Siguiendo una mirada más alta, y siempre más hacia adelante, sobre la actual situación crítica de Cuba, hoy me quiero referir a un tema medular que inunda y atraviesa todos los demás ámbitos de la vida cotidiana: me refiero a las transformaciones culturales que desde hace muchos años vienen calando, retorciendo, dominando, a la cultura cubana y también a la cultura universal.
Antecedentes y concepto
Es un tema que ya estudiaba, me preocupaba desde la década de los 80, cuando me encargaron redactar el borrador del Capítulo “Fe y Cultura” que después, durante el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) se debatió ampliamente, se aprobó y hoy forma parte del Documento final de aquel evento sinodal de la Iglesia en Cuba.
Con esa motivación y preocupación promoví la fundación de la Comisión Católica para la Cultura en la diócesis de Pinar del Río con el patrocinio del obispo José Siro González, aquel 25 de febrero de 1987, cuando comenzamos el año de celebraciones por el bicentenario del natalicio del Venerable Félix Varela, padre de la cultura cubana.
Teniendo en cuenta estos antecedentes, pasemos a recordar el concepto de cultura al que nos referimos y que proponemos en el III Informe del Centro de Estudios Convivencia:
Cultura: Es la forma de vivir y convivir de una persona o de un grupo humano. Es el conjunto de costumbres, formas de comunicación, conocimientos, creencias, valores morales, expresiones artísticas, y otras capacidades adquiridas y cultivadas por el hombre y la mujer, como miembros de la sociedad.
La cultura constituye el estilo de vida común transmitido como patrimonio de generación en generación, enriqueciéndolo, en cada momento, con el continuo cultivo de esas formas de convivencia y creación.
Batallas antiguas y nuevas
En Cuba las viejas batallas siguen teniendo “continuidad” en los tiempos nuevos, pero cada vez estas contradicciones ceden a las nuevas. Se pasa de la arcaica lucha de clases a la confrontación entre la economía de mercado eficiente y la ineficiencia de la economía estatal y centralizada.
Lo privado eficiente y eficaz subyugado por lo estatal que no funciona ni crea riqueza, ni progreso, en ningún lugar donde se ha experimentado.
Mientras estas contradicciones han empobrecido, dividido y desintegrado a nuestro país, avanza otra “revolución” soterrada, silenciosa, casi imperceptible. Es lo que el politólogo Agustín Laje ha llamado la “batalla cultural” y definido como:
una "disputa por los elementos de una cultura a través de las instituciones y dispositivos culturales".
"Controlar los elementos de la cultura significa impactar directamente en la conducta de las personas”
Entonces, si el concepto de cultura que consideramos incluye: normas, tradiciones, valores, historias, mitos y creencias, y hasta el lenguaje. “Por ende, controlar los elementos de la cultura significa impactar directamente en la conducta de las personas”.
Si relacionamos esta realidad de la “batalla cultural” con las reflexiones de lunes anteriores podemos decir que: dominar o tratar de cambiar las conductas de los ciudadanos mediante una revolución cultural es más factible en aquellos lugares, como Cuba, donde se sufre de un analfabetismo ético y cívico.
"La despersonalización de los ciudadanos, (...) provoca un daño antropológico que abre las puertas a lo que Laje llama ´la madre de todas las batallas´: la batalla cultural"
La despersonalización de los ciudadanos, convirtiéndolos en masa alienada, aislando a los discrepantes para que resientan la soledad moral de los excluidos, de una desmemoria histórica que intenta arrancar u olvidar las raíces de verdaderos padres fundadores como Varela y Martí, provocando todo ello un daño antropológico que abre las puertas a lo que Laje llama “la madre de todas las batallas”: la batalla cultural.
Algunas de las heridas culturales más visibles en esta batalla cultural en Cuba son, entre otras muchas: la cultura del vivir del trabajo ajeno, la cultura del vivir en la mentira, la cultura de la delación y la descalificación, la cultura del disimulo y el oportunismo, la cultura de la huida en lugar de la lucha por el cambio, la cultura del distraer y del vivir en la banalidad del ser, el culto a la personalidad y la cultura del mesianismo y el caudillismo.
Propuestas para Cuba
Como siempre, no quiero quedarme en el ver y denunciar estos males concatenados que lesionan y castran a nuestra cultura, es decir, a nuestras formas de vivir, creer, pensar, convivir, crear. Por eso propongo varias acciones posibles desde ya:
El autor citado nos facilita tres características para que podamos identificar y “combatir” pacíficamente contra la “batalla cultural”. Esos tres elementos característicos son:
Primero, el objeto de la batalla en cuestión es la definición de los elementos hegemónicos de una cultura. En ella no se lucha directamente por dominar un congreso, una empresa o un territorio por la vía militar, sino por dominar la cultura de una sociedad.
Ahora bien, si la cultura es el fin de la batalla cultural, la cultura es al mismo tiempo su medio. Así, los medios a través de los que preponderantemente se desarrolla esta batalla están compuestos por las propias instituciones dedicadas a la producción y reproducción cultural de la sociedad (escuelas, universidades, iglesias, medios de comunicación, arte, órganos de propaganda del Estado, fundaciones, etc.).
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Frente a esta característica, cada ciudadano y las organizaciones de la sociedad civil deben educar y ejercitar la conciencia crítica hacia este tipo de dominación cultural y sobre los medios que producen, y reproducen, los cambios culturales que intentan dominar y cambiar la conducta de los ciudadanos cubanos, para someterlos a tradiciones, actitudes, antivalores e ideologías que trastocan la identidad de la nación.
Segundo, debe producirse un conflicto de magnitud en torno a la cultura que otorgue sentido al término "batalla". No hay batalla sin conflicto: se da batalla precisamente porque se nos agrede o bien porque se nos ofrece resistencia. El conflicto puede darse en paridad de fuerzas relativas, o bien puede resultar arrollador contra una resistencia muy débil y efímera. Sin embargo, aunque débil y efímera, alguna condición siempre es condición necesaria de cualquier batalla.
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Frente al fomento de la cultura del conflicto, del enfrentamiento y la agresión cultural, de la segregación y la exclusión de los auténticos y críticos creadores culturales, cada ciudadano y las organizaciones de la sociedad civil debemos anteponer la cultura de la diversidad, la cultura del diálogo y el debate, la cultura de la amistad cívica y la convivencia fraterna. Que no nos detenga ni el tamaño ni el alcance de los medios para proponer la verdad, la belleza y la bondad, estas tres virtudes tienen “piernas largas” y su alcance está en correspondencia con la coherencia y riqueza de sus propios contenidos. El uso de las redes sociales en los últimos años en Cuba lo demuestran fehacientemente frente a la pobreza moral, la ineficacia mediática y la falta de producción de contenidos y razones convincentes que les hacen recurrir a la bajeza del ataque ad hominem, al fusilamiento mediático y a la mentira sistemática.
Tercero, la noción de "batalla" incluye un necesario componente de conciencia. En efecto, las batallas se llevan adelante con arreglo a estrategias y tácticas; las batallas se planifican y se direccionan racionalmente. Las batallas culturales se suelen emprender con el objeto de dirigir cosmovisiones organizadas de manera consciente, ideologías integrales y sistémicas, e ideas y valores articulados orgánicamente, que impactan a la postre sobre la cultura.
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Frente a esta tercera característica sugiero dos propuestas complementarias:
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Una, la formación de la conciencia moral para despertar el ejercicio del criterio y evitar el relativismo moral. Los cursos que ofrece el Centro de Estudios Convivencia en su libro de texto “Ética y Cívica” que se puede obtener en Amazon.
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Dos, es necesario consensuar cosmovisiones cubanas cuya única exigencia de legitimidad sea la coherencia con nuestras raíces históricas y culturales, para superar a las manipulaciones y hegemonismos ideológicos.
En el libro “Cuba busca una salida” se van consensuando propuestas que tienen como cosmovisión fundamental estas dos columnas estructurales: la dignidad y primacía de la persona humana y la búsqueda del bien común para todos los cubanos.
Ojalá que el tomar conciencia de esta “batalla cultural” nos permita estar alertas, despertar nuestra conciencia para no dejarnos arrastrar por la “madre de todas las batallas”. Lo político ganará la batalla por mantenerse en el poder cuando gane la batalla cultural que le permita manipular, alienar y someter la conducta de los ciudadanos.
¡Cuba, es hora de despertar del letargo, del mito y de la mentira!
Publicado originalmente en Convivencia.
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