La actual situación de Cuba nos hace recordar las diez plagas de Egipto. Se trata del relato bíblico del libro del Éxodo, capítulos 7 al 12. El pueblo de Dios había estado por largos años bajo la esclavitud del Faraón. El mandatario egipcio no quería ceder para cambiar la suerte de aquel pueblo religioso que quería su libertad. La tradición oral fue conformando, a lo largo de los siglos, esta simbólica narración de las diez plagas que azotaron a Egipto, y que sirvieron para convencer al Faraón de que más vale abrir la puerta a la libertad que poner trancas a los pueblos. Sirvieron para dejar vitales enseñanzas tanto a las víctimas como a los victimarios. Egipcios e israelitas aprendieron de aquellos acontecimientos. Ojalá que nosotros, el pueblo cubano, también aprendamos de lo que nos viene pasando.
En primer lugar, dejemos claro que Dios no castiga. Que ninguna desgracia viene de Dios. Que Dios es un Padre justo y bueno. Y como todo padre bueno educa, aprovecha las caídas de sus hijos no para recriminarles sino para enseñarles las consecuencias y el costo de los errores cometidos. Esa es la esencia del relato de las plagas de Egipto. Es también lo que deberíamos aprender de lo que nos está sucediendo en Cuba hoy. Nuestros sufrimientos no vienen de Dios. Nuestros males vienen de los errores y empecinamientos de los hombres.
A lo largo de estos ya más de 60 años, Cuba viene sufriendo sucesivas “plagas”, eventos desfavorables, decadencia creciente.
A lo largo de estos ya más de 60 años, Cuba viene sufriendo sucesivas “plagas”, eventos desfavorables, decadencia creciente. No es el propósito de esta columna hacer una cronología de ese “vía crucis”. Pero conviene mencionar solo algunos jalones de este Calvario que ya es demasiado largo, tanto en el tiempo como en la profundidad de las heridas infligidas al alma de la nación cubana. Estas son algunas de las plagas históricas:
—La vida en la mentira que ha convertido a la verdad en una realidad peligrosa.
—La vida en la escasez de todo que ha convertido la precariedad en costumbre.
—El control total del Estado sobre el ciudadano que vive con un policía dentro.
—La confiscación de todas las libertades que encierra a la libertad en las catacumbas del miedo.
—La represión y la sospecha que convierte todo acto en una teoría de la conspiración.
Han existido otras muchas “plagas”, más externas y puntuales, que parecieran competir con aquellas que, por profundas, parecen arrugas y cicatrices imborrables. Solo mencionaremos algunas muy concretas acaecidas en los últimos años:
—La caída de un avión de “Cubana de Aviación” y el colapso de nuestra compañía aérea.
—Un tornado que devastó hogares, levantó al pueblo y persiguió a la ayuda solidaria.
—La comunidad internacional despierta y llama por su nombre a la realidad cubana.
—Una pandemia mundial hace estragos en Cuba que rechaza la vacuna extranjera y no tiene recursos para acelerar la propia, en medio de la cual se ha implantado un “ordenamiento” desordenado.
—La temporada ciclónica pareciera que viene a completar una “tormenta perfecta” en la etapa terminal.
Estos son solo diez ejemplos, diez “señales”. No son mágicas, ni fruto de la brujería, ni consecuencia de la superstición. Son fruto del fanatismo del que nos alertó el Padre Félix Varela en su obra cumbre “Cartas a Elpidio”. Son avisos de las consecuencias del mal institucionalizado. Son llamadas de alerta sobre la suerte que puede sufrir un pueblo cuando pierde su libertad. Pero no son asestados por la mano de Dios, ni solo por la casualidad de la naturaleza. Son obra de los hombres y consecuencias de su forma de organizar la sociedad.
Aún los fenómenos naturales que no son responsabilidad de los humanos, causan impactos más dolorosos y duraderos cuando las condiciones de vida de un pueblo han sido confinadas a la precariedad de una administración equivocada. El Papa Francisco ha dicho claramente que “las ideologías siempre acaban mal”, porque no escuchan los reclamos de su pueblo; porque se atrincheran en la continuidad de sus fracasos; porque le tienen miedo a la libertad.
Cuando todos comienzan a sufrir las consecuencias de la injusticia, la libertad está cerca.
El largo y sufriente camino a la libertad costó al pueblo bíblico aquellas diez plagas y muchos otras inenarrables injusticias cuyas consecuencias, al final, también comenzaron a sufrir los opresores egipcios. Cuando todos comienzan a sufrir las consecuencias de la injusticia, la libertad está cerca. Las “plagas” sociales, que son consecuencia de los errores estructurales, con frecuencia también rozan a los que sostienen, ingenua o erróneamente, en los niveles intermedios, a esas estructuras de injusticia.
No todos entienden este camino de liberación que exige sacrificios y caminar bajo la resolana del desierto con las sequías cotidianas. Incluso algunos de los que han logrado liberar su alma increpan a los más adelantados reclamándoles “las ollas de Egipto”. Aquella mísera caldosa recibida a cambio de la libertad. Hoy son las precarias migajas colocadas en el pico de la dependencia dentro de la seguridad de una jaula. Siempre ha existido la tentación de las “ollas de Egipto”, caemos en esa tentación porque el daño antropológico, que es la mayor plaga de todas, aquella que más se asemeja a la última plaga de Egipto, parece como un “exterminio” de las facultades y las lógicas propias de la condición humana. Y uno puede contemplar con estupor cómo hay libertos con nostalgia de cepos, y hay disfrazados cepos que acechan a la vera del camino de la libertad.
Todos debemos aprender de las “plagas de Cuba”. No son venidas de Dios. Son responsabilidad de todos los cubanos. De todos, sin excepción, los de adentro y los de la Diáspora, los de ayer y los de hoy, pero especialmente de aquellos que, empecinados, impiden la “salida” de su pueblo hacia la libertad, no para encontrarla en otras tierras, sino para construirla aquí, en nuestra amada patria, que no merece ninguna de esas plagas que son pura consecuencia de la perseverancia en el error.
Las lecciones milenarias de la Biblia no son solo una Palabra de Dios para los creyentes, son también para todos los seres humanos la acumulación de la experiencia de la humanidad en su camino hacia la liberación interior, fuente y dínamo de todas las libertades políticas, económicas, sociales, culturales, religiosas, que no pueden tener ciudadanía plena y feliz en tierras de esclavitud.
Espero y confío que los cubanos dejemos la queja estéril y nos pongamos en camino hacia la libertad y la responsabilidad.
Espero, deseo, confío y rezo, para que todos los cubanos aprendamos la lección de las plagas de Egipto, especialmente aquellos que ponen trancas a la liberación de los pueblos. Espero y confío que los cubanos dejemos la queja estéril y nos pongamos en camino hacia la libertad y la responsabilidad. Espero y deseo que todo lo que hemos sufrido a lo largo de estos más de sesenta años nos sirva para nunca más añorar las “ollas de Egipto” a cambio de perder la libertad, la verdad, la justicia, el amor y la paz.
Depende de nosotros, de todos los cubanos, que estas sean las últimas plagas que nos convenzan del resultado que tiene la pérdida de la libertad, del sentido de la vida y de Dios.
Espero que jamás olvidemos que también las “ollas de Egipto se secan”. Que el maná caído del Cielo se acaba. Y que todo poder, por muy faraónico que nos parezca, se termina. Y que lo único que vale la pena es aprender de lo sufrido, buscarle sentido a la vida, levantar la cabeza y caminar hacia la Luz.
¡Que para Cuba sea ya el paso del Mar Rojo!
(Tomado de Convivencia)