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Cicatrices de la palabra en libertad

Encapuchado en la galería. Foto: Rafael Vilches
Imagen: Rafael Vilches Proenza

“La poesía visual contemporánea es una consecuencia de la necesidad de libertad”, leemos en el texto de Rafael Almanza que sirve de presentación para Cicatrices, la exposición de poesía visual de Francis Sánchez inaugurada en la noche del miércoles 18 en la galería independiente El Círculo.

“La libertad bajo palabra se atrevió a la palabra en completa libertad”, sigue diciendo Almanza: “Tal vez sea este el mayor triunfo de las posibilidades de la poesía en siglos, y estamos apenas entrando en esa época”.

Si hay algo de cierto en que resulta imposible definir (reducir) el concepto de poesía, hablar de poesía visual es hablar de algo mucho más indeterminado, pero eso no significa, por supuesto, que no se le haya intentado definir muchísimas veces.

La poesía visual ha sido descrita como el arte de ver poesía en las cosas y saberlo expresar plásticamente, o como un arte plástico-literario del siglo XX para la mentalidad de los hombres y mujeres del siglo XXI, o como contenedora de sugerencias, guiños e insinuaciones de sentido. Incluso se ha dicho que es producir el arte máximo con las formas mínimas. Pero todos están de acuerdo con que es imposible que exista la poesía visual sin la complicidad del espectador.

En su texto, Rafael Almanza resalta que la obra de Francis presenta varias de las mejores cualidades de este arte: “el golpe de la síntesis, la economía de medios, el juego de resignificación de la tipografía, el fotograma incorporado o dominando al texto, los recursos intertextuales, la ironía hasta el sarcasmo, y desde luego la desenfadada intención política”.

No se puede describir mejor la naturaleza de la poesía visual del escritor y fotógrafo Francis Sánchez (1970), que ha publicado una decena de poemarios, además de varios libros de ensayo y de narrativa, y es también realizador de audiovisuales. En las palabras inaugurales, el también escritor Rafael Vilches, refiriéndose a Cicatrices, dijo que “también son las cicatrices de cada uno de los que estamos aquí, de los que vivimos en la Isla y de los que, por alguna razón, se fueron de la Isla o la Isla los fue”. Uno tiene esas cicatrices en el cuerpo, en el alma, en la vida, pero, concluyó Vilches, “uno tiene que seguir adelante para que la patria se ilumine”.

Ciertamente, Cicatrices es ante todo una experiencia de arte, un encuentro cercano con el arte hecho de sutilezas y de iluminación, una devoción compartida y complementadora por la palabra y por la imagen, una confirmación de lo que ya sabíamos: nos hallamos ante un poeta verdadero, ante un genuino creador que nos dice mucho pero que, sobre todo, tiene todavía muchísimo más por decirnos sobre los días y sobre el lugar en que coincidimos.

Muy acertadamente, Almanza considera que lo que nos entrega Francis son carteles. Sí, carteles de poesía que sirven lo mismo para la pared de una galería que para un medio electrónico o para la calle.

En la exposición, el poeta ofreció además varios ejemplares de Árbol invertido, revista de tierra adentro, que fundó hace diez años y llegó ya a su número 62, pero que siempre había aparecido digitalmente y solo ahora se presenta impresa en papel. Una revista, por cierto, tan independiente que ni siquiera depende de un género definido, aunque la poesía tenga en ella mucho peso, pues hace gala de la más amplia libertad intelectual.

Con Cicatrices, Francis Sánchez no solo hace dar un paso a nuestra apocada poesía visual, sino incluso a nuestra poesía a secas, que tantos años lleva seriamente enferma y con pronóstico reservado. A Rafael Almanza, precisamente, le asombra “que en un país que cuenta con una poesía de rango universal como Cuba, la poesía visual haya llegado tarde y sea escasa”. Asombroso, sí, pero mejor tarde que nunca.

Ernesto Santana Zaldívar

Escritor Ernesto Santana. Foto en revista cultural cubana independiente Árbol invertido

(Puerto Padre, Cuba, 1958). Escritor y periodista independiente.  Ganador del Premio nacional de novela Alejo Carpentier del 2002. También fue ganador del Premio Franz Kafka de novelas de gaveta 2010. Realizó estudios pedagógicos en español y literatura. Trabajó como asesor en talleres literarios para aficionados y como escritor radial. Ha publicado, entre otros, las novelas Ave y nada  (Ed. Letras Cubanas, La Habana, 2002), El carnaval y los muertos (Ed. Agite/Fra, Praga, República Checa, 2010), y los libros de cuentos: Nudos en el pañuelo (Ed. Abril, La Habana, 1993), Mariposas nocturnas (Ed. Extramuros, La Habana, 1999), Bestiario pánico (Ed. Abril, La Habana, 1996), Cuando cruces los blancos archipiélagos (Ed. Algaida, Cádiz, España, 200) La venenosa flor del arzadú (Ed. Atom Press, USA, 2010).

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