En el municipio de Maisí, en la región más oriental de Cuba, tres hermanos viven en condiciones extremas, refugiados en una cueva que les proporciona cobijo, pero poco más. Su modo de vida, marcado por la austeridad, no difiere mucho al de los aborígenes que Cristóbal Colón encontró a su llegada a la isla.
Viven desde hace años en esta cueva. No tienen electricidad, se bañan en una fuente cercana y hacen sus necesidades fisiológicas al aire libre. “Nosotros siempre hemos inventado aquí”, comenta Leonides Terrero Pérez, el hermano del medio (con más de 60 años), mostrando las camas improvisadas y las vasijas que cuelgan de las paredes de la cueva.
Están preparados para "ahumar un pescado o una carne que aparezca", pero asegura que llevan "un ratico" (mucho tiempo) sin probar ni carne ni pescado, porque "hasta el mar se nos ha puesto malo".