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Opinión | La banalización del mal en Cuba

Uno de los fenómenos que mejor expresa el analfabetismo ético y cívico en Cuba es lo que se ha llamado “la banalización del mal”.

Máscara de gas sobre flores en un jardín representa la "banalización del mal".
"La banalización del mal". | Imagen: Pixabay

Otro de los fenómenos que expresa el analfabetismo ético y cívico en Cuba es lo que se ha llamado “la banalización del mal”.

Esta degeneración antropológica y social, que atraviesa toda la vida de la nación dentro y fuera de la Isla, tiene su origen en la revolución cultural. Esta última tiene como objetivo borrar toda memoria histórica, toda verdad objetiva, toda normativa ética, toda conciencia crítica, introyectando un relativismo moral que llega a llamar bien al mal y mal al bien.

Y no solo llamarlo invirtiendo la realidad sino premiar al mal y castigar el bien. Incluso codificar en leyes la penalización del bien, la verdad y el derecho.

La filósofa Hannah Arendt en su libro “Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal”, expresa:

“Fue como si en aquellos últimos minutos [Eichmann] resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se sienten impotentes.”

Cuba: Banalizar el mal hasta arribar a un relativismo moral sin límites

Mucho se ha discutido acerca del concepto de “banalidad del mal” de Arendt y su pertinencia en el caso del nazismo y el holocausto judío. Sin embargo, el concepto se ha generalizado y, pasado el tiempo, ya no se relaciona la impresentable banalidad del mal con la banalización de la maldad por parte de los que la ejecutan. El mal nunca es banal pero banalizar el mal es un crimen de lesa humanidad.

En esta columna quiero aplicar a Cuba la acción de banalizar el mal hasta arribar a un relativismo moral sin límites y sin estupor.

Recuperar el concepto y los significados 

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua banalizar es “dar a algo el carácter banal” y banal es algo “trivial, común, insustancial”. De aquí podemos deducir que la banalización es una acción que hay que ejecutar no que viene sola.

  • Banalizar el mal es, por tanto, dar un carácter “trivial” a hechos, palabras, actitudes e instituciones que en verdad son trascendentales, importantes, profundos, significativos y relevantes.
  • Banalizar el mal es, también, dar un carácter “normal”, es decir, natural, acostumbrado y habitual a hechos, palabras, actitudes e instituciones, que en realidad son anormales, degenerados e irregulares.
  • Banalizar el mal es, también, dar un carácter “insustancial”, es decir,  convertir en anodino, insulso, vano, insignificante a hechos, palabras, actitudes e instituciones, que en realidad son sustanciales, importantes y trascendentes.

Pudiera parecer al lector que lo banal es ponerse a recordar estos significados como si fuera un juego de sinónimos y antónimos, pero todos sabemos que también se manipula el lenguaje y sus significados en Cuba. Me parece de urgente importancia recuperar la significación de las palabras luego del vaciamiento y la resignificación que ha sufrido el lenguaje en Cuba.

Algunos ejemplos de la banalización del mal en Cuba

Una vez que hemos recordado conceptos y significaciones quizás pudiera ayudar a tomar conciencia crítica sobre esta distorsión de la realidad poniendo solo algunos ejemplos. Luego cada cual podrá identificar, prevenir y evitar las tendencias a banalizar el mal y relativizar lo malo en Cuba:

  1. Se banaliza el mal cuando por más de 63 años se mantiene el mismo régimen sin alternancia en el poder y a eso se le llama “democracia de partido único”.
  2. Se banaliza el mal cuando se considera normal, y además se legaliza, la violación sistemática de todos los derechos humanos y el mundo considera a Cuba como un país normal con un sistema peculiar pero aceptado por todos.
  3. Se banaliza el mal cuando un grupo de cubanos le perpetra un acto de repudio a otros cubanos solo porque discrepan.
  4. Se banaliza el mal cuando se consideran “elecciones” a una votación en la que participa un solo partido y cuando se reconoce como “parlamento” a un grupo de cubanos que aprueban “por unanimidad” todas las leyes al responder a un único partido.
  5. Se banaliza el mal cuando se persigue, se reprime, se encarcela, a los cubanos que discrepan o que salen a manifestarse pacíficamente y se banaliza el mal cuando se considera a todos los manifestantes pacíficos como si fueran todos violentos.
  6. Se banaliza el mal cuando se “regula” la libre salida del país a los cubanos que no tienen causa jurídica alguna y se considera normal que esto suceda al igual que impedir que algunos cubanos puedan regresar libremente a su propio país. Y también se banaliza como normal e intrascendente los imparables éxodos masivos de cubanos y la cantidad de muertos en el mar y en las selvas.
  7. Se banaliza el mal cuando se considera “normal” que un país occidental todavía mantenga la pena de muerte cuando más de un centenar de naciones han abolido esta pena inhumana para siempre y en todos los casos.
  8. Se banaliza el mal cuando la delación, la vida en la mentira y la simulación se consideran “normales” entre los miembros de la misma familia, del mismo barrio, del mismo país.
  9. Se banaliza el mal cuando se ve como “normal” que se invierta tanto dinero en construir hoteles para el turismo extranjero mientras en nuestras escuelas y hospitales no hay el más elemental de los recursos.
  10. Se banaliza el mal cuando la falta de alimentos, la falta del agua y la luz se vuelve realidad cotidiana durante meses y años y se posponga el plazo de su solución como si esa falta de renglones básicos fuera lo normal.

Y Usted puede ahora y después seguir haciendo consciente y palpable la cantidad de males que se han banalizado, restándole importancia, normalizando su existencia, dando por sentado que los cubanos se creerán que esto es lo que nos toca, o que es culpa de un “enemigo externo”, a que es consecuencia de una pandemia, o que se trata de errores locales o puntuales.

Un derrumbe en La Habana, Cuba, muestra un viejo edificio en ruinas que llena la calle de escombros.
"Penuria, pestes inenarrables, jugadores de dominó" se encuentran fácilmente en un recorrido por La Habana. | Imagen: Alberto Garrandés

No es así, el fallo es sistémico, consciente y voluntarioso. Nada de esto, y nada de otras muchas situaciones que no podemos mencionar en una columna, es normal, “ni trivial, ni común, ni insustancial”. Son males que tienen responsables y víctimas, muchas veces mortales. Son males que no pueden ser disimulados, ni olvidados, ni quedar impunes. Son males que van con “la dignidad plena del hombre” y son males contra el bien común “con todos y para el bien de todos”.

Propuestas

  1. No debemos acostumbrarnos a la calamidad. Ni a normalizar lo que es anormal y criminal.
  2. Debemos formar nuestra conciencia crítica para poder identificar y denunciar lo que está mal sin disimularlo o decir: “Total siempre ha sido así y esto no hay quien lo arregle”.
  3. Identificar y luchar contra el relativismo moral. Rechazar el “todo vale” y “El fin justifica los medios” sean cuales fueran.
  4. Debemos proponer soluciones para los males que sufre el pueblo cubano. La mejor sanación para la banalización del mal son las propuestas para salir de la maldad, de la mentira, de la injusticia y construir una sociedad verdaderamente normal en el bien, en la verdad, en la justicia y en la libertad.
  5. Desterrar la palabra normalizadora del mal, las frases de desaliento de que “siempre ha sido así” y de que “esto no tiene remedio” o del “no hay nada que hacer”. No hay mal que dure cien años, ni sistema que lo resista.

Publicado originalmente en Convivencia.

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Dagoberto Valdés Hernández

Dagoberto Valdés.

(Pinar del Río, 1955). Ingeniero agrónomo. Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años. Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007. Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director. Premios: “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. Reside en Pinar del Río.

 

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