El chismoso se alimenta del comentario, pero es parte del folclore del barrio. El chivato, en cambio, es un ser ruin, que daña el alma de la nación. A continuación, décimas humorísticas para caracterizar ambos casos.
En Cuba se filtra todo a través de un trapito al que se le llama humor, pero en realidad es un escudo que sirve para que la gente se proteja de las desgracias.
Las décimas humorísticas han servido por años como vehículo para (casi siempre desde el choteo) denunciar o dibujar los sufrimientos del cubano.
Desde inicios de los noventa, con la llegada del Periodo Especial, la inmensa mayoría de los hogares abrieron sus puertas y (sobre lo que apareciera) se colocaron las reliquias familiares con el fin de venderlas para luego, con esa platica, adquirir un poco de sobrevida.
Tal costumbre quedó tan enraizada en la Isla como el mal hábito de "la chismosería".
Sobre ambos temas versa esta entrega de El Torniquete.
"La chismosería" (en Cuba, como se sabe, el chismoso es más común que la aspirina) ha cambiado poco, pero “las ventas” han ido ganando espacio hasta tomar las redes sociales. En ellas nos podemos encontrar las propuestas más insólitas, ya sean por los artículos que se ofertan o por el modo de proponerlos.
Es pertinente esclarecer una palabra de la obra “Hanunsio”, que como se percibe desde el título juega con ese lugar común de las faltas de ortografía en la promoción de lo que se vende. Me refiero al vocablo “sulfruto” (usufructo). Tal palabreja significa una figura que usa la Ley de la Vivienda para alquilar de por vida casas de las que jamás sus moradores serán propietarios.
También se debe diferenciar al chismoso del chivato. El primero es un personaje entrometido, que se alimenta del comentario o la suposición y, aunque es (la más de las veces) alguien molesto, forma parte del folclore del barrio. En cambio, el chivato, resulta un ser maléfico, ruin, que ha dañado en lo más profundo el alma de la nación.
Sirvan estás décimas humorísticas para caracterizar ambos casos.