Nadie los invitó o convocó,
aun así el rebaño estaba ahí
hecho un mar de cabezas vagas.
Nadie tenía voz y todos hablaban.
Nadie dormía pero todos apagaban.
Nadie decía «no» aunque discordaran.
Sobre ellos la gran voz sin rostro
anunciaba triunfante la nueva era
de la universal violencia mesiánica
y del bárbaro delirio antihumano.
Estábamos en el ombligo del sueño,
indefensas, inermes, paralizadas
sin poder abrir la garganta y gritar
y gritar aun en silencio desesperado.
Nadie dijo que íbamos a ser comidas.
Apenas cercenada la irreverente cabeza,
mutilados los impíos sentidos sexuales,
arrancada la insumisa lengua palabrera,
amartillados los miembros rebeldes,
y con alivio finalmente trituradas,
devueltas al polvo que fuimos y seremos,
según todos los textos llamados sagrados.
Hora de despertar.
Publicado originalmente en la antología Más allá del miedo es mi casa “Mujeres poetas contra la violencia” (Ediciones Deslinde, Madrid, 2021).