El catálogo de la fabricación artesanal de juguetes en Cuba, pone en evidencia la crisis cotidiana de los cubanos, una cultura de supervivencia desde la infancia entre los gustos postergados y las precarias condiciones de vida.
La Güinera es un barrio del interior habanero conocido por la venta y producción de elementos artesanales de plástico. Las casas se estrechan a medida que el caminante deja las avenidas y avanza por calles sin aceras, con charcos, sin asfalto, con yerbajos, para encontrar piezas de fontanería, útiles del hogar... y juguetes.
Esto último ocupa un lugar imprescindible en La Güinera. Los niños y los padres entran a garajes tapiados o a portales, para elegir carros, bates, espadas, escopetas, modelos de superhéroes de Marvel o DC Cómic.
Cuando esa clase de bienes de consumo ha pasado a encontrarse exclusivamente dentro de las tiendas en divisas extranjeras, conocidas como MLC, lo que se vende en La Güinera adquiere gran demanda.
Con los prohibitivos precios en dólares estadounidenses, el Estado obligó a la mayoría de los niños cubanos a depender de estos juguetes artesanales.
Tras la llegada de la pandemia, los artesanos tampoco la han tenido fácil. Inspectores estatales vigilan de vez en vez el barrio, buscando posibles aglomeraciones.
Sin embargo, negocios como el de La China, uno de los establecimientos más populares de juguetes en la zona, recibe muchísimos clientes, especialmente en el mes de junio, en cuyo mes se celebra el Día de la Infancia.
Por eso, a pesar de todo, los niños cubanos no dejan de jugar.