modelo económico del país, con la amplia incorporación de los actores económicos no estatales al ámbito de las construcciones, tanto estatales como privadas, la arquitectura no puede continuar excluyéndose. Los arquitectos demandamos ejercer nuestra profesión como parte lícita de estos procesos; no tiene sentido que un inversionista o cliente privado no pueda contar con el aval legal del arquitecto o grupo de proyectos que sea de su preferencia, y que deba disfrazarlo con las firmas del “arquitecto de la comunidad”; o que una entidad del Turismo contrate a un artista plástico o a un artesano para un Proyecto de Interiorismo en el Fondo Cubano de Bienes Culturales, donde se prohíbe contratar al profesional formado para ello: al arquitecto.
Se impone un justo reordenamiento legal de la arquitectura.
Ni la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción (UNAICC), creada en 1983 —y que concibe que "La Asociación tiene como objetivo fundamental, lograr la integración de todos los profesionales vinculados al sector constructivo; promover el desarrollo profesional de los asociados”— ha logrado que a los arquitectos e ingenieros afiliados se nos inscriba en el Registro Nacional de Constructores, Proyectistas y Consultores de la República de Cuba, cuyo responsable es el MICONS. Abogamos por una Ley de Arquitectura, y por un Instituto de Arquitectura que velen por nuestro ámbito de actuación.
Si en el pasado republicano la casi totalidad de las obras proyectadas y construidas en Cuba —esas que constituyen la rica herencia patrimonial de la que nos enorgullecemos— fueron fruto de una práctica privada, organizada en firmas, nada impide que en un marco debidamente regulado convivan complementariamente diversos modelos de gestión, enriqueciendo la calidad mediante la competitividad que propician los concursos, las empresas de proyecto estatal y los estudios de arquitectura independiente, o cualquier forma organizativa que demuestre su capacidad técnico creativa. Nada impide que los arquitectos tengamos acceso a un Registro del Creador de Obras de Arquitectura, o a su Colegio. Es una cuestión de mirar hacia la Arquitectura sin el velo de prejuicio ideológico, dogmático, que reprime su desarrollo.