He tenido un extraño privilegio, aunque he tardado meses en percatarme; quizás, porque no ha sido el privilegio de conocer a una celebridad o a un triunfador. No ha sido siquiera el privilegio de conocer a alguien que me resultara admirable. ¿Qué podría admirar en un vive bien, hijo de un papá adinerado, influyente y cercano a los círculos del poder? ¿Qué se puede admirar en alguien que, mientras otros arriesgan sus vidas enfrentándose a una dictadura, para alcanzar justicia y democracia, se dedica a vivir la vida en rosa, sin preocupaciones, sin drama; a gozar como si la vida fuera de verdad un carnaval; a bailar en los sitios de moda y a coleccionar conquistas? Esa era la vida de Fernando Pruna Bertot, hasta que llegó el Comandante y mandó a parar, en 1959.
Una serie de circunstancias me ha llevado a conocer a este personaje de 84 años que hoy vive en Miami, ciudad donde nunca he puesto los pies. La primera de ellas es justamente que Fernando Pruna fuera en su juventud un bon vivant, como él mismo se describe, juez y parte en la vida nocturna habanera y neoyorquina, que se codeaba con la farándula de la época y llegó a conocer, e incluso a seducir, a varias celebridades. El interés en rastrear a una de ellas, Denise Darcel, una francesa poco conocida entre sus compatriotas, pero que fascinó al público (principalmente masculino) norteamericano de la posguerra, llevó al escritor francés Cyriaque Griffon a entrar en contacto con Fernando Pruna y su nada envidiable travesía: de la suavidad de sus “camas de seda” a “una colchoneta despedazada con un olor a orine y mierda”; de ser el candidato al congreso más joven en la historia de Cuba a ser uno de los fundadores del Movimiento de Integración Democrática Cubana y de la Legión Democrática de Cuba, además la primera persona acusada de contrarrevolución y líder de uno de los primeros alzamientos en las lomas contra Fidel Castro; de tener asegurado un futuro en los negocios y en la política, a no tener asegurado más que el fusilamiento, pese a no haber llegado a disparar un tiro; de una exitosa fuga de la cárcel… a la cárcel nuevamente.
Si Fernando se hubiese conformado con que Habana 505, la novela sobre su vida, escrita por Griffon, existiera solo en francés, y si se hubiese dado por satisfecho con la visión edulcorada de la Revolución Cubana del galo, los hispanohablantes y, sobre todo, los cubanos, no contaríamos con una versión en español de Habana 505. Pero Fernando decidió emprender la reescritura de este libro para brindarnos de primera mano, la historia que padeció. Esta reescritura lo llevó a convertirse en coautor y editor de la versión en español del libro, que se encuentra disponible en Amazon.
Solo porque Fernando decidió luego hacer traducir Habana 505 al inglés, y que esta tarea no fuese asumida por un nativo de habla inglesa como sería más natural, sino por una compatriota, lo que le obliga a un arduo trabajo de corrección, he conocido a este hombre que conoció en prisión a varios ex revolucionarios y ex asaltantes de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
Hay en este libro algo que me ha hecho mirar a su autor con profundo respeto y es que no observo en ellas odio, ni un ápice del justo y muy humano resentimiento que podría sentir Fernando Pruna por el régimen cubano. No hay tampoco un tratamiento apologético de Fulgencio Batista, quien para nada es el bueno de esta película, ni un retrato idealizado de la Cuba de los años 50. No se ocultan la corrupción ni los negocios turbios que, con el auspicio de Batista, manejaban renombrados mafiosos, Meyer Lansky y Lefty Clark, por solo mencionar algunos nombres, ni la incondicionalidad de Batista hacia los gobiernos norteamericanos, incluso si implicaba perjudicar los intereses nacionales, en algún momento. Habana 505 es un libro ampliamente documentado, muchas personas fueron consultadas tanto por Griffon como por Fernando Pruna, para verificar la autenticidad de todos los hechos históricos reflejados. Cuenta además con más de cien fotografías y con una casi abrumadora cantidad de notas a pie de página. Es un texto que deberían leer todas aquellas personas que solo han conocido de la llamada revolución cubana, la versión contada por los vencedores.
Fernando acepta con entereza que Fidel Castro ganó y él perdió, que perdió además su juventud en las cárceles comunistas. Agradece que al menos conservó la vida, que es más de lo que pueden decir muchos que también se enfrentaron al castrismo. Pero meses de conversaciones con él me han revelado que conservó más: su sentido del humor, su juventud de mente, su admiración por la belleza femenina (aunque siente que ya no le acompaña la carrocería) y su disposición a asumir retos. Nada de esto se lo pudieron arrebatar las cárceles del nuevo régimen. Es con esa disposición que ha aceptado que lo entreviste para Árbol Invertido, sin miedo y de hecho excitado, ante la posibilidad de alguna pregunta incómoda.
¿Por qué, en todos estos años no pensó en escribir su historia, antes de que Cyriaque Griffon se interesara en ella, pese a que usted mismo escribía durante su adolescencia y hasta dirigió una revista en la escuela?
Muchas veces pensé en escribir mi historia, o al menos, lo que había vivido hasta entonces. Incluso cuando estaba preso me senté a escribir en más de una ocasión, pero después lo dejaba y rompía lo escrito. Yo creo que me faltaba metodología. Dudaba de cómo estructurar el libro. También, quizás cierta vagancia; no tenía la persistencia necesaria ni la constancia para realizar una obra de tal magnitud. También consideré grabar la historia como un cuento hablado. Pero no pasó del pensamiento. Y también estaban los peligros de realizar tal obra en Cuba comunista. Yo creo que fue una mezcla de todo esto. Cuando llegué a los Estados Unidos mi padre me dijo muchas veces que yo tenía que sentarme a escribir lo vivido antes de que se me olvidara. Lamentablemente, mi padre murió antes del libro. Cuánto me hubiese gustado que lo hubiese leído. Sinceramente, creo que Cyriaque fue mi vehículo necesario. El gatillo que yo necesitaba. El catalizador.
Mi incursión en escribir el libro nace accidentalmente por la traducción inaceptable del libro que escribió Cyriaque en francés que era más un cuento de Corín Tellado con una perspectiva comunista de la historia de Cuba. Esto me despertó de un letargo. Vi la necesidad de actuar y Cyriaque me dio luz verde. Con su permiso, reescribí el libro y además le añadí 300 páginas, más cientos de notas al pie. Una labor de más de 3 años. Pero fue una experiencia deliciosa. Recordar es volver a vivir.
Además, para mí es más fácil corregir o editar que hacerlo todo yo. Por eso te he pedido que traduzcas, y después yo lo edito. Y vamos bien con esto. Eso lo puedo hacer. Indirectamente tu trabajo me obliga. He editado muchos trabajos y creo que es lo que mejor hago.
En la prisión escribí poemas y canciones con su música. Aprendí a tocar la guitarra y también aprendí teoría y solfeo. Pero es que componer una canción o escribir un poema es un trabajo que se concluye rápido. No es la cosa interminable de un libro kilométrico. Me gusta cerrar el círculo.
Por eso vamos a dividir a Habana 505 en tres libros por separado en inglés. Tan pronto terminemos el primer libro, lo publicamos. Se cierra un círculo. Esto nos da aliento para seguir con el segundo; nos inspira.
Cuando decidió enfrentarse a Fidel Castro, intuyendo que implantaría el comunismo en Cuba, ¿lo hizo realmente por defender la democracia en Cuba o por defender sus intereses y privilegios de clase? Fidel Castro al menos prometía mejorar la situación de los más humildes, y hay que reconocer que el 1ro de enero de 1959 trajo significativas mejoras para muchas personas muy pobres hasta entonces. Usted hasta el momento vivía “la vida en rosa”, sin preocupaciones, como cuenta en el libro, y las desigualdades sociales no eran preocupación para usted.
A los veinte años yo era un idealista, pero también era ambicioso. Nunca sentí simpatía por Fidel ni por la revolución. No fue intuición. Tuve información privilegiada por las relaciones familiares (mi padre) de los Servicios de Inteligencia (SIM) de Cuba bajo el gobierno de Batista, y otros altos funcionarios conocedores del tema, y sabíamos, sin lugar a duda, que el comunismo era la ideología elegida por Fidel para perpetuarse en el poder. Ya el hecho de saber que Fidel era comunista, no por convicción sino por conveniencia, lo convirtió en mi enemigo. Además, yo era un producto USA, pues toda mi educación se realizó en USA. No quiero decirte con esto que los intereses personales no tuvieron su influencia. Claro que sí. Pero es que por mi formación no había futuro sino a través de un proceso democrático y capitalista. Desde siempre mi mentalidad era hacer negocios. Promover ideas y convertirlas en realidad.
Cuando Fidel les robó las propiedades bien habidas a miles de víctimas, algunos se quitaron la vida o se fueron de Cuba frustrados. Yo preferí quedarme y pelear. Aunque a mí realmente no me quitaron nada sino a mi familia.
No niego que yo no quería que cambiara el sistema económico de Cuba. Yo soy capitalista. Pero un capitalista con ciertas inquietudes sociales. Pero capitalista al fin. Mis intereses económicos se fundamentaban en un sistema capitalista. Y, por supuesto, dentro de una democracia con sus consecuentes libertades. Pero sobre el capitalismo podemos hablar mucho, pues hay capitalismo de derecha absoluta y hay capitalismo con consideraciones sociales.
Con el tiempo y la edad, mi pensamiento político ha variado. De una posición de derecha ultraconservadora he ido caminando hacia una izquierda moderada. Pero una izquierda progresista, dentro de un marco capitalista. Para mí el socialismo puro es un fracaso. Quizás los años me han ido humanizando, pero sin caer en la utopía.
Yo NO creo que Fidel trajo mejora alguna para nadie. Solamente al principio regaló lo que se robó, y eso no ha durado, pues con todas las regulaciones y prohibiciones nadie es totalmente dueño de nada. Fidel hizo una filantropía ajena, es decir, regaló lo que les pertenecía a otros. No mejoró las cosas para los pobres. Desconozco los beneficios que mencionas. Cuba está sumida en la más abyecta pobreza sencillamente porque el sistema no funciona y el gobierno teme reformarlo. No es el caso de China. De esto podemos conversar un rato.
Ciertamente yo vivía “la vida en rosa”, pero mi familia, en particular mi madre, era una trabajadora social incansable. Profundamente preocupada por ayudar a los pobres y así lo hizo. Aun hoy, en el pueblo de Nazareno se habla de la Sra. Carola, la que tanto ayudó a los necesitados.
Claro que yo no tenía esa conciencia tan desarrollada. La testosterona gobernaba mi existencia por entonces. Pero siempre quise lo mejor para mi pueblo, para los cubanos. Y la injusticia social me golpeaba, así como los abusos policíacos de Batista y la detestable corrupción.
Usted se convirtió, con 23 años, en el candidato cubano al Congreso más joven hasta 1958, y en las elecciones legislativas obtuvo un escaño, que nunca llegó a ocupar debido a los sucesos del 1ro de enero de 1959. ¿Cuál era su programa? ¿Qué habría hecho si hubiera llegado a integrar el Congreso?
Pedirme mi programa político a los 23 cuando estoy por cumplir 84 no es razonable. Mi respuesta también puede ser deshonesta. Pero fundamentalmente puedo decirte que quise total honestidad y transparencia en los procesos electorales. Creía en una democracia genuina y honesta. Consideraba que la corrupción era inaceptable y pensaba que nadie podía estar por encima de la ley. La corrupción tenía que ser radicalmente castigada. Creía que la educación tenía que estar al alcance de todos y que la educación pública debía ser tan buena como la privada. Pero una educación sin dogmas ni influencias religiosas. Una educación pura. Una educación laica. Consideraba que las universidades tenían que ser apolíticas y que hacer política en las universidades tenía que estar prohibido. Radicalmente prohibido. Entendía que la salud pública tenía que estar al alcance de todos. La asistencia médica es un derecho fundamental. La Educación es también un derecho fundamental.
Usted afirma en el libro que Batista era odiado, entre otras cosas, porque era negro (o mulato) y que la cubana era una sociedad muy racista. ¿A qué atribuye entonces que Batista obtuviera la victoria en unas elecciones democráticas, en 1940?
Yo entiendo que la sociedad cubana era indudablemente racista. Todavía se ve ese racismo en el exilio de los cubanos en USA. Es palpable. Ciertamente en la gente de más edad, los cubanos viejos. Suavemente, la nueva generación de cubanos-americanos está dejando, poco a poco, el racismo atrás. Pero eso se debe a la educación de este país que está luchando contra el racismo, que también es un problema social en USA. Pero los viejos cubanos indudablemente son racistas.
Batista nunca fue aceptado por la sociedad cubana media y alta. Ciertamente la alta sociedad de Cuba no lo soportaba. Muchos terratenientes y latifundistas y personas adineradas le dieron dinero a Fidel y comparsa para derrocar a Batista. Yo entiendo que parte de su motivación fue racista porque Batista nunca se metió con los ricos, todo lo contrario. El aspiró a ser parte de la aristocracia cubana y fracasó a pesar de su gran riqueza.
El triunfo de Batista en el 40 surge de un sinfín de contradicciones sociales en una tumultuosa época histórica de Cuba. Hasta el Partido Comunista de Cuba respaldó a Batista en el 1940. Pero es que Batista demostró un liderazgo extraordinario en esa época. Era el nuevo amanecer después de la dictadura de Machado.
Pero con los años, cuando las aguas se asentaron, la sociedad poco a poco se fue cansando de él. Es un proceso social demasiado complejo para tratarlo en dos o tres párrafos.
En nuestro libro (en inglés) pretendo incluir (añadir) las razones por las cuales Batista pierde el poder a pesar de tener un ejército bien armado de 40 mil hombres.
En resumen, estoy convencido que ser mulato fue una enorme desventaja para Batista.
Los cubanos del exilio mayormente odian a Barack Obama. Se jactan en decir: Ese negro de mierda jodió el país, cuando en realidad quizás es este rubio de mierda el que ha hecho un enorme daño.
Mirando atrás, a todo el tiempo de su vida perdido y al hecho de que Fidel Castro nunca fue derrocado, por ninguna vía, y designó a su sucesor, ¿cree que valió la pena enfrentarse a la llamada revolución cubana? ¿Sinceramente, lo volvería a hacer?
Pobre del joven que en su juventud no sea un idealista absoluto. Y pobre del viejo que en su vejez siga siendo un idealista absoluto.
Fidel ganó y yo perdí. Además, perdí mi juventud en las prisiones de Cuba. Pero no, no me arrepiento de haberlo hecho. Creo que hice lo correcto y sinceramente me siento orgulloso de haberlo hecho. Lástima que no gané. Pero hice todo lo que pude hacer y luché todo lo que pude. Volví a la prisión cinco veces en un periodo de 17 años de encierro.
Al menos tuve la grandísima suerte de no perder la vida como tantos otros. Del lobo un pelo.
Ahora y entonces son dos perspectivas distintas. Ahora no lo haría, pero entonces sí lo hiciera. Y no me arrepiento. Si hubiese sido un simple hombre de negocios no estaríamos contando esta historia. Pero si volviésemos atrás lo haría nuevamente y quizás, quizás, derrocaríamos al tirano.
Con mi mentalidad de entonces (23) seguramente lo volvería a hacer. Si lo hiciera hoy es una pregunta que no vale la pena responder porque no es realista.
Haberlo hecho le ha dado un significado legítimo a mi vida.
¿Después de convertirse en coautor y editor de la versión en español de “Habana 505”, ha continuado escribiendo? ¿Es Habana 505 el inicio de una carrera literaria?
No sé, no estoy seguro si seguiré escribiendo, aunque de hecho lo estoy haciendo contigo pues el nuevo libro no es igual al anterior y, ya ves, que quiero añadir cosas. Ya veremos. El tiempo dirá. Ciertamente me gusta escribir. Me gusta plasmar lo que pienso y siento. Le da profundidad a la vida; significado. Es un legado, pienso. Estuve y dejé mi huella.