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Política | Por un mundo apolar (I)

Análisis de las teorías de los ideólogos del Nuevo Eje sobre la multipolaridad del mundo: creencias que "deben ser tomadas con seriedad extrema, más allá de una contienda militar, siempre con el riesgo de escalada atómica".

Dugin portando un arma recostado a un tanque de guerra.
Aleksandr Dugin, con una kaláshnikov en Osetia del Sur en 2008. | Imagen: El Confidencial

En la punta de mis lanzas el más caro de mis bienes!

Y todas las cosas iguales en la balanza del espíritu.

Saint John Perse

 

Me preguntó sobre Castro. Dijo que algo estaba ocurriendo en el mundo colonial y aquello me sonó prehistórico. ¿Qué relación tenía Cuba con el mundo colonial que, al menos en lo que respecta a la América hispana, había terminado en el siglo XIX? Pero el rostro de Saint-John Perse, apergaminado, apenas tocado por los años, con el bigote inalterable de siempre, estaba contraído en un solo gesto de inquietud.

Este pasaje de La mala memoria de Heberto Padilla nos introduce en la diversidad de la mirada de dos intelectuales sobre el proceso histórico. Padilla se asombra de que para Alexis Saint Leger Leger, aristócrata de raza más que de dinero, antiguo diplomático del Imperio francés previo a la Segunda Guerra al mismo tiempo, según mi consideración, quizás el mayor poeta del siglo XX, los sucesos de la llamada Revolución Cubana serían unas perturbaciones del mundo colonial que debían inquietar a la persona culta. ¿Prehistórico? Para Perse la historia era Anábasis, materia de mito y motivo de su famoso poema, que Padilla traduciría mal, quitándole el énfasis, como haría también con Shelley. Padilla era un hombre contradictorio, se metía en la candela pero desconfiaba de los signos de admiración. Quería un justo tiempo humano, sin historia y sin mitos. Perse era íntegramente un diplomático francés pacifista que había sido insultado por Hitler en Munich, había sufrido la mayor de las guerras y se había atenido al exilio incluso después de la derrota de sus enemigos. Veía la Historia como las Nieves, Lluvias y Sequías de sus poemas, un performance universal y planetario. Padilla observa su gesto de inquietud como un rechazo. O sería la angustia del caballero que habría querido pelear en todas las aventuras de las civilizaciones, y ahora era, con la edad de su experiencia, un distinguido bibliotecario yanqui.

Colonialistas y colonizados, imperialistas y nacionalistas revolucionarios, fascistas y demócratas, lo supuestamente prehistórico hace setenta años está de regreso con un énfasis indigno de signos de admiración a lo Shelley.

Y en el debate del derecho internacional, se nos propone la tesis del mundo multipolar.

Magnífica etiqueta, ¿verdad? Pues en el mundo contemporáneo aquello que es múltiple, que es variado, que rechaza una autoridad, es justamente simpático.

Y en cuanto al rechazo de la autoridad, qué bien, porque esa teoría pretende enfrentar al imperialismo yanqui, o al otánico pero no a ningún otro imperialismo, que sería el polo único a combatir.

De ahí que los profetas de Telesur, digamos, suspiren por el mundo multipolar.

Hay muchos teóricos y sobre todo muchos políticos en esta onda…

Y asombrosamente, los socialistas de Telesur de repente se ven en el mismo equipo que muchos conservadores de cualquier parte del mundo.

Para descifrar este milagro examinemos la teoría en uno de sus autores más sonados. No por el nivel académico sino por su relación con la geopolítica actual, espantosamente sangrienta.

Revisemos La Multipolaridad.Definición y diferenciación entre sus significados, publicado en katehon.com en 2015 por Alexander Dugin.

El artículo del súbdito de Putin comienza con esta declaración de honestidad: "Desde un punto de vista puramente científico, hasta la fecha todavía no existe ninguna teoría plena y completa de un mundo multipolar". Las teorías científicas, incluso aquellas que exhiben una preciosa completitud interna, como es el caso del marxismo, pueden resultar a la postre perfectamente desastrosas en el exterior de la teoría. Pero al menos pueden reclamar que se ha pensado el asunto con seriedad. Como veremos enseguida, a Dugin no le arredra esa carencia de trabajo intelectual. Le interesa el exterior de la teoría, con teoría o sin ella. Dugin es un ideólogo, no un científico. Está impaciente por conquistar unos objetivos políticos que veremos enseguida. Otro ruso, Pasternak, opinó que el marxismo no podía ser una ciencia porque le faltaba… serenidad. Los criados con leche marxista seguirán creyendo que el criterio de la verdad es la práctica y seguirán desesperados por esos objetivos que jamás conquistarán por ser teóricos en el peor sentido del término: irreales, además de injustos. Con todo, la ideología necesita pasar por ciencia y Dugin establece que "hoy más que nunca es importante dar un paso hacia el inicio de un desarrollo pleno de la Teoría del mundo multipolar, de acuerdo a los requisitos básicos de la erudición académica". Veremos cuán académicamente lo intenta.

Ya se sabe que la academia tiene un polo magnético en la erudición… En la época de Wikipedia, la verdad es que se ha vuelto un polo en decadencia. Dugin se ocupa enseguida de atacar el Tratado de Westfalia de 1648.

En esa fecha se reunieron, después de años de guerras tan ruinosas como estúpidas, las potencias europeas para establecer un orden de derecho internacional: se había agotado el derecho o la ausencia de derecho medieval, basado en el Papa o en el monarca. La uniformización del Sacro Imperio Romano Germánico, siempre cuestionada y violada desde luego, da paso a una paz que se proclama cristiana entre los estados constituidos. Porque ahora existían esos estados estables y centralizados, y no feudos familiares en necesaria hostilidad con lo otros. Se establece que esos estados son soberanos en su territorio y que deben respetar la soberanía ajena en todo momento: detenerse en las fronteras y no inmiscuirse en sus asuntos. Dentro de cada estado no hay más autoridad que la de la jefatura del estado, incluso para las importantes cuestiones religiosas. El Papa y el Emperador quedan descontinuados.

Vean el comentario de Dugin:

Este modelo de Westfalia asume la plena igualdad jurídica entre los Estados soberanos. En este modelo, existen tantos polos de decisión en política exterior en el mundo como Estados soberanos hay. Por inercia, esta norma sigue vigente y todo el derecho internacional se basa en ella.

"Por inercia".

No por razón o por justicia.

No por conveniencia para todos.

La pluralidad de polos debiera entusiasmar a este teórico. Pero Dugin afirma con descaro:

El mundo multipolar difiere del sistema de Westfalia clásico por el hecho de que no reconoce al Estado-nación independiente, legal y formalmente soberano, tener el estatus de un polo de pleno derecho. Esto significa que el número de polos en un mundo multipolar debería ser sustancialmente menor que el número de estados-nación reconocidos (y, por tanto, no reconocidos). La gran mayoría de estos estados no es capaz hoy de proveer su propia seguridad o prosperidad de cara a un teóricamente posible conflicto con la potencia hegemónica actual (los EE.UU.).

"Dugin quiere apoyarse en el realismo y el pragmatismo para sostener su multipolaridad, pero ni la realidad ni el pragma le defienden..."

Si no fuera demoníaco daría risa: la mayoría de los estados actuales provee su seguridad y prosperidad por sí mismos, porque el teóricamente posible conflicto con la potencia hegemónica no se produce. Y no ocurre porque no le conviene a los Estados Unidos, y porque esos países coinciden libremente en mucho, y a veces en todo, con el orden interno y externo de los Estados Unidos. Dugin cree que si un país es aliado de los Estados Unidos es porque le tiene miedo. Incluso aquellos países cuyos gobiernos son militantemente hostiles a esa potencia, como Corea del Norte, Irán o el de La Habana, están perfectamente seguros en sus fronteras por la sencilla razón de que los Estados Unidos y sus aliados están lejos de querer, y sobre todo de necesitar, atacarlos o dominarlos. Dugin quiere apoyarse en el realismo y el pragmatismo para sostener su multipolaridad, pero ni la realidad ni el pragma le defienden. Estados Unidos se ha desentendido de Libia, Siria y Afganistán. En vez de sufrir por eso, se han beneficiado: menos gastos y menos ciudadanos inmolados por ideas absurdas.

Veamos cuán objetiva es la visión histórica de Dugin:

Después de la Segunda Guerra Mundial fue desarrollado el sistema bipolar de Yalta. El mismo continuó insistiendo formalmente en el reconocimiento de la soberanía absoluta de todos los Estados, principio sobre el cual la ONU fue organizada y continuó el trabajo de la Sociedad de Naciones. Sin embargo, en la práctica, aparecieron en el mundo dos centros de toma de decisiones a nivel mundial, los EE.UU. y la URSS. Los EE.UU. y la URSS eran dos sistemas político-económicos alternativos, el capitalismo mundial y el socialismo mundial, respectivamente. Fue así como la bipolaridad estratégica se fundó sobre el dualismo ideológico y filosófico, el liberalismo contra el marxismo.

Lo que se propuso en Yalta no fue un sistema bipolar, como él mismo dice. La bipolaridad absoluta es de hecho muy discutible. Este ruso como que olvida la existencia de China, que pronto desarrolló su propio armamento nuclear, se enfrentó a la Unión Soviética en una guerra y empezó a decidir mucho en Asia, como todo un polo negativo: son buenos ejemplos Corea y Vietnam, y cuando Vietnam desobedeció, lo castigaron. El propio Dugin tiene que mencionar al Movimiento de los No Alineados pero con esta descripción: "algunos países del Tercer Mundo que se negaron a tomar una elección inequívoca a favor del capitalismo o del socialismo". ¿Algunos, Alexander? Más de cien países, la mayoría de la humanidad. Para este ruso son algunos, porque eran pobres y sobre todo porque no son rusos. Tampoco es cierto que todos dudaran de la orientación social y económica: la mayoría nunca renunció a la propiedad privada. Lo que los unía era precisamente la independencia o incluso la oposición a los tres o cuatro polos negativos del momento (Francia, potencia nuclear fundadora de la OTAN, pero a partir de 1966 no integrada totalmente en ella, contaba). Cuando la Unión Soviética invadió Afganistán, incluso el Presidente de los No Alineados, el doctor Castro, tuvo que abstenerse de apoyarla en la ONU, porque el Movimiento estaba masivamente en contra, como lo demostró en la votación. Como contrapeso de la bipolaridad estaba además el movimiento pacifista de los países libres, pero lo que no es estatal y armado está fuera de la consideración de este geopolítico violento.

"En ningún momento hubo ni pudo haber una bipolaridad absoluta y lo que defendió siempre el mundo liberal postcolonial fue precisamente la autonomía de los estados dentro del orden liberal..."

Y por cierto, no era el liberalismo contra el marxismo. El liberalismo es anterior al marxismo. Era el marxismo armado y militante amenazando con la extinción nuclear, como en 1962 en Cuba, contra el liberalismo que defendía y actualizaba las ideas de Westfalia. Las Naciones Unidas es algo muy distinto a la Sociedad de Naciones. El mundo liberal renunció a las colonias, lo que suponía la liberación política de la mayor parte del planeta, ingresó a esos países disidentes en la organización y creó un cuerpo de doctrinas de intención universalista, hijo del cristianismo de Westfalia. En ese empeño brilló la delegación de la República de Cuba que, fiel a su tradición nacional, propuso la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. La República de Cuba votó contra el poder de veto en el Consejo de Seguridad y también contra la creación del Estado de Israel: es decir, no se alineaba con los Estados Unidos. Coincidía, que es otro asunto. En ningún momento hubo ni pudo haber una bipolaridad absoluta y lo que defendió siempre el mundo liberal postcolonial fue precisamente la autonomía de los estados dentro del orden liberal, que es lo que le conviene al capitalismo y a la democracia. Esa independencia abarca también a las orientaciones digamos filosóficas. Los islamistas crearon su propia Declaración y continúan desde luego en la ONU.

El académico Dugin a veces se acerca a la verdad histórica, con resultados divertidos, que subrayo:

Un mundo multipolar no es un mundo bipolar (tal y como lo conocíamos en la segunda mitad del siglo XX), porque en el mundo de hoy no hay ningún poder que pueda resistir sin ayuda de nadie el poder estratégico de los Estados Unidos y los países de la OTAN y, además, no hay una ideología generalizadora y coherente capaz de unir a una gran parte de la humanidad en una fuerte oposición ideológica a la ideología de la democracia liberal, el capitalismo y los “derechos humanos”, sobre la que los Estados Unidos basan ahora una nueva hegemonía única. Ni la Rusia moderna, ni China, ni la India, ni ningún otro estado puede pretender ser un segundo polo en estas condiciones. La recuperación de la bipolaridad ideológica es imposible debido a razones ideológicas (el final del atractivo popular del marxismo) y técnico-militares. En cuanto a estas últimas, los EE.UU. y los países de la OTAN tomaron tanto la delantera durante los últimos 30 años que la competencia simétrica con ellos en las esferas estratégico-militar, económica y técnica, no es posible para un solo país.

Obsérvese que la intención de la multipolaridad no es ampliar el derecho internacional, sino enfrentar juntos al enemigo, que ya se define como algo más que el polo estadounidense: la OTAN. Para un ruso Europa es una península de Rusia Dugin es un profeta del Partido Eurasia, qué casualidad, y las armas atómicas del Reino Unido y Francia son solo comparsa de las norteamericanas. Al mismo tiempo reconoce que no hay alternativa a la ideología liberal que es un invento yanqui para dominar el mundo. Las revoluciones de 1642 en Gran Bretaña y de 1789 en Francia quedan fuera de su erudición (porque nunca significaron nada en Rusia). El marxismo tuvo, ay, un atractivo popular, pero la democracia no. Dugin le reconoce al mundo democrático una superioridad económica, técnica y militar. No se le ocurre que esa superioridad es en mucho resultado del orden democrático, y que ese orden ha sido siempre contagioso, porque hace libres y prósperos a esos pueblos. Ni siquiera cuando un soplo de ese contagio destruyó desde adentro a su país natal, la Unión Soviética, este señor se pregunta si la idea democrática es un invento yanqui o un patrimonio glorioso de toda la humanidad. Aunque luego afirma: "Occidente es la matriz donde se formó históricamente el sistema establecido de valores y normas que actualmente se considera como el estándar universal para todos los demás países del mundo". Ah, ya no es Estados Unidos ni la OTAN, sino todo Occidente, un concepto cultural que no se atiene a la geografía (Japón, Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur, Taiwan. Y hasta cierto punto Singapur, India, Indonesia y Malasia). Dugin no responde a la interrogante de por qué ese sistema de valores ha alcanzado semejante chance de universalidad. Tampoco indaga si es imposible o inmoral que ese sistema sea declarado universal en este momento histórico. No hay una Física rusa y otra japonesa. ¿Por qué no puede haber un orden social científicamente óptimo para toda sociedad humana, en cada época de la historia? Tampoco le inquieta combatir un sistema que de ser adoptado universalmente pudiera garantizar la paz mundial sin polos y sin teorías. Ni nos explica cómo vamos a entendernos y convivir con países no universalistas, que quieren imponernos su peculiaridad. No puede haber nada universal, sino la universalidad de siempre de la fuerza bruta.

Y claro que aquella posibilidad encandila a muchos. El proyecto del mundo no polar es apoyado por una serie de grupos políticos y financieros muy poderosos, desde los Rothschild hasta George Soros y sus fundaciones. Es lo que los conservadores llaman la maldita agenda globalista, que quiere acabar con el perfume del petróleo y está dirigida por pedófilos y homosexuales. Dugin reseña las teorías del mundo no polar, a las que considera fuera de toda realidad:

El mundo multipolar no se puede combinar con el modelo de mundo no polar, porque no acepta la validez del momento unipolar como preludio de un futuro orden mundial, ni la hegemonía intelectual de Occidente, la universalidad de sus valores, ni la dispersión de la toma de decisiones en la multiplicidad planetaria independientemente de la identidad cultural y de civilización preexistente.

Los dos primeros argumentos son tan débiles que dan lástima, pero hay sinceridad en el último: "dispersión de la toma de decisiones". A Dugin le preocupa que los países actúen según Westfalia, de acuerdo con sus propios criterios soberanos… Está en contra de una hegemonía occidental, pero no quiere una no hegemonía… La libertad de las naciones es peligrosa. La hegemonía hace falta. La hegemonía de Dugin es imprescindible.

Por eso, cuando más adelante resume su teoría, podemos reírnos de su primer apotegma: "El mundo multipolar es una alternativa radical al mundo unipolar". En realidad pretende sustituir una hegemonía por otra, no necesariamente mejor ni más realista como veremos enseguida. Pues ¿quiénes integrarían esa aristocracia global?

Estos centros deberían estar suficientemente equipados y ser económica y materialmente independientes para poder defender su soberanía frente a una invasión directa por parte de un enemigo potencial a nivel material, y la fuerza más poderosa en el mundo de hoy debe entenderse como tal amenaza. Este requisito se reduce a ser capaz de soportar la hegemonía financiera y estratégico-militar de los Estados Unidos y los países de la OTAN.

O lo que es lo mismo, esos polos no tienen el propósito de mejorar las relaciones internacionales ni la vida de sus pueblos, sino solamente enfrentar militarmente a Occidente. Porque:

Estos centros de toma de decisiones no deben aceptar el universalismo de los estándares, normas y valores occidentales (democracia, liberalismo, libre mercado, parlamentarismo, derechos humanos, individualismo, cosmopolitismo, etc.) y pueden ser totalmente independientes de la hegemonía espiritual de Occidente.

Deben, pueden. ¿Quiénes deben y pueden? China, Corea del Norte, Irán.

Y, finalmente, la joya de la corona:

El mundo multipolar no considera seriamente la soberanía de los estados nación existentes.

O lo que es lo mismo, esta hegemonía de un grupo de países poderosos se reserva el derecho de acabar con la soberanía de cualquier estado que estorbe a sus planes.

"Ya hubo un multipolo antidemocrático militante, integrado por el Tercer Reich, el Reino de Italia y el Imperio del Japón"

Es interesante que la novísima erudición académica rusa olvide el detalle de las potencias del Eje.

Ya hubo un multipolo antidemocrático militante, integrado por el Tercer Reich, el Reino de Italia y el Imperio del Japón.

En efecto, no se tomaron seriamente la existencia de Polonia o la Unión Soviética, entre otros.

Y les costó caro.

En el modelo más público, aunque no púdico, está la alianza BRICSA.

Pero Brasil, India y la Argentina, ¿deben y pueden?

¿Brasil y Argentina le darán órdenes a Uruguay? La democracia uruguaya pudiera dar orientaciones a esos dos grandes países.

India tiene conflictos territoriales con China. Y ni hablar con Pakistán, dotado también del arma atómica.

Una opción imperialista sería entonces la de Sudáfrica, rodeada de algunas naciones débiles. Pero un conflicto interafricano terminaría muy mal. No hay indicios de que ese país quiera suprimir ni siquiera a Lesotho. Varios países subsaharianos empiezan a crecer por la vía del capitalismo. Meterse con Nigeria, Senegal, Botsuana, Kenya, resulta poco recomendable. África es el continente de este siglo. No sabemos cómo se manifestará pero, dentro de la Unión Africana, un imperialismo fascista resulta más utópico que la construcción del socialismo. Por el contrario, la alianza y hasta la unión política de varios países africanos, con el modelo de la Unión Europea en mente, está en marcha.

Entonces, este trasnochadísimo rechazo de la soberanía de las naciones supuestamente débiles, ¿es una opción imaginativa o un dislate teórico?

El artículo es publicado en 2015, cuando Rusia acaba de tragarse a Crimea.

Porque desde luego que toda esa bazofia retórica es el patético esfuerzo de implantar la soberanía de Rusia en el mundo, con un conjunto de países que la apoyen en sus delirios, y que en estos momentos se reduce a Irán, Corea del Norte y en menor medida China. Incluso Kazajistán, cuyo gobierno sigue en el poder gracias a la ayuda rusa, se ha distanciado. Es un país enorme y débil y muy orgulloso que sería tragado otra vez por Rusia en cualquier momento.

Irán quiere tragarse a todo Medio Oriente, o por lo menos destruir a Israel. Fabrica el arma atómica.

Corea del Norte quiere tragarse al Sur. Ha creado su bomba y prepara los misiles.

China desea tragarse los microchips de Taiwan, y sigue imperializando a uigures y tibetanos y a la ciudad de Hong Kong.

Una mezcla de fascistas rusos, chiitas y comunistas constituyen el Nuevo Eje.

Sostenido por Dugin y otros profetas, Rusia decidió en 2022 que no había que respetar la falsa soberanía de ese títere de la OTAN conocido como Ucrania.

Siguen sin haberse enterado de que Ucrania existe.

"...estas teorías de los ideólogos del Nuevo Eje deben ser tomadas con seriedad extrema, más allá de una contienda militar siempre con el riesgo de escalada atómica"

Miles de rusos están muriendo por semejante debilidad visual.

Ahora bien, estas teorías de los ideólogos del Nuevo Eje deben ser tomadas con seriedad extrema, más allá de una contienda militar siempre con el riesgo de escalada atómica.

En un próximo artículo seguiremos contestando a este peligro.

Rafael Almanza

Rafael Almanza

(Camagüey, Cuba, 1957). Poeta, narrador, ensayista y crítico de arte y literatura. Licenciado en Economía por la Universidad de Camagüey. Gran Premio de ensayo “Vitral 2004” con su libro Los hechos del Apóstol (Ed. Vitral, Pinar del Río, 2005). Autor, entre otros títulos, de En torno al pensamiento económico de José Martí (Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1990), El octavo día (Cuentos. Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 1998), Hombre y tecnología en José Martí (Ed.  Oriente, Santiago de Cuba, 2001), Vida del padre Olallo (Barcelona, 2005), y los poemarios Libro de Jóveno (Ed. Homagno, Miami, 2003) y El gran camino de la vida (Ed. Homagno,Miami, 2005), además del monumental ensayo Eliseo DiEgo: el juEgo de diEs? (Ed. Letras Cubanas, 2008). Colaborador permanente de la revista digital La Hora de Cuba, además de otras publicaciones cubanas y extranjeras. Decidió no publicar más por editoriales y medios estatales y vive retirado en su casa, ajeno a instituciones del gobierno, aunque admirado y querido por quienes lo aprecian como uno de los intelectuales cubanos más auténticos.

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