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Opinión | Líbranos del egoísmo

Una “cultura del egoísmo” es aquella forma de vivir que tiene como principio el individualismo y como valor el encerrarse sobre sí mismo mediante la soberbia y la envidia.

El egoísmo nos degrada como personas y como pueblo.
El egoísmo nos degrada como personas y como pueblo.

El lunes pasado comencé a comentar acerca de una plegaria que agregaba, después del Padrenuestro en la Misa, mi compadre el Padre Manolo, quien fuera obispo de Matanzas y que rezaba así: “Líbranos del miedo, del egoísmo, de dejarnos arrastrar por el ambiente”.

Hoy reflexionaremos sobre la segunda parte de esta sencilla oración que resumía lo que el sacerdote consideraba como tres males fundamentales que podíamos sufrir, y estábamos sufriendo, el pueblo cubano y que concretan la última parte del Padrenuestro que termina diciendo: …“y líbranos del mal. Amén”.

El egoísmo

Junto con el miedo, el egoísmo es un mal que se ha generalizado en nuestra sociedad. Es más, si profundizamos, el miedo no es solo consecuencia de las amenazas y la represión que vienen de un sistema opresor, sino que es también otra forma de egoísmo: el miedo a perder lo que tenemos, el miedo a perjudicarnos materialmente o a perder un puesto o una posición, entre otros miedos a todo lo que afecta nuestro ego, es decir, lo que perjudica a nuestro yo como individuo.

El exceso de ego lleva a la soberbia y al aislamiento, al individualismo cerrado en sí mismo, que actúa como un ser antisocial, poco relacionable, difícil para las interacciones humanas, la amistad y el amor. Son las personas que están demasiado pendientes de la satisfacción de sus necesidades e intereses individuales y que se van cerrando de tal forma a la socialización que los convierte en “caracoles” que, al menor estímulo externo, se refugian en su propia concha cerrada en espiral sobre sí mismo, haciendo de su propio yo el centro y el fin de su existencia, sin importarle hacer el bien a los demás, trabajar en equipo, ser capaces de establecer consensos y alianzas, ni participar en proyectos comunes sean familiares, eclesiales, económicos, políticos y sociales.

El miedo no es solo consecuencia de las amenazas y la represión, sino que es también otra forma de egoísmo.

El que padece de exceso de ego es narcisista, pedante, se cree superior a los demás y se autoexcluye considerando a los otros como infelices. Es un ególatra porque se da culto a sí mismo. Tiene un exceso de protagonismo, de caudillismo y de populismo.

Según Iván Durán Garlick, investigador chileno de la conciencia, autor del libro Cómo vencer el ego, existen 10 tipos de egos superlativos: el sabelotodo que siempre tiene la razón; el insaciable de atención sobre sí mismo; el interruptor que irrumpe en las conversaciones hablando siempre de su persona; el envidioso que no soporta ni reconoce los triunfos de los demás; el prestigioso o usurpador, es la persona que necesita ser aplaudida y reconocida constantemente; el jinete o trepador que se apropia de logros o información de los demás presentándolos como suyos y usa a personas e instituciones para escalar; el sordo que no sabe escuchar, que no soporta prestar atención a los otros; el manipulador de los demás, que engaña, miente y se justifica para que las cosas se giren a su favor; el orgulloso que no le gusta perder, que es tan soberbio que nunca reconoce sus propios errores y por eso reincide en ellos; y el silencioso que parece que está de acuerdo pero por detrás juega sucio y desbarra de todos los demás, si habla mal de los extraños, un día llegará a hablar mal de sus mejores amigos. He aquí diez medidores para identificar los excesos de ego, en nosotros o en los demás.

En Cuba se ha provocado conscientemente la fragmentación de la sociedad para ejercer un control total sobre el individuo.

El déficit de ego provoca un complejo de inferioridad, una pérdida del autocontrol y de la resiliencia. Disminuye la percepción que la persona tiene de sí misma hasta llegar a menospreciarse. Se automargina, pierde la fuerza de voluntad y se deprime. Son víctimas del miedo a todo y a todos. Se victimizan sin motivo significativo. Generalmente son personas abúlicas y tienen una visión negativa de ellos mismos, de los demás y de la realidad en la que viven. Son pesimistas crónicos y tildan de ilusorios, utópicos y no realistas, a todo aquel que tiene una visión positiva de los demás y del mundo.


Libra a Cuba del egoísmo

El egoísmo es una característica negativa a nivel personal, pero también puede llegar a ser un daño social. No solo hay personas egoístas, sino que puede generalizarse una “cultura del egoísmo” que es aquella forma de vivir, de relacionarse y de posicionarse en la vida, que tiene como primer principio el individualismo y como el primer valor el encerrarse sobre sí mismo mediante la soberbia y la envidia.

En Cuba, contradictoriamente, la “edificación” forzada de una sociedad supuestamente socialista, ha dado como fruto una sociedad del “sálvese el que pueda”, una sociedad profundamente dividida. Se ha provocado conscientemente la fragmentación de la sociedad y la desintegración del tejido de la sociedad civil, para poder ejercer un control total sobre el individuo indefenso y sin relaciones sociales.

Propuestas

Para que Cuba pueda librarse del egoísmo personal y social deben ocurrir los siguientes procesos mediante la educación para la libertad, la responsabilidad y la vida en comunidad.

  1. Los cubanos debemos superar los nuevos caudillismos, los protagonismos individuales excesivos y excluyentes, los nuevos populismos exacerbados por las redes sociales y toda forma de liderazgo que pudiera llevarnos de regreso al modelo autoritario del que queremos salir. Son muchos años y el daño antropológico es exponencial.
  2. Los cubanos debemos superar los nuevos egoísmos narcisistas, los manipuladores de antes y los de ahora, que engañan, desinforman y le tuercen el cuello a la realidad para convertirse en los nuevos “mesías”.
  3. Los cubanos debemos superar los nuevos “jineteros” de fama, hábiles trepadores para escalar rápidamente y llegar “primero”, haciendo oídos sordos a los que tienen más experiencia, más formación y una auténtica trayectoria de vida, obras y sacrificios.
  4. Los cubanos debemos superar las diferentes formas de soberbias, el creernos superiores, el no ser capaces de trabajar con otros, de construir consensos, de establecer alianzas, de ser incluyentes, plurales, unidos en la diversidad, en fin, aprender a ser humildes que es la virtud cívica de los verdaderamente grandes.
  5. Y por fin, los cubanos debemos a aprender a debatir sin descalificar, a discrepar sin atacar a la persona del otro, a desterrar para siempre las ofensas entre cubanos, las palabras ultrajantes, los adjetivos denigrantes. Los cubanos debemos demostrar al mundo que somos personas decentes, civilizadas, prohibiéndonos a nosotros mismos el uso de todo tipo de insultos, injurias y escarnios. Tomemos conciencia que ceder a este estilo de debate es otorgarle el triunfo al régimen que ha intentado, y en ocasiones logrado, infligir un daño antropológico que intenta borrar la decencia, la moderación, el debate respetuoso y la discrepancia civilizada.

Demostrémonos a nosotros mismos, y al mundo entero, que el comunismo no ha podido vencernos entronizando la chusmería, el barrioterismo, la indecencia, las ofensas y la vulgaridad entre los cubanos. Escudarse en estos recursos es otra forma de egoísmo grosero. Es una manera objetiva de continuar el estilo de aquello que, precisamente, queremos que termine.

Estoy completamente seguro de que los cubanos seremos capaces de librarnos del egoísmo en todas estas manifestaciones que nos degradan como personas y como pueblo.

Cuba tiene vocación de civismo, de eticidad, de convivencia fraterna, de una democracia decente y de una cubanidad con hidalguía.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

(Publicado originalmente en Centro de Estudios Convivencia).

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Dagoberto Valdés Hernández

Dagoberto Valdés.

(Pinar del Río, 1955). Ingeniero agrónomo. Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años. Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007. Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director. Premios: “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. Reside en Pinar del Río.

 

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