Pocas personas saben por qué se le llama Luna de Miel a esa noche de torpezas y magias que sucede después del convite de bodas y mucho antes del espantoso día en que los cónyuges se ponen a revisar el celular de su pareja.
—¿Quién es esa tal Maritza que te dio like a la foto de los gaticos? —dice la mujer.
—Una compañera de trabajo —responde el marido medio turbado—. Pero, a ver, ya que tanto te interesa, dime: ¿De dónde salió el tal Benedetti, que cada vez que pone un poema en Facebook le comentas “Me fascina”?
—Hijo, Benedetti es un poeta famoso que ya está hasta muerto.
—Sa, muerto ni muerto.
Cuentan que empezó en el siglo XVI. Si el matrimonio deseaba que su primogénito fuera varón, bebían hidromiel a cántaro virado durante el mes lunar siguiente a la boda. Era una tradición además que el padre (imagínense a los diabéticos en tal trance) dieran al hijo una exagerada cantidad de cerveza fabricada a base de miel.
Con los años tal acontecimiento fue demudando de la tradición al misterio hasta llegar al lugar común porque es casi imposible conseguir que alguien llegue virgen a la noche de bodas.
La décima humorística cubana posee un copioso repertorio sobre el asunto.
El remediano Rufino Rodríguez escribió el texto que les comparto hoy, que poco tiene que ver con el propósito de tener hijos varones sino con la sorpresa que se llevó este personaje durante la noche de bodas.