Nada puede sustraerse al paso del tiempo. ¿Y si no fuera así? ¿ Y si con solo pedirlo se nos concediera la gracia de la eterna juventud?
El Retrato de Dorian Gray
Oscar Wilde: “Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo”
Cuando en 1890 la revista literaria Lippincott´s, publicada en Filadelfia, incluyó en su número del mes de julio el relato largo El Retrato de Dorian Gray, su autor, el irlandés Oscar Wilde, no pudo imaginar que la historia del joven Dorian, con su ascenso y su irremediable caída, sería utilizada años después como arma arrojadiza contra él en aquel infame juicio por corrupción e inmoralidad al que fue sometido, y que marcó el principio del fin de su vida civil.
Como sucede con muchos hombres magnánimos, Wilde jamás pensó que otros hombres pudieran odiarle hasta el punto de querer borrarlo de la faz de la tierra.
¿Cómo iban a odiarle a él, si precisamente él les brindaba tesoros de belleza, poesía e ingenio que iluminaban sus tristes y mediocres vidas?
¡Ah, la ingenuidad, pecado de muchos genios!
Oscar Wilde: “Todos llevamos dentro el cielo y el infierno”
¡Qué triste resulta! ―murmuró Dorian Gray, los ojos todavía fijos en el retrato―. Me haré viejo, horrible, espantoso. Pero este cuadro siempre será joven. Nunca dejará atrás este día de junio… ¡Si fuese al revés! ¡Si yo me conservase siempre joven y el retrato envejeciera! Daría…, ¡daría cualquier cosa por eso! ¡Daría el alma!. (El retrato de Dorian Gray).
El Retrato de Dorian Gray reflexiona sobre la belleza y su capacidad destructiva, el arte y su capacidad de sublimación, el hedonismo y la soberbia de la juventud, también sobre la maldad intrínseca y debilidad innata del individuo para sucumbir a las tentaciones mundanas… y algo más… esto resulta bastante perturbador pues hoy lo padecemos con una fuerza demoledora y enfermiza: la influencia nefasta que unos seres pueden ejercer sobre otros al vampirizar su energía y convertirlos en criaturas tóxicas, terminales.
Nada escapa a la podredumbre. Como bien nos dice este libro: ¡Todo es corrompible!
Oscar Wilde: “Como mala persona soy un completo desastre”
Comentemos un poco de qué trata nuestra novela:
El pintor Basil Hallward muestra al cínico aristócrata Lord Henry Wotton el retrato al óleo de un bello joven. Basil Hallward no quiere que Lord Henry conozca a Dorian pues teme que su influencia corrupta arruine la inocencia del muchacho. Sin embargo, este llega al estudio y el pintor no puede evitar presentarlos.
Mientras el artista da los últimos toques al retrato, Lord Henry seduce a Dorian con su verborrea refinada no exenta de humor. Según Lord Henry, la abstinencia lesiona el cuerpo y el alma: las tentaciones están ahí para ceder a ellas; de lo contrario, el alma enferma de lascivia. Lord Henry le dice a Dorian que aproveche su lozanía y su belleza ya que estas son, al fin y al cabo, su mayor don. El joven no debe renunciar a placer alguno. Hay que apurar hasta la última gota los ardores de la juventud.
Lord Henry: "(…) Disfrute plenamente de la juventud mientras la posee. No despilfarre el oro de sus días escuchando a gente aburrida, tratando de redimir a los fracasados sin esperanza, ni entregando su vida a los ignorantes, los anodinos y los vulgares. Ésos son los objetivos enfermizos, las falsas ideas de nuestra época. ¡Viva! ¡Viva la vida maravillosa que le pertenece! No deje que nada se pierda. Esté siempre a la busca de nuevas sensaciones. No tenga miedo de nada... Un nuevo hedonismo: eso es lo que nuestro siglo necesita. Usted puede ser su símbolo visible. Dada su personalidad, no hay nada que no pueda hacer. El mundo le pertenece durante una temporada...".
Enfrentado a su propio retrato, Dorian Gray reconoce su propia belleza, pero también su mortalidad. En un rapto de franqueza manifiesta que desea permanecer joven y bello por siempre y que, a cambio, sea su retrato sea el que envejezca por él.
Sin saberlo, acaba de pactar con una siniestra fuerza de las sombras que le concede la petición. Eso sí, él permanecerá fresco y, en apariencia, impoluto, pero la imagen del retrato irá envejeciendo en su lugar y la pintura revelará la evolución de su alma.
La primera revelación de que su reclamo ha sido escuchado la tiene el protagonista cuando descubre que algo ha cambiado en la imagen del retrato. Esto sucede después de haber destrozado emocionalmente a Sibyl Vane, una ingenua actriz de segunda fila con la que mantenía un romance, y uno de los pocos personajes luminosos de la novela.
Finalmente regresó a la biblioteca, se acercó al cuadro y lo examinó con detenimiento. Iluminado por la escasa luz que empezaba a atravesar los estores de seda de color crema, le pareció que el rostro había cambiado ligeramente. La expresión parecía distinta. Se diría que había aparecido un toque de crueldad en la boca. Era, sin duda, algo bien extraño. (El retrato de Dorian Gray).
Dorian Gray esconde el funesto cuadro en una habitación de su casa. En esta habitación transcurrirán verdaderos pasajes de pánico. Ahí también tendrá lugar el impactante final de la novela, que no revelare aquí porque no es de buen tono adelantar los finales. Y porque pretendo que los que no lo han hecho lean el libro. Y no solo esta novela, sino otras obras de su autor.
Por su rareza y su vínculo directo con lo sobrenatural y lo fantasmagórico, El retrato de Dorian Gray es considerada como la última gran novela de terror gótico de la literatura inglesa.
Oscar Wilde: “Somos nuestro propio demonio y hacemos de este mundo nuestro propio infierno”
En la a literatura universal abundan los pactos entre los hombres y las fuerzas de las tinieblas. Podemos citar, por ejemplo, las piezas teatrales inspiradas en el mito del doctor Fausto y su alianza con el diablo escritas por el dramaturgo inglés Christopher Marlowe, el gran autor alemán Goethe o el poeta ruso Alexander Pushkin.
A su manera, Oscar Wilde se sirvió de esta magnífica fábula del doctor Fausto y su alianza con el maligno. En un portento de creatividad dio una vuelta de tuerca al mito y convirtió al Innombrable en una obra de arte. Aquí el demonio, sin pronunciar una palabra, lo dice todo. También nuestro autor hizo una sarcástica crítica a la sociedad de la Inglaterra victoriana que lo aplaudía y lo detestaba a su vez por su ingenio y su mordacidad para desnudar a los hipócritas.
Oscar Wilde: “El arte es la única cosa seria en este mundo. Y el artista es la única persona que jamás está seria”
Fragmento de El retrato de Dorian Gray:
—Me dijiste que lo habías destruido.
—Estaba equivocado. El retrato me ha destruido a mí.
—No creo que sea mi cuadro.
—No descubres en él a tu ideal? —preguntó Dorian con amargura.
—Mi ideal, como tú lo llamas...
—Como tú lo llamaste.
—No había maldad en él, no tenía nada de qué avergonzarse. Fuiste para mí el ideal que nunca volveré a encontrar. Y ése es el rostro de un sátiro.
—Es el rostro de mi alma.
—¡Cielo santo! ¡Qué criatura elegí para adorar! Tiene los ojos de un demonio.
—Todos llevamos dentro el cielo y el infierno, Basil —exclamó Dorian con un desmedido gesto de desesperación.
Hallward se volvió de nuevo hacia el retrato y lo contempló fijamente.
—¡Dios mío! Si es cierto —exclamó—, y esto es lo que has hecho con tu vida, ¡eres todavía peor de lo que imaginan quienes te atacan! —acercó de nuevo la vela al lienzo para examinarlo. La superficie parecía seguir exactamente como él la dejara. La corrupción y el horror surgían, al parecer, de las entrañas del cuadro. La vida interior del retratado se manifestaba misteriosamente, y la lepra del pecado devoraba lentamente el cuadro. La descomposición de un cadáver en un sepulcro lleno de humedades no sería un espectáculo tan espantoso.
Oscar Wilde: “El descontento es el primer paso en el progreso de un hombre o una nación”
Oscar Wilde nació el 16 de octubre de 1854, en Dublín, Irlanda. Su madre, Lady Jane Wilde, era poetisa, nacionalista y feminista, y su padre, William Wilde, un eminente cirujano oftalmólogo. Jane Wilde, que firmaba sus textos con el seudónimo de Speranza, alimentó el inmenso talento de su hijo por las artes literarias y visuales, proporcionándole una educación exquisita a la que el joven supo sacar provecho.
Wilde llegó a hablar fluidamente el francés, el italiano y el alemán.
Este hombre especial hizo estudios clásicos en Oxford, superó con excelencia los Mods, considerados los exámenes más difíciles del mundo, y se vinculó a la filosofía del esteticismo, de la que llegó a ser uno de sus mayores exponentes.
Pero hablemos un poco de su madre, quien ejerció una poderosa influencia en su vida.
Víctima de la moda, Lady Wilde disfrutaba vistiendo trajes vistosos y exuberantes tocados de joyas y plumas. Como no encontró amistades con las que compartir esta afición, la señora Wilde se entretuvo probando en el pequeño Oscar largos vestidos llenos de volantes y pedrería.
De manera que Oscar Wilde pasó buena parte de su infancia vestido de niña.
Este no es el único caso de travestismo infantil en la historia de la literatura. Autores como Howard Phillips Lovecraft, Rainer Maria Rilke o Ernest Hemingway fueron disfrazados por sus madres con ropas de chiquilla por los más diversos motivos…
Oscar Wilde: “Dios hizo un mundo aparte para cada persona, y en ese mundo debemos intentar convivir todos juntos”
La historia de Lady Jane Wilde da para un libro, pero aquí es solo un personaje secundario, eso sí, de indudable peso.
La dama amó mucho a su hijo Oscar hasta el final de su vida. Cuando este fue citado a juicio por los rumores de indecencia y homosexualidad ella lo incitó a quedarse y a enfrentarse al tribunal diciéndole:
Si te quedas, incluso si vas a prisión, siempre serás mi hijo, mi afecto por ti no cambiará. En cambio, si te vas, nunca volveré a hablar contigo.
El episodio que acaba con Wilde en la cárcel da muestra del carácter ingenuo de nuestro autor y de la excesiva confianza que tenía en su propia elocuencia y en su capacidad de convicción.
Lo cierto es que la denuncia que lo llevó a prisión la puso él mismo.
Sucedió en el mes de marzo de 1895.
Wilde era ya un periodista respetado, un exitoso autor teatral y un hombre casado con una bella mujer, Constance Floyd, con la que tenía dos hijos preciosos, Cyril y Vyvyan. La vida le sonreía tanto que Oscar olvidó que vivía en una sociedad inflexible que permitía algunos deslices, o lo que socialmente se consideraban deslices, solo si las cabezas más destacadas de la sociedad así lo querían.
Por esta razón, cuando Wilde promovió un juicio por difamación contra el Marqués de Queensberry, padre de su joven amante, Lord Alfred Douglas, que lo acusó a su vez de haber pervertido a su hijo, perdió el juicio y acabó en la cárcel.
Ahí comenzó su época más oscura.
De esta condena nacieron dos de sus obras más estremecedoras, el epistolario De profundis, que dedicó a su díscolo amante, y el conmovedor poema, "La balada de la cárcel de Reading", escrito en Francia poco tiempo después de abandonar la cárcel.
Imagino a ese hombre refinado padeciendo las penurias carcelarias, encerrado en una celda, hablando con las ratas y las cucarachas. Lo imagino mirando al ventanuco enrejado, intentando atrapar un rayo de sol, una mínima porción de libertad. ¡Cuántas noches en vela habrá pasado recordando sus glorias! ¡Cuánta tristeza se habrá acumulado en su alma al saberse víctima de la incomprensión y el retorcimiento del sistema!
Oscar Wilde: “Cualquiera puede simpatizar con las penas de un amigo, simpatizar con sus éxitos requiere una naturaleza delicadísima”
Oscar Wilde fue un hombre espléndido que desafió con su extravagante imagen de dandy, su amor por la belleza y la cultura clásica, su verbo punzante, a la reprimida sociedad victoriana.
En vida, y por un tiempo respetable, Wilde fue “profeta en su tierra”, disfrutando del favor de sus lectores, que devoraron con avidez sus relatos cortos: "El príncipe feliz", "El fantasma de Canterbury", "El gigante egoísta" o "El ruiseñor y la rosa", y aplaudieron a rabiar sus piezas teatrales, desbordadas de ingenio e ironía.
Los invito a leer La importancia de llamarse Ernesto, El abanico de lady Windermere, o Una mujer sin importancia. No se arrepentirán.
Como ha sucedido en otras ocasiones, y con otros autores en diversas partes del mundo, Oscar Wilde fue demasiado para su época.
Y aún hoy continúa siendo excesivo para ciertos sectores conservadores.
Oscar Wilde: “El amor comienza por engañarse a sí mismo, y a veces logra engañar al otro”
Agobiada por el escándalo, deprimida e infeliz, Constance Lloyd visitó a su marido un par de veces en la prisión, una de ellas para darle la noticia de la muerte de su madre. Luego lo abandonó para siempre, aunque nunca se divorció de él.
Oscar Wilde se vio obligado a renunciar a la patria potestad de sus amados Cyril y Vyvyan, a los que su madre cambió el apellido por el de Holland para que no fueran víctimas del escarnio y la venganza de los enemigos de su padre.
Desgraciadamente, los hijos del escritor no heredaron su brillo aunque fueron “hombres de provecho”, según lo establecido.
Cyril murió en 1915, combatiendo heroicamente en la primera guerra mundial, y Vvyan devino autor y traductor, dedicándose a preservar la obra de su inolvidable padre. Murió en 1967, por lo que vivió para asistir a la tardía restauración y reconocimiento de Oscar Wilde como uno de los grandes autores ingleses de todos los tiempos.
Los hombres casi siempre llegamos tarde al llamado de la historia… Si es que llegamos…
Oscar Wilde murió en París, en 1900, dos años después de salir de la cárcel de Reading.
Tal vez si despertase de la muerte y contemplase la veneración de la que es objeto movería su gran cabeza lentamente y pronunciaría una de sus célebres frases:
Cuando la gente está de acuerdo conmigo siempre siento que debo estar equivocado.
Se encuentra enterrado en el parisino cementerio de Pere-Lachaise. La tumba, que exhibe una majestuosa escultura del artista estadounidense Jocob Epstein, comenzó a llenarse de besos de carmín que se acumulaban semana tras semana, mes tras mes, año tras año, coloreando la piedra muda.
Hoy, un muro de cristal se interpone entre la tumba del escritor y los mimos de sus devotas.
Al parecer, la grasa contenida en los lápices de labios dañaba el monumento pues cada limpieza provocaba la erosión de la piedra, que se volvía porosa.
¡Cuidado! La pintura de labios puede ser corrosiva y devastadora.
Existe también una placa en la que se lee lo siguiente: "La memoria de Oscar Wilde se debe respetar. Por favor no desfigure esta tumba. Es un monumento histórico protegido".
Mientras Wilde pensaba que un beso puede arruinar una vida, las autoridades francesas piensan que muchos besos pueden arruinar una tumba.
Oscar Wilde: “Los libros que el mundo llama inmorales son libros que muestran al mundo su propia vergüenza”
La imagen ofrecida por Oscar Wilde en El Retrato de Dorian Gray alteró la percepción que los victorianos tenían del mundo que habitaban.
Después de su publicación, la literatura tuvo, en palabras del biógrafo Richard Ellmann, "una mirada diferente".
Buena parte de la prensa se puso en pie de guerra y condenó la novela tildándola de vulgar, inmunda y venenosa.
El propio Wilde lo dejó bien claro cuando dijo:
La humanidad se toma a sí misma demasiado en serio. Este y no otro es el pecado original.
Algunos autores tienen la capacidad de remover los cimientos de su mundo tanto o más que las bombas.
Sin embargo, el Dorian Gray que los victorianos nunca conocieron fue aún más atrevido que la novela que se publicó finalmente.
En un estudio realizado a principios de nuestro siglo XXI, y publicado luego bajo el título: The Picture of Dorian Gray: An Annotated, Uncensored Edition, aparecen tres versiones de la misma obra. El manuscrito original mecanografiado y enviado por Wilde al editor, el texto que se publicó en la revista mensual Lippincott´s, y el libro ampliado que posteriormente vio la luz en 1891.
Cuando el editor de Lippincotts, JM Stoddart, leyó el texto para su publicación pensó que ofendería la sensibilidad de sus lectores y con avidez censora se puso manos a la obra para hacer la historia totalmente “aceptable al público más exigente”. El editor extrajo del material el contenido homosexual, vinculado a la pasión que el pintor Basil Hallward siente por el joven Dorian Gray, por ejemplo, y cambió algunas palabras aquí y allá atenuando su significado.
En ese primer manuscrito escrito a máquina por Wilde pueden verse aún las correcciones y tachaduras hechas a lápiz por el aprehensivo editor.
Oscar Wilde no supo nada de esto hasta que vio la obra publicada.
Aún así, el aluvión de críticas no se hizo esperar, pero tampoco el aluvión de lectores.
Fragmento de una reseña del Daily Chronicle :
La dulzura y la suciedad son las principales características de este mes de Lippincott: el elemento que es inmundo, aunque innegablemente divertido, está provisto por la historia del Sr. Oscar Wilde, El Retrato de Dorian Gray. Es una historia generada a partir de la literatura leprosa de los decenios franceses, un libro venenoso, cuya atmósfera está cargada de los olores mefíticos de la putrefacción moral y espiritual, un estudio regodeado en la corrupción mental y física. Podría ser fascinante si no fuera por su frivolidad afeminada, su estudiada falta de sinceridad, su teatral cinismo, su misticismo vulgar, sus filosofías frívolas…
"No hay tal cosa como un libro moral o inmoral", escribió Oscar Wilde en el prefacio de la edición. "Los libros están bien escritos, o mal escritos. Eso es todo."
Todo el prefacio es una respuesta del autor a la violenta reacción creada por la publicación original de su novela, ahora clásica.
Quienes descubren significados ruines en cosas hermosas están corrompidos sin ser elegantes, lo que es un defecto. Quienes encuentran significados bellos en cosas hermosas son espíritus cultivados. Para ellos hay esperanza. (Oscar Wilde, prefacio a la edición de 1891 de El Retrato de Dorian Gray).
…la singular belleza que tanto había fascinado a Basil Hallward y a otros muchos nunca parecía abandonarlo. Incluso quienes habían oído de él las mayores vilezas —y periódicamente extraños rumores sobre su manera de vivir corrían por Londres y se convertían en la comidilla de los clubs—, no les daban crédito si llegaban a conocerlo personalmente. Dorian Gray conservaba el aspecto de alguien que se ha mantenido lejos de la vileza del mundo. Las conversaciones groseras se interrumpían cuando entraba en una habitación. (…) Todo el mundo se preguntaba cómo alguien tan atractivo y puro había escapado a la corrupción de una época sórdida a la vez que sensual…(El retrato de Dorian Gray).
Algunos lectores amantes de la acción consideran que la obra se ralentiza en algunos tramos pues el autor diserta a su antojo de filosofía, estética y arte.
No creo que esto sea un defecto. Hay mucha belleza en lo imperfecto. Aunque El retrato de Dorian Gray fue considerada por su propio autor como una obra perfecta.
Considero que las disertaciones que detienen la acción forman parte de la visión que Wilde tenía de la vida y de la literatura. Una visión analítica, crítica, reflexiva, que trascendía lo argumental removiendo en los lectores ideas preconcebidas, prejuicios y bajezas. Las disertaciones son también acción, no lo olvidemos.
Como no sabemos exactamente si en arte existe o no la perfección, pues esta depende de muchos factores, apuntemos que nació una gran obra que a día de hoy sigue asombrando y sacudiendo conciencias.
Dorian Gray se deslizaba escaleras arriba hasta la habitación cerrada del ático, abría la puerta con la llave que nunca se separaba de su persona, y se colocaba, con un espejo, delante del retrato pintado por Basil Hallward, mirando unas veces al rostro malvado y envejecido del lienzo y otras las facciones siempre jóvenes y bien parecidas que se reían de él desde la brillante superficie de cristal. La nitidez misma del contraste aumentaba su placer. Se fue enamorando cada vez más de la belleza de su cuerpo e interesándose más y más por la corrupción de su alma. (El retrato de Dorian Gray).
Como hemos visto, Oscar Wilde era célebre por su acerado sentido del humor.
Terminemos nuestra reseña con una invitación a leer este libro raro y majestuoso y con esta divertida anécdota del gran Wilde cuando visitó los Estados Unidos para dictar unas conferencias:
Al desembarcar en Estados Unidos el jefe de aduanas realizó una pregunta rutinaria a Oscar Wilde: “¿Tiene algo que declarar?”.
A lo que Wilde contestó: “Nada, excepto mi genio”.
El jefe de aduanas estuvo a la altura, pues respondió de inmediato: “Esta es una mercancía que no requiere protección en Estados Unidos”.