Isla mía,
sutil arco de luz
donde el verde enmudece a la piedra.
El manantial retiene el eco primigenio
que aún pulula en tu barro.
Garza blanca gravita sobre el mar,
invulnerable cadencia de campanas,
vaivén de espuma virgen derramando
las conchas que perfilan tu silueta.
India de azules que amamanta
la pasión de dos mundos,
como un péndulo marca los siglos.
Tras un rito de sangre los ancestros
tienen la última palabra.
Gioconda morena en los altares,
envuelve con su manto el perfil de las aguas
y derrama la miel de los enjambres.
Fragua, simiente criolla que curtió su suelo
contra los atabales y su estigma
entre mantillas y abanicos.
Humo de habano,
fervor del caribe,
fecunda el espacio y se multiplica
en cada gota de agua,
en cada gota de sangre.
Vengo de una isla
donde el gemido del laúd y la guitarra
se enraman en los montes
con los cantos del arado,
entre mangles, penachos y amapolas.
Brisa del resplandor del mediodía,
trifulca entre el surco, la simiente y el fruto.
Isla que nace desde el centro de mis aguas
como una flor de viento,
como un bautismo que sostiene mi vida.
(Del libro Espigas de silencio, Ed. Deslinde, Madrid, 2021).