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Décimas a la Virgen

Este poema, sorprendentemente poco conocido, según la propia Carilda, constituye "una alusión al momento en que la imagen de la Virgen de la Caridad aparece en el mar".

Carilda Oliver Labra declama en 1945
La poeta Carilda Oliver Labra declama en 1945
Imagen: Francis Sánchez

Por razones que desconocemos, las siguientes décimas, de las mejores que se hayan escrito de su tipo, no habían aparecido hasta ahora en libro en Cuba, ni siquiera en una compilación hecha de la obra de la autora cuando obtuvo el premio Nacional de Literatura: Error de Magia (2000). Y pudiéramos decir que, por tanto, a veces son pasadas por alto al valorarse la lírica de tema religioso, la específicamente mariana, y más, pues incluso podemos llamar la atención sobre el lugar que ocupan dentro de la poesía que se relaciona con la advocación de la Caridad del Cobre en Cuba. Curiosamente, antologías dedicadas a este tema han ignorado obra tan excepcional.

Aunque el poema describe a una María hebrea, ateniéndose a su tiempo humano y los hechos del relato bíblico, la descripción es subjetiva, delicadamente exaltada y simbólica, así que los atributos intemporales van a verse impregnados por el halo, el sabor y las sensibilidades que provienen de la tradición de las representaciones más criollas que rodearon a la autora desde la cuna.

En el cuadro hebreo, encontramos matices de lo que, para Cuba, significa el nacimiento cultural de su Patrona, es decir, la aparición de la imagen en el mar, en la bahía de Nipe, entre saltos de olas: «La espuma/ te enamoró de repente». Carilda nos lo ha dicho en una entrevista grabada: «Es una alusión, claro, al momento en que la imagen de la Virgen de la Caridad aparece en el mar. Yo no me lo propuse, sino que se me fue, salió, y cuando me di cuenta decidí dejarlo así».

Pero, para la segunda visita de un Papa a la isla, ya los creyentes cubanos tenían mejor constancia de la existencia de estas preciosas décimas dentro del patrimonio de la nación. Y esa vez fui testigo, en la ciudad de Santiago de Cuba, y mientras se llenaba la plaza que tiene el nombre del héroe Antonio de La Caridad Maceo para la misa que oficiaría Benedicto XVI, de cómo se oían estas décimas por los altavoces y contribuían a crear una atmósfera muy espiritual y elevada. Entonces la plaza estaba presidida por la imagen original de la Patrona traída desde el Santuario del Cobre.

Son décimas de una gran fineza, que se inclinan por la sutileza metafórica y alusiva, haciendo una relectura personal. pero al mismo tiempo fiel, exegética, de los textos de la Biblia, con lo que consiguen una visión poco usual dentro de la tradición cubana, al situarse un poco por encima del sincretismo popular e incluso la heterodoxia que suele primar en una configuración nacionalista del culto mariano llevado a versos. 

Según la autora, existe incluso una grabación del poema en su propia voz.

(Francis Sánchez)

 

DÉCIMAS A LA VIRGEN

Ave, Mujer no tocada,

ángel devuelto a la nube,

primera madre que tuve

en una historia soñada...

Ave, María, buen hada,

humilde como la arcilla;

echadora de semilla

en el pesebre de paja.

Bendito tu vientre: caja

que guardó la Maravilla...



I

Hebrea, inocente, clara,

de la estirpe de David;

el cuerpo como de vid,

como de junio la cara.

El polvo que te tocara

ya no era polvo otra vez.

María: alma de mies;

hija, de Joaquín y Ana,

para borrar la Manzana

te hicieron blanca la tez.



II

Catorce años... La espuma

te enamoró de repente.

Eras la sed diferente,

el astro sobre la bruma.

¡Que un pájaro te resuma

los inefables trajines!

Reina de los querubines,

muchachita sin regaños:

cumplías catorce años

como quien cumple violines.



III

Cuando José te miraba

se abrían todas las flores.

Tú, suceso de temblores,

no sabías qué pasaba.

De los rumores esclava,

pequeña como tu aliento,

ibas de la tarde al viento

preguntando, con cariño,

si le sobraba algún niño

al Señor en su Aposento...



IV

Y así que te oyó la miel,

un hermano de tus alas

dejó las celestes salas

para que hablaras con él:

y vino al mundo Gabriel

en vuelo de Anunciación.

(Purísima Concepción...,

el Prodigio se le arrima

a quien nunca tuvo encima

mano torpe de varón...!)



V

Y un soplo divinizado

te fue apuntando en el centro,

y florecida por dentro

fuiste un jardín duplicado.

María, milagro dado,

Carne por Dios escogida,

Sin Pecado Concebida,

Bendita entre las Mujeres,

Madre de todos los Seres,

Raíz de toda la Vida...



VI

¿Por qué no decir lo bella

que estabas en el pesebre?

¿Por qué no cantar tu fiebre,

Embarazada Doncella,

mientras se alzaba la estrella?

¿Por qué no hablar de tus manos:

dos diminutos veranos

en la noche lenta y fría?

¿Por qué no rezar, María,

por tus momentos humanos?



VII

Rezo, sí, por la sonrisa

cayéndose de tu boca

como una plegaria loca

sobre el Hijo, entre la brisa.

Y voy del verso a la misa

para alabar tu mirada

en aquella madrugada:

la mirada que pusiste

—y que acaso fue hasta triste—

sobre la Frente Esperada...



VIII

El cielo dejó su inmenso

júbilo por tu regazo;

y te salieron al paso:

la mirra, el oro, el incienso.

El establo era El Comienzo...

Después los Tres, fugitivos

entre dátiles y olivos.

Cuando Herodes fue una sombra

volvieron a ver la alfombra

de los céspedes nativos.



IX

El niño verde extraviado,

solo por Jerusalén.

No lo hallaron en Belén,

ni en la ciudad ni en el prado.

Tú, Madre, susto dorado,

buscabas entre pastores.

Arriba: extraños fulgores,

abajo: Jesús —más brillo—

con su lenguaje sencillo

asombrando a los doctores.



X

Y así creció noche y día,

y fue la Gracia creciendo.

Un halo de Bien tremendo

desde su frente caía.

Creció en la Sabiduría,

creció en Amor para todos,

conocía fieles modos

para regar la Ventura;

y amaba la tierra dura

y amaba espigas y lodos.



XI

Y fue pobre y carpintero,

y maestro y peregrino,

y el agua se volvió vino

cuando el milagro primero.

Y anduvo yerba y sendero,

y perdonó a una mujer

que no lo sabía ser...

(Ay, María de Magdala,

carne que pudo ser ala

y se quedó sin hacer...)



XII

Y todo aquello ocurría

junto a tu voz y tu aroma.

Tú eras casi una paloma

que a su lado sonreía.

Eras su sueño, María,

lo que queda del laurel,

lo parecido a la piel

de sus manos salvadoras;

y se mudaban las horas

y te mirabas en Él...



XIII

Y caminó sobre el mar

como si fuera de seda,

y le escuchaba una rueda

de Apóstoles al hablar;

y no se cansó de amar,

Galilea en frenesí...:

¡qué temblor pasó por ti!

¡Qué vértigo de furores

aplastó todas tus flores,

Huerto de Getsemaní!



XIV

No pudo la Muerte entera

secar de un golpe el rocío.

Estaba escrito el Vacío

para después que se fuera.

¡Qué pesadumbre agorera,

qué abeja huyendo del bien

cruzó por Jerusalén

cuando una amapola inerte

se puso a llorar la suerte

de no brotarle en la sien?



XV

Corona de espinas: lento

llegar de sangre a la edad

que tiene la Eternidad.

Clavos de Cristo...¡Oh, Tormento,

parada para el aliento,

pena para ser gritada!...

¡Qué forma de abandonada,

qué palideces sinceras...

Virgen María... Tú eras

también la crucificada!

Virgen de Monserrat en la Ermita de Monserrat, Alturas de Simpson, Matanzas, Cuba
Virgen de Monserrat en la Ermita de Monserrat, Alturas de Simpson, Matanzas, Cuba | Imagen: Francis Sánchez





XVI

Allí supiste que van

los dolores a la lluvia.

Allí supiste ser rubia.

Allí supiste ser pan.

Él te dio por hijo a Juan

y a la Humanidad entera.

Te consoló a su manera.

Perdonó a la muchedumbre...

¡Tenía aquella costumbre

de sembrar por dondequiera!



XVII

Y cuando acabó el Martirio,

y cuando acabó el Calvario,

y fue la Tierra un sudario

y el Sol un solemne cirio.

Cuando el Hijo como un lirio

dobló finamente sus

párpados contra la luz,

toda tú, Virgen María,

con el alma todavía

cargando estabas la Cruz...



XVIII

En su silencioso giro,

como tal vez arrancado

de algo dócil y sagrado

iba al aire tu suspiro...

Ay, María, no deliro

por tu misterio de Santa

ni por la luz que te aguanta,

sino por tu llanto suelto;

por ese suspiro vuelto

grave flor en tu garganta.



XIX

¡Qué salga su gris sonoro

sobre los hombres del Mundo!

¡Qué salga su mar profundo,

su larga queja de oro;

y que se pese el tesoro

de tus lágrimas guardadas

en piedras desamparadas,

y apagues todos los fuegos

y enciendas todos los ciegos

con tus pupilas mojadas...



XX

Sí, Virgen, sí, Dolorosa,

beso de luz, cristal bueno;

sí, Madre del Nazareno,

razón de la mariposa...

Tu llanto es el agua hermosa

que da música al caer.

Tu llanto es ese quehacer

que tiene abajo la nube,

y no lo vemos y sube

cuando llora una mujer...



XXI

Quedó el Sepulcro vacío.

Era domingo. Su gente

le buscaba humildemente.

Era domingo. Hubo frío.

Tú eras el único estío

por los paisajes de Sión.

Y fue la Resurrección,

y María Magdalena

para siempre fue tan buena

como es bueno un corazón.



XXII

Le llamaron desde Arriba.

Llenó con sus resplandores

los densos alrededores.

Y Tú en la Tierra cautiva

mientras el Hijo se iba...

Pentecostés: Sol que empieza.

Con sus lenguas de tibieza

entre el ruido y el espanto,

bajó el Espíritu Santo

a tocar cada cabeza...



XXIII

Y un día —¿quién sabe cuándo?—

le seguiste hacia las nubes,

pasaste estrellas, querubes,

y serafines cantando.

Y allí te estás reposando

Serenísima en Desvelo,

Vaso Puro de Consuelo,

Custodia de la Armonía.

Bendita seas, María:

¡Qué Dios te guarde en el Cielo!



Escritas en 1954, estas décimas se publicaron por primera vez en el diario El imparcial, Matanzas, el 8 de mayo de 1958, p. 2. Aparecieron reproducidas quizás por primera vez en la revista Vitral, Pinar del Río, no. 103 (julio-septiembre, 2011). Permanecieron prácticamente desconocidas por mucho tiempo, sin ser incluidas ni siquiera en selecciones de poesía religiosa cubana.

(Versos y comentarios, del libro inédito: "Alma de la tierra mía. La décima y la Virgen en Cuba", de Francis Sánchez.)

Carilda Oliver Labra

Carilda Oliver Labra

(Matanzas6 de julio de 1922-Ídem, 26 de agosto de 2018). Una de las poetas más apreciadas de habla hispana en la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI, con amplio reconocimiento internacional. Recibió el Premio Nacional de Literatura por la obra de toda su vida en 1997. Además de ejercer su profesión como abogada, trabajó también en la biblioteca pública Gener y del Monte, de Matanzas, y fue profesora de inglés, de dibujopintura y esculturaEn 1950 obtiene el Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación por su libro Al sur de mi garganta. En 1951 recibe el Premio Nacional del Certamen Hispanoamericano, convocado por el Ateneo Americano de Washington, para celebrar el tricentenario de Sor Juana Inés de la Cruz. Incluida por Cintio Vitier en la antología Cincuenta años de poesía cubana (1952). En su amplia bibliografía poética, pueden destacarse los títulos: Preludio lírico (Casas y Mercado, 1943), Al sur de mi garganta (1949), Memoria de la fiebre (1958), Tú eres mañana (1979), Las sílabas y el tiempo (1983), Los huesos alumbrados (1988), Se me ha perdido un hombre (1991), Ver la palma abriendo el día (1991), Guárdame el tiempo (1995), Discurso de Eva (1997), Con tinta de ayer (1997), Libreta de la recién casada (1998). Incluida en la antología Ocho poetas cubanas (México, 1998), preparada por Fredo Arias de la Canal. Visitó México ese año, invitada por el Frente de Afirmación Hispanista, y recibió de la misma institución el Premio internacional “José Vasconcelos” en 2002.

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