La oscuridad del cuarto me abrazó por la espalda.
Los antiguos ojos de una estrella
que clavaba su vértigo
en la más vertical de las alturas
iluminaron mis muslos
bañados de noche y de silencio,
y su luz hizo denso
todo lo que encontraba en su camino,
tanto, que toqué con mis dedos
las palabras que flotaban en el aire
y acaricié el fantasma desnudo de tu cuerpo
hasta que un murmullo blanco
dejó frío mi cuello.
Entonces sospeché que había amanecido.
(Del libro Astrología interior, Ed. Deslinde, Madrid, 2019).