The Washington Post acaba de publicar un editorial este 22 de enero, cuya conclusión principal está en el foco de la política norteamericana hacia Cuba: “Ahora es más evidente que nunca que los comunistas de Cuba gobiernan por la fuerza en lugar de por el consentimiento. Y no pueden encarcelar a todos”.
¿Podría un político honesto, sobre todo estadounidense, desembarazarse de esta dramática realidad?
Hace 4 décadas Carlos Alberto Montaner, adelantó una explicación en su “Informe secreto sobre la Revolución Cubana”: “Los elementos progresistas no marxistas se empeñan en admirar una revolución imaginaria que no existe fuera del ámbito de sus buenos deseos… Existe, claro, una última y repulsiva manera de anular la contradicción: reconocer los excesos de la revolución, su sombrío matiz represivo, pero suponer que está bien para los cubanos.”
Llegados al presente, un joven dramaturgo de amplio reconocimiento internacional, obligado al exilio forzoso, Yunior García Aguilera, expone en ABC de España los devaneos de una izquierda inconsecuente, junto a esos no marxistas citados por Montaner: “El régimen de la isla ha tenido 62 años para perfeccionar su narrativa, para venderle al mundo una mentira que muchos, tristemente, necesitan comprar para satisfacer su nostalgia de lo que pudo ser y nunca fue. La dictadura ha tenido tiempo suficiente para afinar sus métodos represivos y ha encontrado aliados en muchas partes del mundo que le ayuden a ocultar o ignorar flagrantes violaciones de los derechos humanos.”
En Washington, un grupo de políticos profesionales muestra su disposición a colaborar con quienes gobiernan en el gran archipiélago del Caribe. Sin ánimo de una confrontación personal, menciono al decano de los senadores en el Capitolio, el legislador por Vermont Patrick Leahy.
Leahy ha visitado Cuba varias veces, no es el único en su elevada categoría, Fidel Castro ejecutó una activa seducción sobre figuras influyentes en los EEUU, a quienes aplicó un estudiado tratamiento, basado en lo que bien puede llamarse turismo político de alto nivel.
De ahí que presumibles expertos como el susodicho senador, se atrevan a declarar que: “Lo he dicho muchas veces: nuestra política hacia Cuba debe guiarse, ante todo, por lo que es de nuestro interés nacional, no por lo que es de interés para una pequeña circunscripción nacional, y no haciendo demandas a las que sabemos que los cubanos no se someterán”.
Analicemos: al afirmar “los cubanos”, el octogenario legislador escamotea la verdad porque debió precisar “el gobierno cubano”, los cubanos, y los medios internacionales vienen informándolo, están demostrando todo lo contrario. Continuando el fraseo, “pequeña circunscripción nacional” es una alusión peyorativa que ofende, en su menosprecio, a los dos millones de compatriotas radicados mayormente en el sur de la Florida.
Desde las guerras por la independencia contra la monarquía igual de despótica y antidemocrática que la dictadura totalitaria comunista, nuestro obligado refugio, cuna de proyectos libertarios, estuvo aquí, en los Estados Unidos de América, el país que José Martí, apóstol de la república cubana, definió como “la más grande nación erigida sobre la libertad.”
Un hecho reciente ilustra el asunto que venimos abordando, sucedió durante los años finales de la administración Obama, cuando el senador por Vermont lideró una conspiración consistente en obtener semen del ex espía cubano Gerardo Hernández, cumpliendo dos cadenas perpetuas en Victorville, California, por el delito de conspiración para asesinar, cuyo resultado trágico fuera el derribo en aguas internacionales al norte de La Habana, de dos avionetas de la organización humanitaria Hermanos al Rescate, destinada a salvar vidas de entre los balseros emigrantes.
La iniciativa se debió a la previsión de la esposa de Gerardo, también espía convicta, expulsada de los EEUU, de no poder tener nunca un bebé y, por ello, “Como padres y abuelos ambos queríamos tratar de ayudarla”, afirmó el congresista. El matrimonio implicado logró tener una niña.
La orden dada a un piloto de Caza Mig de la fuerza aérea cubana, supervisada personalmente por Raúl Castro, determinó el asesinato de 4 personas. El pasado 24 de febrero, cumplido un cuarto de siglo del crimen, Mario de la Peña padre, cuyo hijo de escasos 25 años desapareció aquel día de la infamia, dijo “sentirse traicionado, porque a veces los intereses políticos olvidan lo principal, los derechos humanos y la dignidad del hombre.”
El joven Mario no pudo fundar una familia y sus padres viven la frustración de no tener nietos.
Llegados al argumento del tan repetido “interés nacional”, acodado con comparaciones fuera de contexto, mencionando regímenes anti democráticos como Arabia Saudita o China, vale recordar que la independencia de las 13 colonias de la América del Norte contó con amplia participación de los criollos antillanos, inspirando a los patriotas que se alzarían en armas contra España décadas después.
Los cubanos suscribimos unas palabras muy americanas que no creo puedan olvidar Leahy y sus seguidores: “Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.
Publicado en El blog de Montaner y compartido por petición de su autor.