Yo compraba Novedades de Moscú para enterarme de cuál era la cartelera del Bolshoi. A veces miraba cuán fresca era la temperatura allá, mientras aquí nos asábamos. Novedades... era un portento: un conjunto de páginas impresas en donde todo era uniformemente sabido, inútil y gris. Incluso como papel de inodoro parecía duro, inservible.
Luego empezaron a llegar de veras novedades de Moscú, de un golpe el periódico fue leído por todo el país, y finalmente La Habana se hartó de su popularidad y lo prohibió junto con Tiempos Nuevos, otra juventud que comenzaba a ser. ¿Dónde estaban antes esos periodistas ágiles, esos intérpretes de la historia, esos modeladores del futuro? ¿Leyendo al conde Tolstoi? Y sobre todo, ¿dónde están ahora?
La elección de un jugador designado en sustitución del lanzador suele ser, en béisbol, la oportunidad de sustituir a un bateador débil por uno hábil. Pero cuando me preguntaron, en el taller de Tania Bruguera, si el acontecimiento del año era el nuevo ejecutivo, dije que lo sería la llegada de Internet. Lo que jamás pude sospechar, aunque yo mismo llevaba ya años escribiendo y publicando periodismo, era la tremenda explosión del periodismo independiente cubano, como si viviera aquí, con décadas de atraso, la experiencia de unas novedades soviéticas. Pues lo que en décadas anteriores era, salvo excepciones, un heroico y minoritario periodismo político de noticias y consignas, estallaba ahora en todos los géneros y posibilidades del periodismo occidental, y con un número notable de jóvenes repletos de brío cívico y de habilidades intelectuales.
Nunca es tarde, dice el refrán. La dicha buena de la recuperación de nuestro periodismo es un síndrome de la resurrección nacional, que necesariamente debía comenzar por los mejores dotados para la expresión, el pensamiento y la responsabilidad. No hay país libre sin periodismo libérrimo. Téngase en cuenta que nuestros dos Padres, Varela y Martí, fueron periodistas del más alto rango. Fundaron periódicos y revistas para fundar la patria. Nuestro periodismo del XIX, no sólo el político, exhibe una riqueza y una grandeza aún por evaluar: una polémica sobre la filosofía de moda en Europa podía apasionar a los lectores de entonces, en un país de negros, mulatos y blancos analfabetos. En la República el periodismo en libertad amplió el rango de los temas y creó una pléyade hoy casi olvidada: el genio del joven liberal Fernando Ortiz; el don del reportaje, la prosa exquisita y la preocupación cívica de José Manuel Poveda; la agudeza y el rango de Guy Pérez Cisneros; la opinión contracorriente de Mariano Aramburo; la reflexión conservadora de Gastón Baquero. Raúl Roa defendía criterios socialdemócratas y antisoviéticos. Carlos Rafael Rodríguez y Mirta Aguirre publicaron entonces sus mejores páginas. Desgraciadamente, el pueblo de blancos, mulatos y negros por alfabetizar cívica y políticamente, escupió sobre este legado y se echó en manos de la estulticia, la violencia, la mentira y la dictadura, hasta hoy.
"...nuestro periodismo ha creado sus propios medios, incluso dentro del país, desafiando a las autoridades y con recursos escasos e inestables"
Pero nuestros tiempos son ahora realmente nuevos y nuestras novedades jamás serán soviéticas. Aquellos rusos escribían en las publicaciones oficiales, intentando reanimar esos cadáveres: nuestro periodismo ha creado sus propios medios, incluso dentro del país, desafiando a las autoridades y con recursos escasos e inestables. Los rusos no tenían más tradición que la de su fracasado marxismo: nosotros disfrutamos la del glorioso pensamiento nacional liberal y patriótico. Ellos no podían saltar a la libertad sin quedarse sin orgullo nacional y sin personalidad definida, y de ahí el retorno al zar Putin y sus ambiciones imperiales. Para nosotros, practicar la libertad es, con la bendición de nuestros Padres, encontrarnos a nosotros mismos. Empezar a ser lo que somos, sin necesidad de novedades extranjeras.
Desde luego, me refiero a la línea central de nuestro periodismo independiente. No todo es joya en él, y esperarlo o pretenderlo sería desconocer la flaca naturaleza humana. Hay una razón buena para el florecimiento del periodismo pobre o negativo, y es su carácter masivo. Gracias a las redes, cualquiera puede publicar, y es bueno que así sea: otra cosa es que sea útil o que valga la pena leerlo. A la machacona propaganda estatal, algunos pretenden una respuesta simétrica y errónea. Por otro lado, la necesidad de expresarse, de usar el criterio propio a cualquier precio, incluso el de hacer daño, es inevitable en personas que están asfixiadas por décadas, incluso vitaliciamente, por el gregarismo y la censura; y que desconocen la existencia de líderes del pensamiento socialmente reconocidos e inobjetables, que establecen un paradigma de comunicación en otras latitudes. Resulta indispensable que cada cual pueda decir lo que piensa; pero sería mejor que primero nos esforzáramos en pensar con ilustración y responsabilidad, más allá, o más adentro de la urgencia de reaccionar con la palabra ante los datos descorazonadores de la realidad.
Tampoco puede pretenderse que el periodismo resuelva o siquiera detecte todos los problemas de información o proyección social. O que sus cumbres estén al alcance de todos. Pero su función en la reconstrucción del alma nacional y de sus institutos políticos y sociales es ahora más necesaria que nunca, precisamente porque faltan esos institutos y el alma nacional está averiada. Leer, releer y considerar una y otra vez el periodismo que ahora tenemos como un recurso excepcional ante nosotros, es un factor de ilustración personal y de salvación social. Ninguna persona culta, nadie que se respete debiera perder esta oportunidad de crecimiento.
"Lo mejor del libro es presentarnos este abanico de bellas personas, esta asamblea de cubanos buenos, patriotas probados..."
Es lo que ha entendido Mario Ramírez Méndez en este libro que merece la atención de todos. Al antologizar nuestro periodismo independiente publicado en solo un año, establece una iniciativa de anuario que debiera ser apoyada y mantenida. El periodismo, incluso el reflexivo o de opinión, pues este es el caso, está sometido a la inmediatez del tiempo. Y también a su inspiración. Ir clasificando y archivando sus resultados, de acuerdo desde luego con el juicio del compilador, será luego una poderosa herramienta de estudio y ayuda ahora a no extraviarnos en la multitud de textos y a valorar la variedad de la opinión nacional calificada, y también, lo que es todavía más importante, su coherencia. Pues el cubano padece de asocialidad por siglos. El vicio de creerse único, y hasta de tratar de hacerse único ignorando al prójimo, abre las puertas a los dictadores de cualquier clase, incluyendo a los déspotas del criterio intelectual. Lo primero que destaca en esta antología es el patriotismo de los periodistas, empeñados en enfrentar la amarga realidad del socialismo con valentía y con responsabilidad. Mario Ramírez ha procurado además representar la variedad de edades, géneros y temas de los periodistas antologados: desde el decano del periodismo independiente, el católico Dagoberto Valdés, hasta los más jóvenes, entre los que se incluye. Cuatro nombres femeninos prestigian el libro. El problema del racismo es abordado por un joven negro de la izquierda democrática. Un conocido escritor gay nos regala un momento de humor amargo. Lo mejor del libro es presentarnos este abanico de bellas personas, esta asamblea de cubanos buenos, patriotas probados, que debiera curarnos de la desconfianza, el sobreaprecio, la soberbia y las continuas lamentaciones acerca de lo pobrecitos que somos como pueblo. Ni mejores ni peores que otros. Pero eso sí, es hora de valorarnos, de educarnos mutuamente, y de respetarnos como factores de democracia y como constructores de patria.
Pues si algo destaca en esa reflexión colectiva es la preocupación por ir más allá de las denuncias de las miserias del socialismo, siempre necesarias pero que ya conocen de sobra aquellos que tienen ojos para ver. Urge pensar cómo enfrentar la construcción de la democracia en Cuba. La idea de que basta eliminar el poder soviético aquí para que seamos al fin libres y dichosos, es más peligrosa que una solemne tontería. La miseria del mayimbato obliga al pueblo cubano a hacer lo que ni siquiera ocurrió en Polonia: acabar con el socialismo exclusivamente desde abajo. Tal vez sea una bendición difícil: yo solo creo en la democracia desde abajo. Y solo esa democracia sería estable y efectiva en Cuba. Pero los obstáculos son de espanto. El socialismo deja unas huellas de depravación en la conciencia de los ciudadanos, capaces de torcer el rumbo de la nación en forma perversa y sostenida. Véase como la perestroika, revolución para que los comunistas se convirtieran en burgueses, ha terminado en un zarato. En Polonia y Hungría el despotismo se ha convertido en popular. China ha creado un eficiente monstruo capitalista sin una gota de democracia. Cualquiera de esas naciones partía de unas condiciones sociales mucho más propicias a la democracia, que las que encontramos en Cuba hoy.
Necesitamos un tiempo verdaderamente nuevo, con novedades que nos lleguen desde Dos Ríos. En este inmenso y recio desafío que enfrentamos la opinión independiente tiene su tarea asegurada. Mario Ramírez nos invita a cumplirla.
Esta semana La Opinión independiente: Antología del pensamiento en la prensa libre cubana (2022) fue presentado en la Sala Ernesto Sábato (Pabellón Azul) en Argentina en el marco de la Feria del Libro de Buenos Aires, contando con la participación de Mario Ramírez y la presentación de Luis Alberto Mariño Fernández, y organizado por Cultura Democrática.