Una de las primeras cosas de las que uno se entera cuando viene a vivir en Colonia, es que en su catedral se encuentra el relicario que contiene los dizque restos de los tres Reyes Magos.
Escéptico que lo he sido desde mis años adolescentes en todo lo que se refiere al tejido de embustes que envuelve el nacimiento de Jesús, leí todo lo que pude en relación con este tema, el de unos Reyes que además de Reyes eran Magos, y ambas cosas con mayúsculas, y que habrían llegado de Oriente a Belén siguiendo el camino que les iba mostrando una estrella. “Blancanieves y los siete enanitos” es una novela naturalista si se la compara con la historia de Melchor, Gaspar y Baltasar.
La siguiente cosa importante de las que uno se entera, viviendo ya en Colonia, es que su famosa catedral se construyó nada menos que para albergar el triple sarcófago que contiene el relicario. El cual fue saqueado de la catedral de Milán, donde se hallaba, por nadie menos que el mandamás del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico Barbarroja, quien a su vez se lo regaló al arzobispo de Colonia, Rainald von Dassel, en el año 1164. En 1248, unos 84 años después, se comenzó la construcción de la catedral porque el peregrinaje a la ciudad, para venerar las reliquias, era ya considerable.
Y es que, en el fondo, como casi siempre sucede con estas historias rocambolescas, de lo que se trata es nada más, aunque nada menos, que del vil metal. Estamos hablando de los siglos XII y XIII, cuando aún no se había producido el cisma de Lutero y los católicos, apostólicos y romanos eran mucho más píos que en los impíos siglos que siguieron a dicho cisma. Peregrinar era parte importante de la práctica de la fe. Las Cruzadas, esa forma de turismo manu militari, dizque se hicieron para liberar de los infieles los Santos Lugares y que los fieles pudieran peregrinar a ellos.
Pero además de los Santos Lugares había otros tres que también lo eran y adonde los fieles peregrinaban, aunque no con el carácter obligatorio que tiene la peregrinación a La Meca de los musulmanes creyentes. Y esos tres lugares eran Roma, donde se había construido el Vaticano sobre la tumba del primer Papa, un pescador galileo llamado Pedro; Santiago de Compostela, de donde se conjetura que su catedral fue construida sobre la tumba del hereje Prisciliano; y Milán, con el sarcófago de los presuntos Reyes Magos.
Evidentemente se trataba de un reparto injusto en el que Italia recaudaba dos tercios de los suculentos ingresos que hoy llamaríamos "turísticos", devengados por los piadosos peregrinos. Federico Barbarroja supo muy bien lo que hacía al regalarle los tales restos regiomágicos a una ciudad al norte de los Alpes.
Encuentro en Wikipedia el dato de que el 20.7.1864 se abrió el relicario, y traduzco del alemán lo referido por un testigo ocular:
"En una sección especial del relicario, junto con los restos de antiguos vendajes descompuestos, probablemente de biso, y trozos de resinas aromáticas y sustancias similares, aparecieron ahora los numerosos huesos de tres personas, que, con la ayuda de los expertos presentes, pudieron ordenarse en cuerpos casi completos: uno desde su primera juventud, el segundo en su primera virilidad, el tercero anciano".
Qué quieren ustedes que les diga: me recuerda aquella novísima aventura de Sherlock Holmes que le debemos al poderoso ingenio de Enrique Jardiel Poncela, y en la que el famoso detective resuelve un misterio sin salir de su domicilio, en el 221b de Baker Street.
Transcribo el párrafo que me recuerda el informe de aquel testigo ocular: "Un cuadro verdaderamente cubista se ofreció a nuestros ojos. La estancia aquella era, ni más ni menos, un museo arqueológico. [...] Los tres esqueletos del almirante Nelson (el esqueleto de Nelson a los once años, a los veinte y a los treinta y dos) constituían por sí solos un tesoro incalculable".
Como lo son, qué duda cabe, incrédulos lectores, los restos de los Reyes Magos en su relicario de la catedral de Colonia.