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Opinión | La vertiginosa viejuntud de los cubanos

"Cuba se ha convertido —dice el autor— en un depósito de ancianos, rebaño de estómagos cansados, pastoreando de la cola del pan para la del pollo".

Cubanos jugando al dominó.
Cubanos jugando al dominó. | Imagen: Alina Sardiñas

Hace unos días Lazarito Saavedra me confundió en la puerta de su casa con uno de esos viejitos que venden veneno para cucarachas. Se paró detrás de la reja y me dijo que no, que no quería el producto. Después evalué la situación en privado y caí en la cuenta del descojonamiento que he experimentado en los últimos tres o cuatro años. Es la sumatoria de un desgaste de más de medio siglo, que se proyecta victorioso hacia el futuro como una dentadura postiza en una de esas broncas en la cola de la bodega.

Este depósito de ancianos en que se ha convertido Cuba, este rebaño de estómagos cansados, pastoreando de la cola del pan para la del pollo, cuyo único divertimento es una telenovela vomitiva de factura nacional, aguarda con ansias el regreso de sus contemporáneos que partieron años atrás al espacio exterior. Casi viven por verlos volver, a falta de no poder partir ellos mismos. Como en la fábula einsteniana de los viajes a la velocidad de la luz, cuando los familiares y amigos regresan a la Tierra, encuentran a sus hijos convertidos en ancianos resistiendo a como de lugar la muerte-vida que les tocó en este lado del experimento.

Estamos envejeciendo de incertidumbre, cagalitrosos del miedo, incapaces de alzar la voz con la esperanza de que la eutanasia programada no se nos aplique antes del tiempo que ya ha sido establecido. En realidad hemos marcado en la cola de una funeraria, creyendo que vamos al bailable prometido.

Anciano cubano
Anciano por una calle de La Habana. | Imagen: Alina Sardiñas

Amilkar Feria Flores

Amílkar Flores

La Habana (1967). Escritor y artista visual. Licenciado en Pedagogía en Artes; Diplomado en Antropología Cultural y en Producción Simbólica. Ha ejercido como ilustrador gráfico, analista de prensa, periodista y profesor universitario. Ha publicado, entre otros, los títulos: Las dulces horas (Premio Pinos Nuevos 2007 (Poesía, Unión, 2008)); Algunas animalezas y otras bestialidades (Narrativa, Ediciones Extramuros, 2010 y Crónicas diluvianas (Narrativa, 2010). Cuenta con numerosas exposiciones personales y colectivas en Cuba y el extranjero. Actualmente desarrolla el proyecto de experimentación artística Observatorio Entrópico de Palatino.

Comentarios:


Servando González (no verificado) | Vie, 07/01/2022 - 17:18

Excelente, Amilkar. Corto, pero duro y a la cabeza.

Desafortunadamente, los mismos que crearon al monstruo infidel, después del exitoso experimento cubano ahora lo están imponiendo, corregido y aumentado, en el resto del mundo.

Así que, no te preocupes Amilkar, dentro de poco todos nos veremos en ese asilo de ancianos que tan bien has descrito en el último párrafo de tu artículo. Tan sólo espero que, si la vista no me falla, te pueda reconocer para darte un fuerte abrazo.

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