Era poca la miel y la sed mucha:
Pensamos en buscar otro destino,
donde el amor signara nuestro sino
y el intento no fuera insana lucha.
Hicimos noche en la primer casucha
que, olvidada a la orilla del camino,
se caía a pedazos junto a un pino
que la crudeza natural serrucha.
Una vela alumbraba un catre viejo.
Desnudamos la lumbre del reflejo
y el candil fue señal para los dos…
Al otro día, entre hechizados nudos,
la luz del sol nos encontró desnudos
¡conforme al mundo nos trajera Dios!
(Publicado originalmente en el libro Desde el cósmico umbral, disponible en este enlace.)