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De la mano inspiradora de Joaquín E. Weiss, durante la adolescencia me embarqué en la aventura viva de palpar nuestra arquitectura. Tenía marcados en un mapa de La Habana todos los edificios, plazas y espacios públicos que figuraban en los tres tomos de La arquitectura colonial cubana. Como una cosa lleva a la otra, de la colonia salté al eclecticismo del primer tercio del siglo XX, al Art Decó, al racionalismo y todas las derivaciones de las escuelas modernas, descubriendo un país arquitectónicamente privilegiado. Contemplando con angustia el deplorable y humillante estado en que ha caído la patria —porque la patria también se arma de sus íconos arquitectónicos y urbanísticos—, ¿qué ha llevado a la ruina a La Habana, aunque el patrimonio provincial padece igual calamidad, en el transcurso del último medio siglo?
¿Es irreversible esa brutal pérdida de fisionomía constructiva? ¿Qué va a quedar en pie de ese esplendor que nos identificó?
La arquitectura es una de las expresiones inconfundibles del modo de vida de la sociedad, de cómo esta se ha estructurado y manejado por y desde el poder imperante, y cada período deja su huella, su legado físico plasmado en los edificios y en sus asentamientos o conjuntos urbanos, sean pueblos o ciudades. No se puede desvincular el estado actual del devenir histórico.
La Habana de 500 años, en su locación costera, interactúa obligadamente con un medio natural agresivo, en el que sufren más los edificios de menor calidad de materiales constructivos, como las zonas de vivienda popular, y los más antiguos. Desde el triunfo de la Revolución en 1959, los mayores esfuerzos constructivos se destinaron a desarrollar amplias zonas rurales olvidadas y empobrecidas, en paralelo con múltiples programas inversionistas de escuelas, universidades, instalaciones de salud, de ciencia, deportes, etc., muchas de las cuales, conjuntamente con nuevos asentamientos para viviendas, se planificaron en zonas periféricas y suburbanas, siendo relegado y omitido el necesario mantenimiento a la ciudad histórica, y programas inversionistas para su lógica renovación.
Mario Coyula sentenció: "La Habana cuesta, pero vale".
Mario Coyula sentenció: "La Habana cuesta, pero vale". Recientemente, a propósito del triste suceso de un derrumbe fatal, comenté: "Creo que hay un consenso común en los valores de La Habana, en sus significados para la cultura cubana, para los cubanos, para la cultura universal y para el mundo. Igualmente creo que hay consenso en su alto grado de deterioro, en sus problemas urbanísticos, de manejo y de gestión, y en la ausencia, hasta hoy, de una estrategia para su recuperación, salvaguarda y desarrollo integral. Pero el mayor consenso está quizás en que, si no se asume y se actúa sobre lo anterior prioritariamente, con la contribución activa y efectiva de quienes dominan su problemática, y pueden aportar las mejores soluciones, se perderá definitivamente la ciudad maravilla que es".
Todo edificio tiene una vida útil limitada, mientras mejor atención se le dé, mayor será esa durabilidad. Tal es el caso de muchos edificios y conjuntos monumentales, y de centros históricos considerados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que cuentan con planes de manejo y gestión, y con mecanismos económicos para soportarlos financieramente. Nuestro ejemplo único, el Centro Histórico de La Habana Vieja, es una demostración de esa visión, con la Oficina del Historiador de la Ciudad, con su Plan Maestro, su Escuela Taller, su Empresa de Restauración de Monumentos, entre otros, y un diseño económico basado en la infraestructura turística como plataforma básica —de la que lamentablemente ya no dispone de manera autónoma— para implementar sus estrategias de conservación, de restauración, de rehabilitación, de preservación, rescate y salvaguarda integral.
La ausencia de esa política, aplicada creativamente a cada uno de los municipios de La Habana, y del país, que ha sido recomendada por décadas, la centralización y restricción de las fuentes de diversidad económica local, y exclusión de las externas, en un contexto de subdesarrollo nacional y de acoso financiero externo, ilustran causas generales del terrible deterioro de los edificios, y de zonas urbanas enteras, como Centro Habana, densamente poblada y con elevada concentración de edificaciones constructivamente en riesgo.
Es esperanzador el accionar de la Red de Oficinas del Historiador y del Conservador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba (RED OHC/OCC). Pero en La Habana cada municipio amerita una estructura similar. La Habana en su totalidad, como gran núcleo urbano, amerita un tratamiento patrimonial más abarcador y complejo. Y exige que, en el escenario de empoderamiento de los gobiernos locales, se autoricen todas aquellas iniciativas que vinculen el emprendimiento económico y la inversión de cualquier origen a planes urbanos bien concebidos, con un enfoque integral, que vayan reanimando su estructura urbana y edilicia. Esta sería una vía de salvaguarda de la ciudad, probada en diversas urbes del mundo, y hasta en nuestro Centro Histórico.
A las limitaciones se suman la incultura, la insensibilidad, y la prepotencia ignorante.
No obstante, el panorama general es desolador. A las limitaciones se suman la incultura, la insensibilidad, y la prepotencia ignorante. Las edificaciones colapsan puntualmente por su desatendido deterioro constructivo; pero la ciudad también muestra una fisonomía mutante, en la que se manifiestan signos virales de fealdad en el tratamiento del color, del maltrato al arbolado urbano, en la improvisada manera en que privados y entidades estatales se relacionan con los edificios y los espacios públicos sin importar sus valores, transformando su imagen sin consultar, sin observar regulaciones (sin que medie un arquitecto capaz), ruralizando y vulgarizando impunemente. La carencia de un periodismo crítico especializado y de una sociedad civil comprometida activamente contribuyen a ello.
Como contundentemente sentenciara nuestro Historiador de La Habana, Eusebio Leal: "La Habana no es una aldea". Esa sentencia nos impone el reto de nutrir nuestro conocimiento colectivo desde la historia real de la ciudad, readecuar conductas equívocas con respecto a ella aplicando la ley, contribuir a revertir los daños que la ignorancia ha causado, y rescatar la mejor, la más bella Habana.
Aún creo en la posibilidad de salvación. Creo en que habrá que asumir posturas equilibradas y desprejuiciadas de regeneración y de acupuntura urbana. Habrá que hallar un balance en el que prevalezcan las más valiosas (el estudio de valores es fundamental) edificaciones de todas las tipologías y estilos, las más auténticas y representativas, aunque algunas solo conserven partes como sus fachadas. Y a ello incorporar el mejor pensamiento urbanístico y arquitectónico, para que se produzca nueva arquitectura en convivencia armónica. Es el sueño, posible. Y si los poderes del país lo asumen como política, es factible a todo plazo.
Viví en Luanda tres años, no he viajado mucho, la verdad, pero aquella es la ciudad más caótica que se pueda imaginar. Hay mucha tela por donde cortar desde esa experiencia de amontonamiento humano, pero una de las cosas que más me llamó la atención del sector inmobiliario, fue la marginación de los especialistas locales, quedando, en el mejor de los casos, relegados a pie de obra para supervisar la ejecución de proyectos extranjeros. Inclusive, con el desempleo atroz que padecen, en el paquete de esos proyectos también estaba incluida la mano de obra india. Los campamentos de indios eran enormes. Al regresar a Cuba, descubro estupefacto la misma práctica. ¿Qué se esconde detrás de esa castración profesional, luego de gastar tantos recursos en la formación de decenas de arquitectos e ingenieros nacionales?
Voy a responderte con el texto de una reciente publicación en Facebook, donde he escrito durante varios años lo que pienso al respecto. Con motivo de la próxima apertura del nuevo hotel Grand Aston en 1.a y D, en El Vedado, escribí:
"Una mención especial de reconocimiento y felicitación al equipo proyectista de la EPROB, a su proyectista principal arquitecto Sergio Fernández por la culminación de un nuevo proyecto que deja plasmado, junto al rigor constructivo de la UCM-BBI (Unión de Construcciones Militares-Bouygues Batiment International), la concreción de otro de los grandes hoteles que incrementan habitaciones turísticas en La Habana. Ellos se pueden sentir orgullosos del resultado de su trabajo como proyectistas, y nosotros.
La ejecución de este hotel se ha acompañado de la polémica, principalmente visible en redes sociales, en grupos como Fotos de La Habana, con una marcada controversia crítica entre quienes por una parte celebran la aparición de un nuevo conjunto hotelero de dos torres en la línea del Malecón Habanero con su aparente modernidad tecnológica, con sus reflejos de vidrio, la puntiaguda expresión de sus fachadas, y quienes por otra parte —mayormente arquitectos— con el conocimiento especializado en arquitectura y urbanismo hemos argumentado sobre su pobre calidad de diseño arquitectónico, y sobre su incongruencia con el contexto moderno de El Vedado.
Es importante delimitar puntos, pues esta experiencia —que sigue un patrón ejecutivo reiterado por veinte años por parte de sus propietarios inversionistas ALMEST-MINFAR-GAESA con su socio francés Bouygues Batiment International, con un sólido respaldo financiero del Estado Cubano— ha ido incrementando año tras año sostenidamente, sin interrupción, las capacidades hoteleras en los principales polos turísticos de Cuba, ahora con mayor énfasis en La Habana, y continúa con un ambicioso programa inversionista previsto hasta el 2030.
Voy a referirme —reiterándome— a varias aristas de ello, a las que más se entrelazan con la actualidad de la práctica arquitectónica en Cuba. Un análisis crítico aparte amerita su arquitectura.
Estos proyectos, su diseño arquitectónico, el concepto que define lo que será la arquitectura, sin excepción, son contratados por Bouygues Batiment International a arquitectos o firmas de arquitectos extranjeros, principalmente franceses. Negocio redondo, y cerrado. Vale puntualizar que junto al lastre profesional que representa para los arquitectos cubanos, excluidos de su rol creativo, el Estado Cubano paga en divisas montos elevados a los arquitectos foráneos, que podría invertir en potenciar las capacidades tecnológicas propias en las empresas de proyectos, y mejorar los salarios.
Las máximas autoridades cubanas no se preocupan por el hecho de que ningún arquitecto cubano —por más de veinte años— haya sido invitado como diseñador, ni que se haya convocado un concurso público (como es casi obligatorio en Francia por ejemplo) para seleccionar al mejor equipo proyectista, cubano o foráneo, para seleccionar la mejor idea. Bouygues Batiment International goza tranquilamente del monopolio sobre esta actividad en Cuba, que no en Francia.
Las máximas autoridades cubanas no se preocupan por el hecho de que la mejor capacidad creativa de los arquitectos cubanos, a cuya formación universitaria se destina cuantiosos recursos humanos y materiales, sea una inversión perdida. Y que emigren desmotivados.
¿Cuál será el legado arquitectónico futuro de la nación, si el más notable de los programas inversionistas, el hotelero, excluye por décadas la participación de los arquitectos cubanos?
Cuando se habla del patrimonio cultural construido identificamos en él la mejor herencia urbanística y arquitectónica, aquellas edificaciones, conjuntos y zonas urbanas que nos transmiten desde el pasado las mejores prácticas creativas y de pensamiento innovador y renovador de sus respectivos períodos históricos. Así nos enorgullecemos del Centro Histórico de La Habana Vieja que en su diversidad agrupa los exponentes de la Colonia, o los eclécticos barrios como Centro Habana, o El Vedado y Miramar en su tránsito hacia la modernidad. La Habana exhibe orgullosa joyas monumentales de esa arquitectura, fruto también de arquitectos, ingenieros y constructores cubanos y foráneos, de los mejores, sin discusión.
La producción hotelera actual muestra una visión simplista en ese aspecto.
¿Por qué no es preocupación del Estado cubano como parte del "ideario cultural humanista de la Revolución Socialista" perpetuar el patrimonio cultural heredado con una producción arquitectónica de valor, trascendente, auténtica?
La producción hotelera actual muestra una visión simplista en ese aspecto, indiferente, la meta es fabricar más y más habitaciones a un costo rentable para el negocio. La arquitectura da igual, mientras respalde esos parámetros.
Los nuevos hoteles en su generalidad van atrofiando la escala perceptiva del paisaje urbano, pues al responder a un elevado número de habitaciones como condicionante, su volumetría crece hasta romper las proporciones que debería respetar con su entorno. Así, en un sobrevuelo de dron sobre La Habana, son evidentes estos mastodónticos edificios imponiéndose en sus locaciones.
A La Habana, por años, sus mejores estudiosos le han tratado de evitar la "Miamización o Panamización" constructiva, que no significa que se dejen de construir nuevos edificios, significa que se tengan en cuenta los parámetros urbanos que garanticen el balance entre "La Habana real maravillosa" heredada, y sus nuevos desarrollos.
¿Por qué se desarticuló el rol del Grupo para el Desarrollo Integral de la Ciudad (GDIC) con su gran Maqueta de La Habana como instrumento de prueba y validación del crecimiento de la ciudad? ¿Por qué se habla de desarrollo urbano sostenible, mientras los nuevos hoteles lo ignoran?
Este nuevo hotel, Grand Aston Habana, pronto será titular con su inauguración.
Su equipo proyectista tiene sobradas razones para celebrarlo. ¡Felicitaciones!
En nuestras empresas de proyectos, a las que corresponde desarrollarlos ejecutivamente, se dedica conocimiento y creatividad por arquitectos e ingenieros para solucionarlos y construirlos correctamente. Los habaneros y visitantes ya se congratulan con otro atisbo de modernidad, de deslumbrante brillo frente al mar. Que no nos impida ver tras sus destellos. La Habana no espera.
Sé que el ejercicio docente ha tenido un peso considerable en tu pluralidad profesional. ¿Cómo llevas ese trascendental rol de “construir” los cimientos de tantos futuros especialistas? ¿Se ha revertido esa enseñanza?
Mi vocación docente me ha acompañado siempre; quizás porque mi madre fue profesora de historia, y porque tuve excelentes maestros, aprendí desde niño a disfrutar compartir lo que sabía.
Aunque a lo largo de toda mi carrera profesional he mantenido esa actitud, ya sea adiestrando jóvenes recién graduados en mi equipo de proyectos, o durante sus prácticas de producción, y tutorando trabajos de diploma; no fue hasta el 2007 que acepté incorporarme como profesor adjunto al Departamento de Diseño de la Facultad de Arquitectura en la CUJAE.
Pienso que la enseñanza del diseño arquitectónico requiere no sólo de una sólida formación académica, teórica, intelectual; sino también de un bagaje conformado a partir del propio ejercicio proyectual-constructivo, del dominio práctico aprendido al hacer la obra y, en adición, de una constante actualización cultural, no solo en el ámbito de la profesión. El arquitecto que es proyectista vive en constante aprendizaje; ese pensamiento deben entenderlo y asumirlo los estudiantes durante su formación.
Impartí talleres de diseño de edificios de mediana complejidad, o edificios altos, en tercer año de la carrera; una asignatura fascinante, pues los estudiantes se enfrentan a un grado de mayor exigencia, con un programa académico muy bien concebido, y un colectivo de profesores con gran empatía encabezado por Joiselén Cazanave, del que obtuvimos excelentes ideas para los principales lotes de El Vedado que prevén la posibilidad de edificios en altura. Tan creativos y sólidos conceptualmente, que eliminarían en concurso a los proyectos foráneos de hoteles que se construyen.
Así mismo, he disfrutado los talleres que en cuarto año adentran a los futuros arquitectos en un manejo más integral de la profesión, al abordar, desde el previo ejercicio del urbanismo, la rehabilitación arquitectónica de edificios históricos de valor, y la nueva obra, con un alcance que los adentra en el interiorismo y paisaje urbano. Una polifacética asignatura, conducida entonces por Mabel Matamoros, a quien agradezco su invitación. En estos talleres me resultaba interesante el intercambio de ideas con los alumnos, a partir del análisis de mis propios proyectos realizados, como el hotel Telégrafo, en Prado y Neptuno, cuya concepción al rescatar un edificio histórico en ruinas, enfatiza en la convivencia contemporánea, innovadora, de lo viejo y lo nuevo; que es en definitiva mi postura como arquitecto: el rescate de valores preexistentes y la continuidad contemporánea de la arquitectura, en armonía.
Tuve una experiencia de la que mucho aprendí con el profesor Enrique Fernández en su taller de la Manzana Piloto. Este término se aplica a una visión urbanística desarrollada por él a partir de un estudio en Centro Habana, que promueve el enfoque de la regeneración urbana de la ciudad histórica, limitando el crecimiento expansivo. Es esta una visión válida para salvar la ciudad heredada y desarrollarla, que aún aguarda por su implementación.
Por limitaciones personales de salud, recesé de los talleres en 2016, y mantengo la tutoría de trabajos de diploma a partir de las temáticas que me proponen los propios estudiantes. Y ha sido tan diverso, que me ha permitido hacerlo en cotutoría con valiosos expertos en varias ramas del saber del urbanismo y la arquitectura.
La Facultad de Arquitectura debe ser potenciada como laboratorio de la ciudad.
No recuerdo los nombres de todos los alumnos, olvido rostros; pero sin dudas atesoro las más ricas vivencias y satisfacciones con ellos, el reto de cumplir con sus expectativas, el logro de un proceso de aprendizaje expresado en una buena idea, como antesala de la futura práctica, que es un paso más hacia la madurez.
Creo que la Facultad de Arquitectura debe ser potenciada como laboratorio de la ciudad, creo que la realidad demanda mayor conexión con los problemas urbanos, con el patrimonio, con la carencia de una nueva arquitectura que trascienda. Creo también, y lo he defendido, que la escuela de arquitectura debe establecerse en la ciudad; los estudiantes, por las carencias económicas, no viajan a conocer sitios históricos, por lo que están muy limitados en su convivencia con la ciudad. Creo que deben hallarse vías flexibles de fortalecer el claustro, el fenómeno del envejecimiento también afecta.
He sido partidario, y agradezco a mis jefes que me lo hayan permitido, de insertar tempranamente en los equipos de proyecto a los estudiantes, es un factor determinante en la formación de pregrado, y motiva. En varios de mis proyectos recientes, como la adaptación del cine Mara en Santos Suárez para la sede del Ballet Español de Cuba, mis colaboradores fueron varios estudiantes de cuarto año.
Tal práctica, que funcionaba muy bien en las firmas de arquitectura, iba preparando de la mano de los maestros consagrados a sus relevos; también se aplicó en los sesenta y setenta en las grandes obras de la Revolución, y así debería ser.
Siendo superficiales, para matar esto a la manera tradicional y que quede bonito, te podría preguntar algo así como: ¿qué futuro le auguras a la arquitectura y el urbanismo en Cuba…? Pero nos tirarían tomates y arruinaríamos la honestidad de este encuentro. En su lugar, te pregunto: ¿qué nos estamos perdiendo en cuanto a tecnología, intercambio profesional e intelectual, con la asfixia que experimentan a nivel de realización sectorial e individual los ingenieros, arquitectos y urbanistas? ¿Se perdió para siempre el prestigioso Colegio Nacional de Arquitectos de Cuba?
A 106 años de fundado el Colegio de Arquitectos de La Habana se reiteran similares preocupaciones. En un acta fundacional se planteaba: "Constituidos en sesión los señores que al margen se expresa, ocupa la presidencia, a ruego de los presentes el Sr. Gabriel Román Casals, el que expone el motivo de la citación, haciendo notar la desairada situación que se encuentran los profesionales arquitectos con respecto a las obras que se ejecutan en esta ciudad y las deficiencias técnicas y artísticas de que adolece la casi totalidad de ellas y entiende que es conveniente, tanto para los profesionales arquitectos como para el embellecimiento de nuestra capital y garantía de los propietarios, procurar que las obras que se construyan en lo sucesivo, tengan una verdadera dirección facultativa en la consecución de esos fines, constituyendo una asociación (COLEGIO DE ARQUITECTOS) que vele por el cumplimiento de las leyes vigentes y mayor prestigio de la profesión".
En el artículo "Panorama actual de la arquitectura cubana", en coautoría con Humberto Ramírez para la Edición no. 19, 2021, de la revista Artcrónica de las Artes Visuales Cubanas , dedicado a la arquitectura cubana, abundo suficiente al respecto; de hecho, es casi la respuesta a tu pregunta. Voy a sustraer un breve fragmento, en el que cito las palabras del Doctor Eusebio Leal Spengler en el acto de homenaje póstumo a Mario Coyula Cowley, realizado en la UNEAC. En él . decía Eusebio sobre Coyula:
…consideraba que la barbarización de la arquitectura, la pérdida de los espacios, el olvido del papel del arquitecto en la sociedad como un elemento de cultura fundamental para dirigir y bien dirigir lo que se hace, era muy importante. [Coyula] no creía en ninguna institución fallida ni superficial, que emitiese licencia para realizar una u otra obra, generalmente en las cuales se resuelven los problemas sobornando al interesado. Él creía, como se cree en otros lugares, en una Orden de Arquitectos. Él creía en el prestigio de la arquitectura cubana que tantos valores acumuló a lo largo de siglos y, de lo cual, no solo [es ejemplo] la esplendorosa Habana, hoy cubierta por un velo de decadencia, apenas rasgado en algunos puntos. Él creía que cada parte de Cuba había expresado una forma original de su arquitectura, de su arte constructivo, de sus formas de hacer y actuar. Creía en lo vernáculo, pero creía también en los nuevos materiales.
Esta realidad es compleja y son múltiples los factores que inciden en el actual estado de cosas, desde la percepción simplificadora de los inversionistas y constructores, que esgrimen criterios presupuestarios para no involucrarse en soluciones de diseño que “compliquen” su posterior ejecución, dando como resultado edificios desprovistos de confort ambiental, hasta la propia calidad constructiva. Con los recursos materiales y profesionales disponibles es posible encontrar soluciones racionales y estéticamente aceptables. No son sólo las limitaciones de recursos constructivos las que fallan. Se ha normalizado una visión plana y mutilada del rol de la arquitectura en la sociedad, que la relega a un plano de menor valor en el panorama cultural, eximiéndola de sus aportaciones para el bienestar colectivo. Todo este manejo sucede ante la silenciada expectativa de formidables y competentes profesionales graduados en Cuba.
Continúan proliferando, sin gracia, la improvisación, lo primitivo o lo grotesco.
Frente al estancamiento que hemos padecido, y padecemos, los derroteros de la arquitectura del patio se debaten entre la rica tradición que hemos heredado secularmente y las influencias foráneas de la tercera década del siglo en curso. Luego de años de intermitencia, de producción restringida de proyectos de calidad, ¿cuáles deberían ser los referentes de la proyección arquitectónica: el legado colonial, el republicano ecléctico o moderno, el futurismo de Dubai? Basada en sus valores tradicionales y en la competitividad por mejores resultados, considerando una correlación de factores socioculturales, deberá vislumbrarse para nuestra arquitectura un panorama más objetivo, sobre todo porque se reiteran los mismos retos. Nuestras ciudades son portadoras de centenarios legados y formidables plazas culturales, pero apenas se han salvado segmentos de sus cascos históricos, por lo tanto, peligran otros. Continúan proliferando, sin gracia, la improvisación, lo primitivo o lo grotesco. Al eclipsarse el rol integral de la Arquitectura, persisten el vacío creativo de las décadas recientes y la ausencia inadmisible de sus ejecutorias.