La Mostra Internazionale d'Arte Cinematografica, uno de los tres festivales de cine más importantes del mundo junto a los de Cannes y Berlín, acoge desde el 30 de agosto hasta el 9 de septiembre de 2023 su octogésima edición. En esta oportunidad, el cubano Ernesto Daranas presenta su documental Landrián, dedicado a la vida y obra de una figura indispensable del séptimo arte en la Isla. Su génesis, consagración, martirio y éxodo, todo en una misma pieza.
La obra de Daranas, uno de los cinco documentales finalistas en esta Mostra, sigue la línea de otras tres piezas cinematográficas producidas con anterioridad y dedicadas a Nicolás Guillén Landrián. Café con leche (2003), de Manuel Zayas, El fin pero no es el fin (2006), de Jorge Egusquiza Zorrilla y Recordando a Nicolasito (2013), de J. Manuel L. Herrera, gran amigo del cineasta.
Guillén Landrián, sobrino del poeta con quien compartía nombre y apellido, fue expulsado en 1972 del ICAIC, después de haber dirigido documentales como En un barrio viejo (1963), Ociel del Toa (1965) o Retornar a Baracoa (1966), clásicos de la documentalística cubana. Fue censurado y hostigado por el gobierno hasta 1989, cuando finalmente le permiten abandonar el país junto a su esposa. Falleció en Miami en 2003 a causa de un cáncer de páncreas. A pesar de todo, sus restos descansan en el Cementerio de Colón.
Daranas, director de filmes tales como Los dioses rotos (2008), Conducta (2014) o Sergio y Sergei (2017), hace uso de los testimonios de Gretel Alfonso, viuda de Landrián, y de Livio Delgado, encargado de la fotografía en varias de sus piezas iniciales. Asimismo, plantea un recorrido por su devenir artístico, con énfasis en la evolución de su estética, considerada por muchos como audaz, renovadora y de gran repercusión en las generaciones siguientes.
¿Qué hizo Daranas (para merecer esto) y cuál ha sido su influencia?
"Con esto la cultura cubana y el ICAIC saldan una deuda con el creador, cuya cinematografía, de altos quilates vanguardistas, constituye valioso botín patrimonial", señalaron en un artículo de Cubarte a raíz del anuncio de la presentación de Landrián en Venecia.
El cineasta y crítico José Luis Aparicio, por su parte, resume de la siguiente forma la "leyenda" del "realizador maldito": "Su mito incluye cárcel, granja de trabajo, locura y electroshocks, como una serie de paradas obligatorias en el recorrido del antihéroe".
Custodiado de cerca por el cineasta oficialista Santiago Álvarez, al que tampoco se le pude negar su genialidad, Landrián debió dedicarse a trabajos de marcado carácter propagandístico. Aun así, supo desarrollar una obra paralela a esta en contenido y enfoque, algo que le valió el repudio de las instituciones cubanas.
Lo acusaron de desviación ideológica y fue enviado a trabajar a una granja avícola en la Isla de la Juventud. Varias veces sufrió prisión y fue sometido a electroshock en hospitales psiquiátricos, como "tratamiento" para una esquizofrenia adquirida durante su estancia en la Isla de la Juventud.
"Nicolasito es el poeta de la distancia del cine cubano", señala Dean Luis Reyes, "Renuncia al entusiasmo exterior predominante en el cine cubano de su tiempo (...) forzando el objetivo de su cámara del plano general (la Plaza llena, las movilizaciones) al primer plano (las historias individuales, el hombre)".
"La mayor influencia que ha ejercido la obra de Nicolás Guillén Landrián, censurada en su tiempo, es sobre la de los jóvenes realizadores cubanos de hoy en día, desligados ya de la parafernalia de la Revolución y del dogma", afirmó Manuel Zayas, director de Café con leche, primer material sobre la vida y obra de Landrián.