Nicolás Maduro, acompañado de la primera dama y diputada, acudió a las urnas en la mañana del domingo 28 de julio y aseguró: "Yo, Nicolás Maduro me comprometo a respetar al árbitro electoral e invito a todos los partidos a que respeten al órgano rector". Y –¡créanme!–, se escuchan hermosas y dignas esas palabras en los oídos de quienes ignoran que Maduro, como cualquier dictador de discurso populista, hizo la ley e hizo la trampa.
"Reconozco y reconoceré al árbitro, los boletines oficiales, y haré que se respeten", prometió. "¡Palabra santa la del árbitro electoral!", exclamó con efusividad, haciendo un intencional uso del vocabulario popular venezolano, ampliamente influido por sus creencias religiosas. Y esto –aún a los crédulos diseminados en todo el globo terráqueo– debió dar un primer signo de que algo se fraguaba, pues no es la primera vez que el mandatario echaba mano a un lenguaje propio de la fe para manipular a las masas. Citar la Biblia, a conveniencia, en sus discursos, ha sido una práctica pública; aunque es evidente, hasta para un ateo, que ni sabe nada de ella, ni está comprometido. ¡Su último show intentando ganar el voto evangélico fue una prueba insoslayable!
"La ideología marxista vive precisamente de la trampa de las palabras. Maduro está cumpliendo la suya, ¡no caben dudas!"
El amplio margen a favor de la oposición que auguraban las encuestas desapareció de repente delante de los ojos de los votantes. Acusaciones de intentos de golpe fascista, acusaciones de ciberataques, amenazas, detenciones arbitrarias, abusos policiales. Ya los acontecimientos están demostrando cómo Nicolás Maduro es capaz de cumplir a pie y juntillas su palabra. Si leemos bien sus declaraciones, nos daremos cuenta de que no dijo que cumpliría la voluntad del pueblo bolivariano expresado en las urnas, sino "reconoceré al árbitro, los boletines oficiales". A fin de cuentas, el árbitro electoral responde a él –por servilismo o por fuerza– y, los boletines oficiales... bueno, ¡son oficiales en una nación totalitaria!
Se cumple el proverbio: "El que hizo la ley, hizo la trampa". Y la ideología marxista vive precisamente de la trampa de las palabras. Maduro está cumpliendo la suya, ¡no caben dudas! Sólo que su palabra es un engendro tiránico y sus apetitos de poder, abominables.