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Opinión | ¿Por qué el meneíto habría de dañar la amistad?

La frase top del que es, hasta ahora, el único tema viral del cantante cubano Niwo, dice algo tan aparentemente superficial como “que tu meneíto no dañe la amistad”.

Cupido "atacado" por sus flechas.
Cupido "atacado" por sus flechas. | Imagen: Árbol Invertido (generada con IA)

Me encanta la dinámica que hay ahora en Instagram. Un repartero saca un tema. Una frase del coro o de cualquier otra parte –una parte especialmente pegajosa o con un mensaje polémico–, se vuelve trending en reels e historias. Esta parte por lo general tiene su coreografía inviolable, y allá vamos las hordas de bailadores a postear nuestro challenge.

Así pasó con el tema “El Meneíto”, de Niwo y DJ Unic. La frase top del que es, hasta ahora, el único tema viral de este chico dice algo tan aparentemente superficial como “que tu meneíto no dañe la amistad”.

Quizás luego de tanto oírlo –y bailarlo, porque no somos menos que nadie– he llegado a otra fase, la del análisis semántico de la canción. No, no es chiste ni aburrimiento. Háganme el dos en el ejercicio antes de juzgarme.

La etimología del "meneíto"

A la luz del contexto, ¿a qué se refiere el autor con “el meneíto”? ¿Cuál es el hecho histórico concreto al que se refiere el autor al establecer que el meneíto daña la amistad? ¿En qué sentido usa aquí el autor el verbo “dañar”? ¿En qué sentido, particular o general, el término “amistad”? ¿Cuál es el ideal supremo? ¿Que el meneíto siga dañando la amistad, o que no lo haga? ¿Por qué?

Primero, está claro que “el meneíto” –diminutivo de meneo, proveniente de menear(se)– no puede ser definido por sí solo. Con “el meneíto” el autor no se está refiriendo a ese momento danzario de ejecución usualmente circular y sensual. El meneíto (primo semántico del perreo) está cumpliendo la función de “el todo por la parte”.

Una parejita puede pegarse el rabo y el culo al son del Bebeshito y no tener pretenciones sexuales, más allá del disfrute danzario.

Ese movimiento danzario, falocéntrico y culocéntrico, simula desde el arte, el coito, y es, a su vez –cuando se ejecuta en pareja, como suele hacerse– una solicitud de sexo. Claro, eso no está así de interiorizado ni es así de puro el fenómeno. (Una parejita puede pegarse el rabo y el culo al son del Bebeshito y no tener pretenciones sexuales, más allá del disfrute danzario, por supuesto, y mucho menos estar al corriente de la aspiración teórica que tengo yo con este texto. Pero bueno, por ahí va la semántica del perreo.)

Entendiendo esto, la única lógica posible es que Niwo, al usar “meneíto”, está señalando el coito, el sexo.

Niwo en su obra también señala un hecho. El meneíto –el coito sexual– daña la amistad. Esta realidad le incomoda, y con esta pieza musical propone una solución rápida y tangible: que no sea más así. Pero hay que meterse en la cabeza de Niwo cuando explica su realidad.

Yuridia lo dijo también en un cobarde eufemismo: “los amigos no se besan en la boca”.

Cuando el autor nombra un “daño”, está hablando del quiebre que se da entre dos personas categorizadas mutuamente como “amigos”, cuando surge entre ellos un intercambio sexual. Niwo está refiriéndose a un hecho común que sucede por una lógica normada: cuando dos amigos han tenido sexo, deben hacer una revisión crítica de tales categorías, porque usualmente la intimidad sexual no es un ingrediente en este tipo de alianzas.

Yuridia lo dijo también en un cobarde eufemismo: “los amigos no se besan en la boca”. Cabe señalar que, en el caso de esta balada, la mexicana usa la ironía y la retórica desde el minuto uno. Esto no debe pasar, pero está pasando y, entonces ¿qué bola? ¿qué hago yo ahora?

Niwo sobre el ideal cristiano del amor romántico

Dejando atrás la narrativa de Yuridia y volviendo a la profundidad del tema musical en el que estamos, Niwo ha mostrado su incomodidad con esta máxima social regente, y esto, mis queridos lectores, es revolucionario. Niwo viene de “abajo” y no está dispuesto a repetir patrones con los que dejó de comulgar, patrones que incluso pudieran asegurarle una validación social. 

Ustedes me dirán que Niwo simplemente quiere singarse a una de sus amigas y que ella está experimentando una confusión ante esta posibilidad. Pero ese “daño”, esa confusión categórica, con las implicaciones emocionales y conductuales que la sustentan, es descrito por el autor como innecesario e improcedente.

El autor, en una sola frase, dinamita la ancestral colonización eurocristiana sobre el amor y el sexo. La moral bíblica cristiana, tan diseminada y universal como la lengua española misma, establece que el sexo –nuestro meneíto acá– es propiedad exclusiva del matrimonio. En el griego bíblico se usaba un verbo romántico, una acepción de “conocer” que eufemizaba la intimidad y la desnudez, y se establecía como don de los casados. 

La Iglesia como mar inundándolo aún todo y resistiéndose a perder territorio.

De ese concepto nacían al menos tres pecados: la homosexualidad, singar con un hombre con el que no estás casado; la fornicación, singar con una mujer sin boda de por medio; y el adulterio, singar con una mujer teniendo ya otra.

Siglos posteriores a la desmantelación del poder político estatal de la Iglesia cristiana, sigue regente su canon moral. Un muchachito que goza el reparto no dice tácitamente que singar con su amiga, sin estar casados o aunque tenga otra, es pecado; pero en el fondo –en ese fondo colonizado– cree que está mal. La Iglesia como mar inundándolo aún todo y resistiéndose a perder territorio.

Vamos a hacer una pequeña pausa comercial necesaria. Aquí nadie está hablando de una manipulación psicológica para singarse a nadie. Está claro que el “meneíto” al que Niwo se refiere tiene su base en la idea del consenso. A la luz del contexto, ese sexo deseado, se ve solo frenado por un miedo o prejuicio, y ese es el que intentamos desmantelar.

"¿Cómo vas a sentir atracción por él si se supone que son amigos?"

Si le preguntamos a la Iglesia va a decir que dos amigos no se singan –obvio que no van a usar ese verbo, ni siquiera Yuridia, tan blanca y decente, lo usaría–, porque el coito es una gracia exclusiva para el mayor vínculo afectivo posible, el matrimonio. Pero hay que meter el dedo más adentro. Niwo trae una propuesta, hereje para Roma y para muchas de nuestras vecinas: el vínculo sexual no solamente no debe darse después de un vínculo afectivo, sino que no necesariamente debe desembocar en compromiso alguno.

Niwo nos pide –a través de su amiga– que rompamos el diseño clásico de una vez. Todo prejuicio debe desmantelarse cuando hay consenso y todo vínculo debe mantenerse con responsabilidad y madurez. Probablemente las amigas de la amiga de Niwo la hayan estado acusando. Nena, ¿cómo te vas a singar a Niwo si ustedes son amigos? Incluso, alguna puede ser más incisiva aún. ¿Cómo vas a sentir atracción por él si se supone que son amigos?

Volviendo a Europa en otras formas...

Esto me trae a la memoria a dos buenos amigos de Centro Habana. A ellos no le importaría en lo absoluto que diera sus nombres, pero a la gente que se ve involucrada en sus historias sí, así que les voy a llamar “el europeo y la europea”.

Estos europeos, de menos de 30 años, tienen una relación desde hace tres años. Desde afuera usted mira y dice, se son fieles. Cuando vuelve a fijarse, dice ¡ah, no! Pero después de mucho observar y conversar con ellos, vuelve a sentenciar que sí. 

Ellos singan por ahí, básicamente. Se lo singan todo. Hembras, machos, hembras y machos y zonas in between. Pero se lo singan todo desde el consenso, y eso también es fidelidad.

Ahí mismo se le explota la cabeza, pero lo supera, con alcohol y mucho reparto, y termina en el cuarto de ellos, dando su leche orgánica y memorablemente.

La europea ve a una chiquita chula y habla con el europeo: Papi, esta niña está en salsa. A él le sirve. Tiran una red. Mucho alcohol y mucho reparto, mucha sensualidad, y al final se singan a la chiquita. Singan los tres como si el mundo se fuera a acabar luego del orgasmo. 

Otro día salen a un bar cualquiera. El europeo ve a un trigueñito que les hace swing. Él se agarra la pinga, se la pone pal lado pa’ que se le marque más, se empieza a besuquear con su novia, la europea. El trigueñito entiende poco. Primero piensa que es clandestino, hasta que la europea viene y le coge la pinga con la mano mientras su novio, el europeo, lo ve todo y se ríe. Ahí mismo se le explota la cabeza, pero lo supera, con alcohol y mucho reparto, y termina en el cuarto de ellos, dando su leche orgánica y memorablemente.

Lo verdaderamente enmarcable de estos europeos no es la fluidez con que han gestionado su concepto sobre el amor, el sexo, la fidelidad y el alcohol como amigo inseparable. El poco entendimiento y la moralización que reciben de otras amistades cercanas es el tema de estudio acá.

Sigue siendo una segunda voz, una variante que debe abrirse paso en la validación social.

Estaban en el King Bar hace poco con un piquete de casi diez amistades. La europea fichó a una y el europeo fue a la conquista. Las amiguitas de la europea vieron al novio besándose con una extraña y enseguida fueron a consolarla. Claro. Era un acto muy vil del novio haberla traicionado públicamente. Ella les mandó a bajarle una rayita a aquello, pero ellas nunca llegaron a entender todo el fenómeno. Esta es solo una escena. Las conquistas mismas palidecen, no entienden, se apenan, y quizás hasta se marchan, en un gran por ciento no porque no lo deseen, sino por ese Jesucristo que habita en su interior.

Los más iluminados de sus amigos han llegado a entender esta “forma no convencional del amor romántico” como funcional, pero hasta ahí. Sigue siendo una segunda voz, una variante que debe abrirse paso en la validación social, y chocar a su paso, con las señoras decentes y cristianas, y con un deleznable concepto que dice que la madurez o tiene incluida una relación monógama y duradera, o no es tal madurez.

Estos europeos míos, con los que yo no he singado –sí, porque a ustedes los conozco y sé que ya andaban lejos–, son definidos socialmente como inmaduros. La relación que han establecido es usualmente juzgada como una salida a la crisis de pareja que tienen, o una variante ante el poco gusto físico entre ellos o la poca química sexual que han conseguido. Los menos moralistas pueden llegar a decir que es una etapa.

No, querida Roma

El imaginario popular cubano ha enlazado una columna con otra, etapa contra conducta sexual. A la adolescencia le asignaron la exploración, a la temprana juventud la promiscuidad y el revoloteo, y a la madurez, la estabilidad monógama. Todo lo que se salga de ahí –y la Iglesia da un like sagrado– es algo criticable. De la misma forma, los adeptos de estas prácticas moralizadas por el conservadurismo, son señalados como incompletos o inestables, poniendo sobre ellos un peso de frustración por no haber alcanzado esa meta innegociable para la sociedad.

No, querida Roma. No queremos que el sexo sea solo para los casados. Incluso, no creemos en la jerarquización del matrimonio por sobre otras formas de las relaciones sexoafectivas. A mis amigos les puse “los europeos” porque popularmente así se le bautiza a quien ha abandonado estas formas clásicas de amor, entendiendo que Europa se ha ido delante en ciertas decontrucciones. 

Nosotros, como perreadores dizque intelectuales, quizás nos hayamos perdido hasta hoy la labor veraderamente útil de este tema musical.

Ya es hora que los colonizados también acabemos de liberarnos de las reminiscencias. A fin de cuentas, cuando los españoles llegaron a estas tierras se practicaban otras muchas formas de amor, que poco tenían que ver con un contrato monógamo de exclusividad sexual “hasta que la muerte los separe”.

La verdad es que mucha ciencia y responsabilidad hay en la declaración de Niwo, aunque quizás él se infarte al saber que dijo tantas cosas en un solo verso. Nosotros, como perreadores dizque intelectuales, quizás nos hayamos perdido hasta hoy la labor veraderamente útil de este tema musical o, incluso, seamos como la amiga de Niwo, que se rehúsa a ese rabazo que en nada tiene por qué afectar su estatus afectivo.

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Manuel D la Cruz

Manuel de la Cruz, escritor cubano.

Narrador y libra. Cantante y borderline por excelencia. El único hijo de Yemayá que le teme al mar. Mi mamá siempre quiso hembra y la complacieron a medias, porque soy pájaro, desde la vida anterior. Sobrevivo por el R&B, el reparto, la rumba y el alprazolam. Reactivo y paranoico. Mientras no escribo o bebo cerveza, hago proselitismo LGBTIQ+: convierto heteros al culto de la bandera multicolor.

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