En la novela moderna, una de las perspectivas más interesantes que se estudian es la muerte del protagonista. ¿Cómo acaba el autor con su creación? Los resultados son variados, uno de los que encontramos es el veneno.
El tema de los venenos en la literatura no es algo novedoso, cuenta ya con estudios que han suscitado el interés de especialistas en literatura y lectores en general. Los autores de novela tenían que manejar conocimientos médicos para poder hacer creíble la descripción de los padecimientos de sus personajes. Y, a la inversa, ha habido médicos interesados en los venenos que proponen los escritores.1
En el espacio de este trabajo, apuntaré dos casos emblemáticos en relación a los venenos utilizados en la literatura: la novela Madame Bovary de Gustave Flaubert, y el relato breve La huella del pulgar de san Pedro de Agatha Christie.
Según el diccionario, Veneno (del lat. Venenum) es una sustancia que, introducida en un organismo o aplicada a él, le produce la muerte o grave trastorno. Para los griegos el Pharmakon es una sustancia con una doble significación: remedio y veneno, es decir, el mal y su remedio. Pero ya encontramos referencias a algunos venenos en los libros de los Vedas (1500 a. C.) y fundamentalmente en el Ayurveda o Libro de la Ciencia de la Vida, que habla de venenos de procedencia vegetal.2 Como afirma Roberto Pelta:3
Durante los siglos XVI al XIX el anhídrido arsenioso ha sido el veneno preferido por los criminales; de sus malévolas actuaciones se sirvieron los Borgia, la marquesa de Brinvilliers, la Voisin, madame Lafarge y Jeanne Gilbert. Un autor del siglo XVII llamado Fabricio de Hilden se refirió en su Opera Omnia a los vapores malignos que el arsénico envía a las vísceras nobles y que llegan a alcanzar el hígado a través de las venas, el corazón por las arterias y el cerebro por los nervios.
La muerte de Madame Bovary, una de las protagonistas más famosas de la historia de la literatura es fascinante. La descripción de los dolores expresados por ella al tomar precisamente cianuro, están tan bien descritos por Flaubert, que el lector parece que los siente. Sobre Agatha Christie podemos decir que se la considera la maestra en la utilización y mezcla de venenos. Como enfermera aprendió toxicología y las dosis necesarias para los envenenamientos, un saber que más tarde aplicaría en sus novelas policíacas.
Madame Bovary
Madame Bovary es una novela escrita por Gustave Flaubert. Se publicó por entregas en La Revue de Paris en 1856 y en forma de libro un año después4 Flaubert era un maestro de la descripción de síntomas y enfermedades. Se dice que cuando era joven, logró engañar a su padre, médico de profesión, con los síntomas de una enfermedad ficticia para no estudiar derecho en la Universidad y poder dedicarse a escribir.
La novela que nos ocupa, Madame Bovary cuenta con descripciones de los males de la protagonista muy detallados, pero lo que más nos interesa es su suicidio con veneno. Ese es el objetivo de Emma Bovary al tomar arsénico: poner fin a su vida. Una vida a la que no ve salida, no sabe apreciar lo que tiene y busca una quimera: el amor novelesco, idealizado. Mujer insatisfecha, dolida, arruinada e infeliz se decide por el arsénico como método de envenenarse. Esta forma de morir no es nueva, desde los griegos lo encontramos a lo largo de la historia, hasta llegar a la actualidad. Como afirma Velasco:5
Por lo general, la intoxicación se realiza con medicamentos y la intoxicación voluntaria, deliberada o suicida es la forma más común de intoxicación en los adultos y representa alrededor del 90 por ciento de todos los ingresos hospitalarios por envenenamiento.
Veamos la muerte de Emma. Ella piensa que morir mediante arsénico no es tan terrible. Flaubert lo describe así:6
Se tendió en la cama cuan larga era. Un sabor acre que se le vino a la boca la despertó. Entrevió a Charles y volvió a cerrar los ojos. Estaba pendiente de sí misma, auscultándose con toda curiosidad para darse cuenta de si sufría o no. Pero no, ¡todavía nada! oía el tic tac del reloj, el chisporroteo del fuego y la respiración de Charles, allí de pie junto a la cama.
¡Qué cosa tan insignificante es la muerte! —pensaba—; me voy a dormir y se acabó.
Pero no es tan fácil. Lo siguiente que siente es sed y ganas de vomitar, empiezan los padecimientos:
Bebió un sorbo de agua y se volvió contra la pared. Aquel espantoso sabor a tinta no desaparecía.
—¡Tengo sed! –Suspiró -¡Qué sed tan horrible!
—Pero ¿qué te pasa, por Dios? —le preguntó Charles, al tiempo que le alargaba el vaso.
—Nada... ¡Abre la ventana…, me ahogo!
Y se sintió acometida por una náusea tan repentina que apenas si le dio tiempo a coger el pañuelo de debajo de la almohada.
—¡Llévatelo! —dijo agitadamente—. ¡Tíralo!
Charles le preguntó qué quería decir, pero ella no contestó. Permanecía inmóvil, por miedo a que la más mínima alteración le provocara el vómito. A todo esto, había empezado a sentir un frío glacial que le subía desde los pies al corazón.
—¡Mira, mira, ya empieza! —murmuró.
—Pero, ¿qué dices?
Balanceaba la cabeza con un gesto suave lleno de angustia, al tiempo que abría continuamente las mandíbulas, como si llevara sobre su lengua algo muy pesado.
A las ocho reaparecieron los vómitos. Charles observó que en el fondo de la palangana había una especie de arenilla blanca pegada a las paredes de porcelana.
A continuación, a partir de aquí empieza el dolor:
Después Emma comenzó a gemir, débilmente al principio. Un horrible escalofrío le sacudía los hombros, y se ponía más pálida que las sábanas en que se hundían sus dedos crispados. Su pulso desigual era ya casi inapreciable. Gruesas gotas de sudor corrían por su rostro azulado, que parecía velado por la exhalación de un vapor metálico. Sus dientes castañeteaban, sus ojos dilatados miraban vagamente a su alrededor, y a todas las preguntas respondía sólo con un movimiento de cabeza; incluso sonrió dos o tres veces. Poco a poco sus gemidos se hicieron más fuertes, se le escapó un alarido sordo; creyó que iba mejor y que se levantaría enseguida. Pero las convulsiones hicieron presa en ella.
—¡Ah!, ¡esto es atroz, Dios mío! —exclamó.
No olvidemos que el tiempo es un factor determinante en los envenenamientos. Todos los individuos responden de manera distinta a los efectos de un veneno, ya que cada organismo tiene un sistema de asimilación diferente. Además, influyen otros factores como el estado de salud, otras medicaciones que se consuman, etc... Como explica Velasco:
El tiempo es un parámetro que frecuentemente no recibe la consideración que merece en toxicología. Desde que se absorbe un tóxico hasta que se manifiestan sus efectos transcurre un plazo que se denomina periodo de latencia, que depende de la vía de administración, bioactivación, dosis y otros factores dependientes del individuo.7
El periodo de latencia de Emma Bovary se alarga en la novela. Antes del final parece que mejora. Así lo explica Charles su marido que es médico:
Después cesaron los síntomas un instante; parecía menos agitada; y a cada palabra insignificante, a cada respiración un poco más tranquila, Charles recobraba esperanzas. Por fin, cuando entró Canivet, se echó en sus brazos llorando.
—¡Ah!, ¡es usted!, ¡gracias!, ¡qué bueno es! Pero está mejor. ¡Fíjese, mírela!
El colega no fue en absoluto de esta opinión, y yendo al grano prescribió un vomitivo, a fin de vaciar completamente el estómago.
Esta medida es la que todavía hoy se prescribe, a fin de salvar la vida del envenenado.
Si el tóxico se ha administrado por vía oral hay que evacuar el contenido gástrico provocando el vómito con fármacos eméticos o mediante el lavado de estómago. Ambas medidas terapéuticas tienen una misma limitación: un plazo útil de 4 horas, porque más allá de este tiempo el tóxico ha pasado al intestino delgado y se ha absorbido.8
De hecho, esto mismo es lo que le ocurre a Emma Bovary, nuestra protagonista. Flaubert lo describe así:
Emma no tardó en vomitar sangre. Sus labios se apretaron más. Tenía los miembros crispados, el cuerpo cubierto de manchas oscuras, y su pulso se escapaba como un hilo tenue, como una cuerda de arpa a punto de romperse. Después empezaba a gritar horriblemente. Maldecía el veneno, decía invectivas, le suplicaba que se diese prisa, y rechazaba con sus brazos rígidos todo lo que Charles, más agonizante que ella, se esforzaba en hacerle beber. Él permanecía de pie, con su pañuelo en los labios, como en estertores, llorando y sofocado por sollozos que lo sacudían hasta los talones. “
A continuación reproducimos su final para ver este gran momento literario:9
Emma, con la barbilla apoyada sobre el pecho, abría desmesuradamente los párpados, y sus pobres manos se arrastraban bajo las sábanas, con ese gesto suave y al mismo tiempo espantoso de los agonizantes, que parecen querer ya cubrirse con el sudario. Pálido como una estatua, y con los ojos rojos como brasas, Charles, sin llorar, se mantenía frente a ella, al pie de la cama, mientras que el sacerdote, apoyado sobre una rodilla, mascullaba palabras en voz baja.
Emma paseaba la mirada despacio en torno suyo, como quien se está despertando de un sueño. Pidió con voz bien inteligible que le trajeran un espejo y estuvo un rato con el rostro inclinado sobre él, hasta que empezaron a brotarle de los ojos unos gruesos lagrimones. Entonces echó la cabeza para atrás y la dejó caer sobre la almohada lanzando un gran suspiro. Enseguida su pecho empezó a jadear rápidamente. La lengua toda entera le salió por completo fuera de la boca; sus ojos daban vueltas y palidecían como dos globos de lámpara a punto de apagarse; se la creería ya muerta, si no fuera por la tremenda aceleración de sus costillas, sacudidas por un jadeo furioso, como si el alma diera botes para despegarse.
Charles estaba al otro lado, de rodillas, con los brazos extendidos hacia Emma. Había cogido sus manos y se estremecía a cada latido de su corazón como a la repercusión de una ruina que se derrumba. A medida que el estertor se hacía más fuerte, el eclesiástico aceleraba sus oraciones que se mezclaban a los sollozos ahogados de Bovary y a veces todo parecía desaparecer en el sordo murmullo de las sílabas latinas, que sonaban como el tañido fúnebre de una campana.
Emma se incorporó como un cadáver galvanizado, con todo el pelo suelto y las pupilas inmóviles, abiertas de par en par. […] Y se echó a reír, con una risa atroz, frenética, desesperada.
Una convulsión la derrumbó de nuevo sobre el colchón. Todos se acercaron. Ya había dejado de existir.
Agatha Christie
Se cumplen ahora 125 años del nacimiento de Agatha Mary Clarissa Miller (1890-1976) más conocida como Agatha Christie, la escritora británica de novelas policiacas más famosa del mundo. Desde pequeña, Agatha fue una lectora curiosa y esa afición la acompañaría toda su vida. Por ello, era una gran conocedora de las obras de Walter Scott, John Milton, Alexandre Dumas, Jane Austen, Arthur Conan Doyle o Charles Dickens.
Fue enfermera durante la Primera Guerra Mundial en el Red Cross Hospital y en este trabajo aprendió todos los secretos de la toxicología, conoció las dosis necesarias para los envenenamientos, los síntomas que tendría el paciente y los posibles antídotos. Además, colaboró con la Voluntary Aid Detachment (VAD), donde atendió soldados heridos.10 Agatha Christie acabó por ser una experta en el mundo de los venenos. Y, por supuesto, estos conocimientos los aplicó en sus obras de ficción, en numerosos asesinatos.
En 1920 publicó su primera novela, El misterioso caso de Styles, donde crea el personaje del detective Hercule Poirot que alcanzaría fama mundial. Otro de sus personajes famosos es Miss Marple, una anciana que resuelve los crímenes con perspicacia y observación, además de tener unos conocimientos extensos en el campo médico. Jane Marple es la protagonista del relato que analizamos.11 Como ella misma dice:
—Es cierto que he llevado lo que se llama una vida tranquila, pero he tenido muchas experiencias resolviendo pequeños problemas que han ido surgiendo a mi alrededor. Algunos verdaderamente ingeniosos, pero de nada serviría contárselos, ya que son cosas de poca importancia y no les interesarían, como por ejemplo: «¿Quién cortó las mallas de la bolsa de la señora Jones?» y «¿Por qué la señora Simons sólo se puso una vez su abrigo de pieles nuevo?» Cosas realmente interesantes para cualquiera que guste de estudiar la naturaleza humana. No, la única experiencia que recuerdo que pueda tener interés para ustedes es la de mi pobre sobrina Mabel y su esposo. Ocurrió hace diez o quince años y, por fortuna, todo acabó y nadie lo recuerda. La memoria de las gentes es muy mala, afortunadamente.
El relato que nos ocupa, La huella del pulgar de san Pedro,12 refleja una costumbre muy humana: el cotilleo. En muchas novelas inglesas encontramos rumores y malentendidos que dan pie a confusiones o malas interpretaciones. Lo vemos en Jane Austen y lo volvemos a ver en los relatos de Agatha Christie:
Ahora bien, como supongo que ustedes ya saben, no hay nada más cruel ni más difícil de combatir que los rumores. Cuando la gente habla a nuestras espaldas nada hay que pueda uno rebatir o negar, y las habladurías van creciendo sin que nadie pueda detenerlas. Yo estaba completamente segura de una cosa: Mabel era incapaz de envenenar a nadie y no comprendía por qué iban a arruinarle la vida haciéndole insoportable la estancia en aquella casa sólo porque, con toda probabilidad, había hecho alguna estupidez.
Este relato, además, generó controversia por la forma en que cambia las reglas tradicionales de la novela policíaca. La autora se sirvió del relato de Miss Marple para ocultar y al mismo tiempo revelar la identidad del asesino. Incluso introduce pistas falsas, como la compra de arsénico por parte de la sospechosa, un posible envenenamiento por setas venenosas o el probable suicidio del fallecido. Todas estas posibilidades confunden al lector que valora cada una de las opciones como la causa de la muerte. Por eso el final sorprendente es tan valorado.
Veamos las opciones. Después de una acalorada discusión, Mabel, la mujer que además es sobrina de Miss Marple, quiere matar a su marido Geoffrey Denman y le envenena con arsénico. Agatha Christie utilizó con frecuencia escenas en sus historias con las que estaba familiarizada. Así lo narra en la historia:
Aquella misma mañana fue a la farmacia a comprar arsénico. Por supuesto firmó en el registro y, naturalmente, el farmacéutico lo había contado.
Esta costumbre queda ratificada por Velasco:
En los países anglosajones, se puede adquirir cualquier sustancia tóxica comprándola en una droguería o en una farmacia, pero el cliente tiene que firmar en el libro de registro que lógicamente siempre está a disposición de la Policía. Si se trata de un medicamento que hay que adquirir con receta, ésta queda archivada durante cierto tiempo en la oficina de farmacia.13
Otra opción son las setas venenosas que todo el pueblo baraja como posibilidad, a pesar del desconocimiento de la causa de la muerte por parte del médico. Miss Marple añade:
Además, yo tenía demasiada experiencia de la vida para creer en la infalibilidad de los médicos. Algunos son inteligentes y otros no, y la mayor parte de las veces no saben lo que le ocurre a uno. Yo no confío ni en los médicos ni en las medicinas.
Parece mentira que esta frase salga de la boca de la protagonista de Agatha Christie, una mujer que aprobó el examen Apothecary Hall pasando al Servicio de Farmacia del University College de Londres. Su colaboración como enfermera durante las dos guerras mundiales está testificada. Y, además, sus estudios sobre química a menudo se vieron reflejados en las historias que publicó en los años de posguerra. Por ejemplo, se cuenta que el jefe farmacéutico Harold Davis, posteriormente trasladado al Ministerio de Salud del Reino Unido, le informó sobre el uso del talio como veneno y en su novela El misterio de Pale Horse, publicada en 1961, Christie se sirvió de eso para el método de ejecución de las víctimas al que agregó indicios como la caída del cabello. Su descripción de la intoxicación con talio fue tan precisa que curiosamente ayudó a resolver un caso médico que resultaba desconcertante para los especialistas.14
La tercera posibilidad de nuestra historia, el suicidio, nos descubre que el fallecido era un experto en venenos y sus antídotos. Sin embargo, esta opción hay que descartarla porque no apareció ninguna carta testimonial y además no tenía motivos para suicidarse. Tampoco esa es la solución del caso.
Agatha Christie juega con el lenguaje para resolver su relato, concretamente con la pronunciación del antídoto que serviría para mitigar el veneno ingerido. El asesino ha utilizado atropina, un dilatador de las pupilas. En sus últimos momentos, Geoffrey Denman es asistido por la cocinera que no entiende las palabras del agonizante, y cuando éste habla de «Pilocarpina» ella entiende «pile of carps» es decir, un montón de carpas. Por su puesto, la víctima muere y es Miss Marple la encargada de descubrir al asesino y librar a su sobrina de las sospechas.
Agatha Christie consigue que un malentendido en el vocabulario acabe con la vida del personaje. Si el envenenado hubiese sido entendido por su criada, se hubiera salvado, pues él mismo sabía cual era el antídoto para su envenenamiento. Pero interpretaron mal sus palabras.
—Pilocarpina. ¿No adivinan cómo sonaría en labios de un hombre que apenas pudiera hablar? ¿Y cómo sonaría a oídos de una cocinera que nunca lo hubiera oído? ¿No debió de darle la impresión de que decía algo así como «pila de carpas»?
Todas estas posibilidades que aparecen en el relato para que el lector piense quién es el asesino, es una característica de la prosa de Agatha Christie que se ha llamado whodunit, contracción de la pregunta «Who has done it?» («Who’s done it?»), que podemos traducir como: «¿Quién lo ha hecho?», un tipo de novela policiaca de moda entre los escritores ingleses y americanos que se caracteriza porque el lector no sabe quién es el asesino hasta el final, después de barajar varias opciones posibles. En este subgénero se ofrecen al lector diferentes hipótesis para descifrar la identidad del autor del delito, todas ellas válidas, como en el caso que analizamos. La trama permite al lector ensayar hipótesis y en suma, intentar saber la identidad del culpable antes de acabar con la lectura del relato, donde resulta que el personaje menos sospechoso es el asesino.
El aplomo de Miss Marple para solucionar el caso rinde al lector. Es un razonamiento básico que le permite deducir que algo se interpretó mal. El relato finaliza con un final inesperado. Agatha Christie nos fascina por la exactitud de sus razonamientos y sus acertadas opiniones sobre la gente en su ambiente.
Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. En realidad, la vida es una calle de sentido único.
(Del libro Palabras que superan el tiempo, Ediciones Deslinde, Col. Ensayo, Madrid, 2021).
Notas
1 Uno de los libros más destacados en el análisis de venenos en España está escrito por Alfonso Velasco Martín, catedrático de Farmacología de la Universidad de Valladolid.
2 «Los alcaloides son una serie de complejos compuestos, de los que se han descubierto mas de cinco mil tipos diferentes y que se encuentran ampliamente distribuidos en su mayoría en el reino vegetal. Algunos de ellos son tan conocidos como la cafeína y la nicotina, presentes respectivamente en el café y en el tabaco, y existen otros miembros de la familia como los derivados del opio (morfina, cocaína, etc.). Dentro de los alcaloides destacamos los que encierran una levada toxicidad para el organismo humano, pudiendo incluso ser responsables de la muerte de un determinado sujeto por envenenamiento». Pelta, Roberto: El veneno en la historia, Madrid, Espasa hoy, 1997, p. 81.
3 Pero hay muchas formas de envenenarse. «Entre las sustancias tóxicas más difundidas en la Naturaleza está el arsénico, que ha sido empleado con fines suicidas y homicidas desde épocas primigenias. En las excavaciones de Pompeya se han hallado sortijas con cavidades para ocultar en su interior elementos venenosos, así como punzones disimulados para proceder a su inoculación». Pelta, Roberto: op. cit., pp. 61-63.
4 «La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary» es un ensayo de Mario Vargas Llosa que propone esta obra como la primera novela moderna. Es un brillante análisis de la estructura y el significado de Madame Bovary.
5 Velasco Martín, Alfonso: Los venenos en la literatura policiaca. Salamanca: Universidad de Valladolid, Serie Ciencias de la Salud, No. 7, 1998, p. 26.
6 Flaubert, Gustave: Madame Bovary. Bilbao: Club Internacional del Libro, 1990, pp. 318-329. Reproducimos únicamente el relato del padecimiento de Emma omitiendo por razones de espacio la actuación de otros personajes secundarios que se encuentran en la habitación.
7 Velasco Martín, Alfonso: Op. cit., p. 20.
8 Ibídem, p. 32.
9 Madame Bovary ha sido llevada al cine en muchas ocasiones, destacamos las versiones de Jean Renoir (1933), Gerhard Lamprecht (1937), Carlos Schlieper (1947), Vincente Minnelli (1949), Zbigniew Kaminski (1977), Claude Chabrol (1991), Tim Fywell para televisión (2000), Las razones del corazón (2011), Arturo Ripstein y por último Madame Bovary (2014) de Sophie Barthes.
10 En su trabajo como enfermera, profesión a la que definió como «uno de los trabajos más gratificantes que cualquiera pueda tener», dedicó 3400 horas de trabajo no remunerado entre octubre de 1914 y diciembre de 1916. Como dispensadora hospitalaria para la Cruz Roja, obtuvo 16 libras esterlinas anuales hasta el final de su servicio en septiembre de 1918 (Wikipedia).
11 Miss Marple y trece problemas (The Thirteen Problems) es un libro publicado en 1933, que contiene trece relatos cortos, en los que cada personaje va dilucidando un misterio.
12 En una pequeña ciudad como Saint Mary Mead nunca sucede nada interesante, sin embargo Miss Marple piensa que es el escenario ideal para conocer la naturaleza humana. En dos reuniones que participa, una en su casa y otra en la mansión de los Bantry, los presentes se divierten contando casos de crímenes y misterios con el objetivo de hacer que adivinen una solución a cada uno de los problemas presentados. Entre los invitados está Sir Henry Clithering, ex investigador jefe de Scotland Yard. En la primera reunión de los seis casos presentados, Miss Marple encuentra todas las soluciones. En la segunda reunión vuelve a resolver los problemas narrados. Sir Henry queda impresionado con la sagacidad de Miss Marple dilucidando los más variados misterios, basada simplemente en la monótona rutina de aquella pequeña ciudad. Al final, en Saint Mary Mead ocurre el suicidio de una joven y Miss Marple incrédula, pide a su amigo Sir Henry Clithering que la ayude a demostrar a la policía la verdadera dinámica de la situación. Y una vez más la dama descubre al asesino. (Wikipedia).
13 Op. cit., p. 67.
14 El período de guerra fue el momento de mayor prestigio de la carrera de Christie.
Bibliografía
Christie, Agatha: «La huella del pulgar de san Pedro» (The Thumb Mark of St. Peter) The Thirteen Problems. Trad: Miss Marple y trece problemas. Rincón literario, biblioteca virtual.
Flaubert, Gustave: (1990). Madame Bovary. Bilbao: Club Internacional del libro.
Gamoneda, Antonio: (1995). Libro de los venenos. Madrid: Siruela.
Gerald, Michael C.: (1993). The Poisonous Pen of Agatha Christie. University od Texas Press, Austin.
Pelta, Roberto: (1997). El veneno en la historia. Madrid: Espalsa hoy.
Royano Gutiérrez, Lourdes: (2008). «El lenguaje literario y el lenguaje cinematográfico». Studia romanistica 8, Universitas Ostraviensis, Acta Facultatis Philosophicae, pp. 61-68.
— (2010). «La mujer como protagonista de la novela occidental» en Actas del XI Congreso Internacional de literatura española Contemporánea. López Martínez, Diana (Ed.) Andavira Editora,. Págs. 565-577.
— (2012). «El papel de la literatura en las actitudes sociales» en Actas del XII Congreso Internacional de literatura española contemporánea. Ed. Diana López Martínez. Universidade da Coruña, pp. 499-508.
Vargas Llosa, Mario: (1975). La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary. Madrid: Taurus.
Velasco Martín, Alfonso: (1998). Los venenos en la literatura policiaca. Universidad de Valladolid, Serie Ciencias de la Salud, No. 7.
VV.AA.: «Agatha Christie». Wikipedia, la enciclopedia libre.