Con esta tierra en la que ahogo las manos
podría construir una casa de losas frágiles.
Durante el día la inundarían manantiales,
mareas en las noches.
Una casa para llevarla sobre el cuerpo
y rehacerla cada tarde.
Colocar la última losa en el suelo,
sobre el latido de las lombrices.
Publicado originalmente en Fósiles de lluvia (Editorial Betania).