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En los dos últimos años un número creciente de madres cubanas ha compartido sus experiencias de parto en redes sociales y medios independientes, lo que ha desatado un #MeToo obstétrico sobre parir en Cuba.
Algunas madres han denunciado haberse sentido maltratadas verbal o psicológicamente. Otras dijeron que se les negó información de lo que les sucedía o nunca se les pidió consentimiento para practicarles ciertas intervenciones. Muchas describieron su parto como un evento traumático en el que fueron tratadas como seres sin autonomía cuyo bienestar carece de importancia.
Para algunas, el problema residió en que sufrieron exceso de medicalización o prácticas agresivas. Una de ellas es la “maniobra de Kristeller“, que pone presión sobre las costillas y ha sido cuestionada por la OMS desde el año 1996. Otra es la episiotomía, un corte en el perineo, entre la vagina y el ano, para facilitar el parto y que a menudo se realiza sin consentimiento y/o sin necesidad.
Otras pacientes dijeron que se sintieron abandonadas o ignoradas.
Los testimonios han contribuido a visibilizar un problema que existe en la mayoría de los países del mundo, pero que en Cuba había permanecido especialmente invisibilizado y naturalizado: la violencia obstétrica.
Un parto único
Desde 1975, casi el 100% de los nacimientos en Cuba ocurre en los hospitales públicos. A diferencia de las gestantes de otros países, las cubanas carecen de elección sobre dónde o cómo parir. Deben hacerlo en el único sistema existente controlado por el Minsap. Así, las normas, prioridades y carencias del Minsap moldean la experiencia de parir en Cuba.
La institución ha mostrado que su principal objetivo es mantener bajos ciertos indicadores, en especial la mortalidad infantil: el número de niños que muere durante o poco después del parto.
“El sistema está estructurado de forma que responde más a parámetros numéricos y funciona en respuesta a las necesidades de los profesionales o de la Salud Pública como entidad, y no de las mujeres y sus familias…”
Esta es la tasa que cada año las autoridades presentan con orgullo como indicador de éxito de su sistema de atención al parto. “Es la estadística mejor cuidada del Ministerio”, aseguró uno de los médicos entrevistados.
“En Cuba el sistema está estructurado de forma que responde más a parámetros numéricos y funciona en respuesta a las necesidades de los profesionales o de la Salud Pública como entidad, y no de las mujeres y sus familias en el momento en que traen una nueva vida a este mundo”, precisa la académica García Jordá en su estudio.
¿Estadísticas de la gestión humana?
Los profesionales consultados coincidieron en que reciben presión del Minsap para lograr buenas estadísticas. Deben siempre cumplir estrictos protocolos, lo que les desincentiva a introducir cambios o actuar bajo su propio criterio. También es común que deban cumplir cuotas, por ejemplo, sobre el número máximo de cesáreas que pueden practicar.
Muchos médicos critican la presión a las que se les somete y algunos sienten que la rigidez de los protocolos les convierte en meros ejecutores de políticas diseñadas por burócratas que no conocen la realidad en la que trabajan.
“No puede ser que un programa donde interviene la gestión humana esté basado en índices y parámetros a cumplir. El médico no puede estar pensando en números, ni en cifras, ni en emulaciones porque es la vida de una paciente. Entonces, se trabaja bajo mucha presión”, comenta una obstetra, jubilada, con más de 20 años de experiencia.
Una doctora recién graduada coincide: “Para mí, (la ginecobstetricia) es una de las especialidades donde más cuidados se tiene que tener, porque se lleva cabezas al momento por cualquier cosa”.
Mortalidad infantil y materna: prioridad al parir en Cuba
Para las autoridades, el sistema funciona puesto que logran las estadísticas que buscan. En Cuba mueren menos madres y bebés que en la mayoría de países de la región, lo que le permite al gobierno presumir de su sistema. La mortalidad infantil es muy similar a la de países como Estados Unidos y la materna, si bien es mucho más elevada que la de los países del norte global, está entre las más bajas de Latinoamérica.
Sin embargo, ninguna estadística da cuenta de la violencia obstétrica y la ausencia de parto humanizado. Pese a la abundancia de protocolos del Minsap, los profesionales consultados coincidieron en que los principios del parto humanizado, que empiezan a aplicarse en algunos países, son poco conocidos en Cuba.
“Si te remites a bibliografía internacional lo conoces, pero no hay una parte del curso práctico que te hablen de esto. No es un tema que se debata siquiera”, afirma un residente de ginecología y obstetricia de Holguín.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció en 2018 una serie de recomendaciones para conducir el trabajo de parto. Lo primero que se reconoce es que el parto no puede estar sometido a estrictos protocolos que se apliquen por sistema, como sucede en Cuba. El parto debe basarse en el estado de la mujer y el bebé, “sus deseos y preferencias, y el respeto por su dignidad y autonomía”.
Parto humanizado según la OMS
La OMS recomienda alentar a las embarazadas a que se muevan y den a luz erguidas. También sugiere que se les permita estar acompañadas e incluso que puedan comer o beber durante el trabajo de parto; no separar a los bebés de las madres justo después del nacimiento; no aplicar técnicas que aceleren artificialmente los tiempos; limitar los tactos vaginales a uno cada cuatro horas; y no practicar la episiotomía si no es estrictamente necesaria.
Estas recomendaciones no solo son respetuosas de los derechos de las mujeres sino también positivas desde el punto de vista médico. Múltiples estudios han mostrado que mientras más cómodas y acompañadas se sientan las gestantes, mayor es la probabilidad de que el parto vaginal sea exitoso y no se deba recurrir a técnicas más agresivas.
Pero, en Cuba, los cuestionarios y las entrevistas a profesionales ponen en evidencia que estas recomendaciones se ignoran.
Nada cálido o humano
Muchas mujeres describieron haber dado a luz en un ambiente carente de empatía, calidez o trato humano. Otras directamente dijeron haber recibido malos tratos, coacciones y violencia verbal. Los profesionales del Minsap les privaron del momento que deseaban tener al nacer sus hijos. Esto contribuyó a que el parto se convirtiera en una fuente de trauma.
En el 30% de los partos las mujeres tuvieron miedo a quedar nuevamente embarazadas, o manifestaron tener imágenes repetitivas de momentos del parto
Muchas entrevistadas afirmaron haber experimentado secuelas psicológicas tras su parto. En el 30% de los partos las mujeres tuvieron miedo a quedar nuevamente embarazadas, o manifestaron tener imágenes repetitivas de momentos del parto. En uno de cada cuatro partos, las mujeres dijeron que sufrieron cambios de humor, dificultades para dormir o miedo a enfrentarse al sistema de salud.
Además, en el 14% de los partos las mujeres dijeron haber sufrido depresión posparto.
“Casi nunca verás reflejadas (estas secuelas) como diagnóstico en las historias clínicas”, explica uno de los profesionales consultados. “Estas pacientes casi nunca son derivadas a los servicios de salud mental para su tratamiento, lo cual termina afectando la salud física y la calidad de vida de las pacientes y las familias”, agregó.
Cultura machista y modelo médico hegemónico
La violencia verbal o psicológica, la falta de empatía o el sentimiento de abandono que describieron las mujeres en los cuestionarios tienen causas profundas, relacionadas con la cultura machista y el modelo médico hegemónico. La verticalidad del sistema de salud cubano empeora ese contexto, según los médicos consultados.
Varios profesionales admitieron que muchas veces trasladan a las mujeres las presiones y las carencias que sufren. Esto se ha intensificado a medida que los servicios médicos del país se han ido degradando por la falta de personal y recursos.
En la actualidad, el personal médico en Cuba gana, al cambio oficial, entre 190 y 320 dólares al mes. Para sobrevivir, algunos de ellos aceptan regalos o dinero de los pacientes y normalmente reservan el mejor trato y los pocos materiales disponibles para “sus” casos.
“La ginecobstetricia es una de las especialidades que más vive de eso. Si no tienes tu médico y no vas por la canaleta, como se dice en la calle, estás muy jodido”, comenta una doctora recién graduada a partir de su propia experiencia como madre.
“Puede haber maltrato mientras no muera la gestante o el bebé”: testimonios sobre parir en Cuba
A pesar de la abundancia de profesionales sanitarios en el país, los entrevistados describieron horarios y turnos de trabajo cada vez más intensos por la falta de personal. Tras turnos de tres o cuatro días consecutivos de guardia, es común que el personal del PAMI tenga que trabajar en centros de salud o realizar visitas a domicilio.
Al mismo tiempo, las exigencias de cumplir con los objetivos estadísticos no aflojan. “Tenemos que exhibir resultados a la altura de países que tienen servicios con todas las condiciones”, dice un médico entrevistado para la tesis de Lareisy Borges Damas, una doctora en Enfermería, quien ha investigado los modelos de parto humanizado.
Con este panorama, varios profesionales aseguraron haber perdido la motivación, lo que está perjudicando la calidad de la atención que prestan.
En palabras de un residente de ginecología y obstetricia de Holguín, “nadie quiere trabajar aquí. Entonces les dejan pasar esas violencias mientras no afecten las estadísticas. Puede haber maltrato mientras no muera la gestante o el bebé. Más o menos así funciona”.
(Publicado originalmente en Partos Rotos).
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