No he tenido el privilegio de conocer personalmente a Momo. Aunque considera que su carrera se halla en los inicios, la veo como una de esas estrellas del cine o el canto cuya belleza solo puede ser apreciada en la distancia. Tengo muchos referentes de ella, de otros artistas y amigos que la han tratado, sobre todo de mi novia, actriz y coterránea suya.
Debo advertir, en primera instancia, que gracias a las redes sociales pude acercarme a su proyección creativa, a sus reflexiones y experimentaciones literarias y audiovisuales. Me gustaría decir —por muchos o pocos elementos que tuviera—que la descubrí, que me atrapó con sus estados y publicaciones. Ha concebido su perfil de Facebook muy eficazmente. Sabe lo que hace.
Por suerte, le quedan varios kilómetros de escenario por recorrer, lo cual me da esperanza de verla cantar o actuar algún día. La pandemia nos ha distanciado y, aunque se atenúan los rigores del aislamiento, hemos preferido este encuentro virtual. No me concentraba bien con tanta curiosidad por dentro.
Mientras trabajé en el Instituto Superior de Arte (ISA) conocí a varias muchachas —no supe de ningún varón en ese caso— que sufrieron una metamorfosis que solo he visto en las mariposas: pasaron su estado larvario en la manifestación de Actuación, y luego salieron del capullo en la de Canto Lírico. También, de hecho, eran holguineras. En tu caso, ¿a qué se debe esa transición en tu formación?
Desde los nueve hasta los catorce años estuve becada en una escuela de arte en Holguín. Allí estudié Canto Coral. Fue una etapa hermosa. Luego, sin saber muy bien de qué se trataba aprobé la Escuela Nacional de Arte (ENA) en actuación. Ya ves que es cíclico. En la ENA no extrañaba la música para nada: es que la disfruté a tope porque era un momento especial; la ENA y el ISA estaban en un mismo lugar y todo era una fiesta, una maravilla. Yo no era buena alumna, incluso repetí un año y todo, porque me interesaba más vivir que asistir a clases. En el último año mi promedio no me alcanzaba para las pruebas de actuación del ISA, y como quería seguir en la Habana decidí probar suerte con el Canto Lírico. Ese año no aprobé, no tenía ninguna preparación, pero esos días que empleé para prepararme me dejaron enganchada y pedí hacer el Servicio Social en el Lírico de Holguín. Yo vivía en una casa de visitas porque soy de un pueblo que queda a ochenta y cuatro kilómetros de la capital provincial, y a pesar de lo precaria que era mi vida, me sirvió para aprender a cantar lírico y entrar en una filial del ISA que hay allá con una profesora y soprano excelente (María Luisa Clark). Era mágico saber que se pueden hacer tantas cosas con la voz, y yo, fascinada, me entregué. Luego regresé a la Habana en segundo año de la carrera y terminé allí los estudios.
¿Qué factores consideras propicios para que Holguín se convirtiera en una plaza fuerte del canto lírico?
Holguín es una ciudad muy especial. La gente se interesa por el arte, por aprender. Si algo conozco de ópera y directores de orquesta y cantantes y música fue gracias a un amigo que en ese momento era custodio del lugar donde ensaya el Lírico, y gastaba casi todo su salario en casetes para grabar ópera y música clásica. Los cantantes del lírico de Holguín, la mayoría, vienen de la calle con una voz natural increíble, y se aprecia (por lo menos cuando estaba allá) la música lírica, como se aprecia la poesía y el cine, porque hay mucha gente culta allí, buenos poetas, escritores, artistas. También está el Lírico “Rodrigo Pratts”, fundado por Raúl Camayd, donde hay muy buenas voces, y pienso que esto es lo que motiva a que tanta gente busque ese camino.
Sé que te has desempeñado con igual destreza en tus dos campos fundamentales de estudio. ¿Cuánto le aporta actualmente uno al otro?
Yo no me considero actriz. Me parece que he hecho poco en esta rama del arte, pero la actuación abre un canal que te ayuda a ver, a estudiar y comprender al ser humano y su comportamiento. Estudiar personajes y vivirlos te ofrece la capacidad de ponerte en la piel de mucha gente, te da cierta sutileza, cierta conciencia y cantar es parecido. Una canción es una escena, una historia, un personaje, un sentimiento, una imagen. Si cantas, por muy buena voz que tengas, y no entiendes lo que estás cantando, no lo vives, no lo disfrutas, es solo hacer malabares con la voz y una melodía; eso no es música, la música lleva emoción, sinceridad, y creo que no solo la actuación, todas las artes requieren una conexión directa con el ser, una honestidad que viene de la entrega. Uno solo es un puente.
Indistintamente, sin discriminación, bien sea como solista o grupalmente, ¿pudieras hacerme un breve itinerario de tu trayectoria profesional en la actuación y el canto, marcando aquellos hitos que han repercutido en tu carrera?
Bueno, no he hecho mucho, soy alguien que aún está empezando. Primero trabajé en el Lírico de Holguín, como actriz cantante, pero más como parte del coro. Luego vine a La Habana y estuve en el Coro Nacional y el Coro Entrevoces con Digna Guerra. Allí hice mi debut como solista cantando la “Salida” de Cecilia…, también algunas canciones contemporáneas para soprano y orquesta, y aprendí mucho. Grabé dos discos de música contemporánea de compositores cubanos para voz y piano; uno de ellos fue nominado al Cubadisco y otro no ha salido aún, no sé si salga. Luego hice teatro, primero con Toni Díaz, luego con Antonia Fernández, Ester Cardoso y con La Perla Teatro que es el grupo al que pertenezco. En una obra dirigida por Mariam Montero, directora de La Perla Teatro, un personaje me llevó al jazz, y aunque no soy jazzista ni aspiro a serlo, encontré un camino fascinante en el que ando. Soy solista de la Empresa de Música Popular gracias a esa obra.
¿Por qué te haces llamar La Momo?
Me dicen Momo desde la ENA y es por el libro Momo, de Michael Ende, el autor de La historia interminable: una niña que quizás se parecía a mí físicamente. “La” Momo está en veremos: el artículo lo añadí hace poco tiempo, como homenaje a La Lupe y La Freddy, dos cantantes que estudio, pero aún no me convence, quizás me quede con Momo a secas.
En algún momento te hice saber lo maduros y logrados que me resultan tus textos. Luego veo que eres egresada del Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”, que puede haber influido en tu talento. También te comenté que me gustaría ver muchas de tus reflexiones en las redes publicadas en algún compendio. ¿Has pensado seriamente en eso?
Escribir es un escape, una terapia, una necesidad y sinceramente una pasión. Pienso que sí, que me interesa publicar y tras ese objetivo ando. El Onelio fue algo bonito que atesoro a través de los años.
¿Qué lectura existencial haces de este 2021 en tu vida, siendo mujer, madre y cubana?
Es algo que aún proceso y supongo seguiré procesando por un buen tiempo. Es demasiada información, demasiada. Desde mi pequeño espacio, que es mi casa —de la que salgo en poquísimas y necesarias ocasiones—, siento un despertar, un florecer interior que me ha proporcionado el dolor, el miedo, el amor, la amistad, la impotencia y la supervivencia. Mi súper objetivo es evolucionar al precio que sea necesario. Pienso que esta es mi resistencia. La imagen que tengo de mí ahora mismo es la de una mujer que cruza una habitación llena de obstáculos ridículos, un basurero donde la mediocridad te quiere abajo, buceando en el fango. Mi idea de la resistencia es no caer en las trampas de lo cotidiano, de lo absurdo, del vacío impuesto. Mi alma no le pertenece a nadie, no puedo darme el lujo de seguirle el juego a nadie y de paso arrastrar a mi hijo: por eso escribo. Pienso que la belleza es un escudo y un poder que nos salva, por eso la busco o la invento.
Con todas esas herramientas creativas en tu poder, ¿no te gustaría escribir y dirigir una obra de teatro en la que actúes y cantes?
Tengo algo entre manos, pero solo hablaré de eso cuando llegue el momento. Por ahora acumulo. Leo, escribo y hace poco he vuelto a componer. No estoy muy cantora en estos tiempos. Yo creo que no soy artista, por lo menos no del tipo que se empeña en el reconocimiento. Ahora mismo me interesa más ser feliz. Gracias a Internet he encontrado un lugar donde mostrar lo que se me ocurre a todo el que quiera recibirlo, y eso me mantiene a raya el ego. Sí me gusta la idea de publicar. Lo demás vendrá si tiene que venir.