Una de las características más visibles de las grandes ciudades cubanas reside en el marcado descuido por un asunto esencial para la ecología urbana y la salud pública: la acumulación de desechos sólidos y desperdicios en las calles.
Este fenómeno es proporcional a la demografía de cada ciudad, seguido, entre otros, de factores como la prioridad de los servicios de recogida en zonas céntricas y turísticas, en detrimento de barrios periféricos, marginales o densamente poblados, en los que sus moradores se ven empujados a encontrar soluciones que agudizan el problema.
Un país con una moderada carga poblacional en relación a su territorio (103 habitantes por Km2), incluso siendo los cubanos poco generadores de desechos, por el bajo consumo de productos del mercado industrial —no porque no los necesitemos, sino a causa de nuestro paupérrimo poder adquisitivo— que involucran el empleo de enlatados, frascos, contenedores y bolsas plásticas, entre otros tipos de envoltorios y embalajes, son factores que facilitarían la higiene urbana y la reducción de la polución.
Entonces, ¿qué determina la permanente acumulación de desechos en las calles cubanas? La interrogante debe ser respondida desde una perspectiva piramidal, de arriba hacia abajo, ya que en igual disfuncionalidad se encuentran todos los mecanismos productivos, administrativos y de servicios atados al centralismo estatal imperante en Cuba.
¿Qué determina la permanente acumulación de desechos en las calles cubanas?
El presupuesto anual del estado —que se nutre básicamente de los ingresos por remesas y exportación de personal calificado (mientras el turismo espera en barbecho)— debe hacer malabares para redistribuir exiguas cuotas a las instancias bajo su control que, excepto un ínfimo sector privado, son casi todas.
Ese cuentagotas financiero, que poco o nada lubrica las dinámicas mercantiles, garantiza la ineficacia, corrupción y deterioro de dichas estructuras, sean productivas o no.
Si bien existe un embargo contra la Isla, al que se echa garra como justificativo de cuanta cosa mal funcione, la praxis ha demostrado que es el modelo político-económico, aplicado por más de medio siglo a contrapelo de las exigencias del mercado global, el causante de buena parte de los sinsentidos que padecemos.
Al tratarse de un fenómeno multicausal, desencadenado por el acaparamiento estatal, son numerosos los aspectos que atentan contra la sistemática eliminación de desechos en los núcleos urbanos. Desconozco el sumatorio total para el país pero, según datos de hace tres años, solo en La Habana se generaban 24 mil metros cúbicos de basura diariamente.
Vandalismo
La engañosa socialización de los bienes públicos ha confundido el sentido de pertenencia y preservación que los ciudadanos tienen sobre ellos. En la Cuba contemporánea se infiere que lo que no tiene custodia no es de nadie.
Aunque obviamente cualquier cosa es del Estado, hay asuntos que no clasifican entre sus prioridades estratégicas. Amén de que existen leyes para sancionar las contravenciones contra la propiedad colectiva, raras veces resultan aplicables.
La falta de suficientes contenedores hace que se sobre-exploten las capacidades de los existentes, cuya suciedad y hediondez favorecen su inadecuada manipulación por parte de los usuarios.
Lo anterior se agrava por la limitada existencia de vehículos colectores, combustible, o la incompatibilidad de los mecanismos de volteo con el de los depósitos.
La ausencia de un mercado mayorista para los pocos productores privados, incita las actividades delictivas como el hurto de contenedores plásticos para la producción de enceres domésticos destinados a su venta en la economía informal.
Por el camino...
Muchos vecinos, previendo el infierno que les aguarda en las proximidades de los contenedores, o por simple comodidad de no andar largas distancias con bolsos de desechos en las manos, arrojan la basura en parterres, parques, aceras o cualquier lugar venido a menos.
En zonas de mucha densidad poblacional y constructiva, es frecuente que las bolsas surquen los aires, teniendo al perímetro de sus balcones y ventanas como puntos de aterrizaje preferido.
El primer indicio de descuido, que puede comenzar con una jaba de inmundicias, es foco de atracción para continuar tirando basura.
Obstrucción
Es frecuente que los empleados de Comunales dejen los contenedores mal ubicados cuando hacen el servicio de recogida, aunque también algunos vecinos suelen desplazarlos por acomodo individual.
Cuando se mezclan los vertimientos de escombros con los de desechos corrientes, regularmente fuera de los depósitos, los encargados de evacuar los contenedores no se responsabilizan con su limpieza, permaneciendo e incrementándose durante semanas o meses, lo cual obstaculiza la libre circulación peatonal y automotriz.
Colindancias
Para esta y futuras entregas, he incorporado un aspecto que tipifica la insalubridad física y mental que padecemos los cubanos de a pie residentes en zonas urbanas: la yuxtaposición de calamidades ambientales en nuestro hábitat cotidiano.
Como decía, la coexistencia de escombros y desperdicios entremezclados se ha normalizado como un fenómeno indiferenciado por parte de la gente.
Otro particular derivado de este, consistente en el acelerado deterioro constructivo de las ciudades, especialmente de La Habana, con sus cerca de 2 millones 130 mil habitantes, convierte las ruinas de desplomes y demoliciones en espacios idóneos para vertimientos de cualquier tipo.
No hay compasión, pero tampoco infraestructura para solventar la debacle.
Otras metodologías
La suplencia de vehículos pesados en la recogida, a falta de los idóneos para este servicio, ha provocado el acelerado deterioro de los espacios públicos.
El efecto de contenes, aceras y parterres arruinados, se ha estandarizado como consecuencia de la única solución posible frente a las crecientes carencias tecnológicas.
Algoritmos ideológicos
Asumir cada sector concerniente a la administración pública, o a cualquier otro aspecto de la vida política, económica y social del país, hace cargar a las instituciones estatales con cuanto fiasco se desprenda de su inoperancia, aun cuando sean achacadas a otros factores, donde figura como insoslayable el Bloqueo.
En los tiempos que corren también se han tirado a la basura las “glorias fundacionales de la Revolución”, evidencia que ha generado un creciente y ambiguo descontento entre quienes creen vivir hace 20 o 30 años atrás.
Apelando a la policía, decretos y leyes, las cuales pudieran multar con hasta tres mil pesos a los infractores, varios posters de factura artesanal intentan disuadir de la anarquía a quienes no tienen culpa de la irregularidad sanitaria propiciada por la desidia y el descuido de la administración estatal.
Borrón y cuenta nueva, es la lectura más elemental que podríamos hacer del momento presente. No solo la información y la cultura tienen novedosos y sofisticados soportes digitales, sino que la mengua cualitativa y cuantitativa en la educación y la cultura promueven el desecho de valiosos recursos de instrucción.
Apoteosis
Para una sociedad decadente, en la que su ruinosa economía apenas sostiene un balance alimentario e higiénico-sanitario para los 11 millones 317 mil 498 habitantes que la integran, se ha vuelto un quebradero de cabeza el brote de viejas y nuevas enfermedades epidémicas y el incremento del índice de mortalidad por esta causa.
Por rápidos o lentos que resulten los mecanismos para la erradicación de desechos, que constituyen graves focos de vectores, el clima tropical de nuestro medio llevará ventaja en la proliferación de cargas virales, bacterias, e insectos y roedores.
Las frecuentes precipitaciones de la temporada lluviosa deslavan y arrastran los desechos y su carga contaminante hasta la red de alcantarillado, con la consecuente obstrucción de los mismos, lo que provoca su dispersión superficial.
Durante la estación seca el viento cumple semejante rol, elevando las partículas más ligeras y propagándolas por el aire a largas distancias.
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