Virgen de la Caridad
protégeme a los cubanos,
que se quieran como hermanos
por toda una eternidad.
Fredo Arias
El vaivén de la arboleda
y el roce del arroyuelo
parecen soplar al cielo
tu dulce nombre de seda.
Con un temblor que remeda
de la isla la suavidad,
todo en la fina heredad
mientras fluye, late y crece
sólo susurrar parece
Virgen de la Caridad...
Son palabras de aires, luces,
oleajes y atardeceres,
son los hondos misereres
ante las más altas cruces;
es Dios caído de bruces
que ruega uniendo las manos...
Y, al entrar en los arcanos
de locuaz naturaleza,
oímos que a su madre reza:
Protégeme a los cubanos...
Que una estrella al menos ronde
aún en sus noches cerradas;
o una tabla, si entre heladas
olas su balsa se esconde.
Siempre adivinen por dónde
sentirse al alba cercanos.
Y en tormentosos veranos
en vez de oscura hemorragia
haz, madre, un poco de magia:
que se quieran como hermanos.
Los renglones de las palmas
y del rocío el acento,
el paréntesis del viento
y las vaporosas almas...
todo dice de ansias calmas,
todo conversa en verdad.
Isla de la Caridad,
madre, nuestros ruegos son
sentir tu conversación
por toda una eternidad.