En la narrativa oficial del régimen cubano, la isla aparece como el faro revolucionario que en los años setenta enviaba médicos, ingenieros y asesores a un Vietnam devastado por la guerra. Medio siglo después, durante la celebración en Hanói del 80 aniversario de la independencia vietnamita, a Miguel Díaz‑Canel le toca agradecer “el invaluable apoyo del país asiático para la seguridad alimentaria de Cuba” y una donación de 15 millones de dólares.
Ese dinero fue reunido en una campaña impulsada por el Partido Comunista local, en la que participaron cientos de miles de ciudadanos. Presentada como gesto de hermandad, la colecta deja en evidencia el cambio de papeles: la isla que presumía de dar, hoy sobrevive recibiendo.
Las bases de la alianza
Las relaciones diplomáticas entre los dos países se establecieron el 2 de diciembre de 1960, cuando la isla ya se alineaba con el bloque soviético y buscaba proyectar su revolución más allá del Caribe. En esa década, el gobierno de La Habana convirtió el “internacionalismo” en una herramienta de legitimidad: un modo de ganar prestigio y visibilidad en el Tercer Mundo.
En septiembre de 1973, Fidel Castro viajó a la provincia de Quang Tri, en plena guerra, y se convirtió en el primer jefe de Estado extranjero en recorrer una zona liberada del sur del país.
"Por Vietnam estamos dispuestos a dar hasta nuestra propia sangre", proclamó entonces el dictador cubano.
Para una nación devastada por los bombardeos, la presencia de un aliado internacional ofrecía reconocimiento y la certeza de no luchar en soledad. La superioridad política y simbólica que representaba Cuba en aquel momento pronto se revelaría transitoria.
Las reformas divergentes
Después de la reunificación en 1975, Vietnam enfrentó un período de crisis profunda. Hambre, inflación y aislamiento marcaron su primera década socialista. Pero en 1986 lanzó el Doi Moi (“renovación”), un paquete de reformas que abrió la economía al mercado, permitió la inversión extranjera y dio espacio a la iniciativa privada, todo ello bajo el control de su Partido Comunista.
El resultado fue un viraje histórico. En menos de 40 años, Vietnam pasó de ser un país en ruinas a convertirse en polo de atracción de capital extranjero y potencia exportadora de manufacturas, café, pescado y, sobre todo, arroz. Con un crecimiento sostenido cercano al 6 % anual, hoy se ubica como nación de renta media y aspira a ingresar al grupo de economías de ingresos altos hacia 2045.
Cuba, en cambio, se hundió con el colapso de la URSS en 1991. El llamado “Período Especial” trajo apagones, hambre y un deterioro estructural del que nunca se recuperó. La Habana ensayó aperturas parciales —dólar, turismo, empresas mixtas—, pero sin alterar la esencia del modelo centralizado. A diferencia de Vietnam, evitó un viraje profundo y se aferró a la ortodoxia política. El resultado fue sobrevivir, no transformar.
Dependencia cubana y ascenso vietnamita
En abril de 2025, Vietnam envió a Cuba una donación de 10 000 toneladas de arroz. No fue un hecho aislado. Desde hace años, el país asiático garantiza a la isla un suministro estable de este grano, con compromisos vigentes hasta 2027. En términos diplomáticos, se trata de un gesto de solidaridad; en términos económicos, una ayuda sin la cual Cuba no puede sostener su canasta básica.
Incluso el diario oficial Granma reconoció que las granjas administradas por empresas vietnamitas en la provincia de Pinar del Río producen hasta cuatro veces más arroz por hectárea que los campesinos locales. La comparación es demoledora: mientras Cuba no logra cubrir ni la mitad de su demanda interna, Vietnam figura entre los tres principales exportadores mundiales del cereal.
La distancia entre ambos modelos se mide también en macroeconomía. Según cifras del Banco Mundial, Vietnam alcanzó en 2025 un PIB per cápita superior a los 4 000 dólares, mientras Cuba se mantiene por debajo de los 2 500, con una inflación que en 2024 superó el 200 %.
Vietnam es hoy un país que compite por atraer inversión en tecnología y manufactura. Empresas como Samsung, Intel o Nike producen allí parte de sus bienes para exportación. Se han insertado en cadenas globales de valor y se han convertido en socio comercial de Estados Unidos, China y la Unión Europea.
Cuba, mientras tanto, atraviesa su peor crisis desde los noventa. Apagones de más de 12 horas, escasez crónica de alimentos y medicinas, y un éxodo migratorio que en 2023 y 2024 superó el medio millón de personas hacia Estados Unidos y otros destinos.
Dos trayectorias que empezaron desde la misma retórica socialista, terminaron en polos opuestos.
El resultado de la visita de Díaz-Canel a Vietnam no se entiende sin esta perspectiva. El mandatario cubano busca oxígeno político y demostrar que la isla no está aislada. Para el Partido Comunista de Vietnam, recibirlo es un gesto de cortesía y memoria histórica. Pero los hechos pesan más que las consignas: Vietnam muestra lo que Cuba pudo haber sido y no es.
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