Liennis Méndez Estrada (Lien Estrada) es en la actualidad una de las voces más coherentes dentro del periodismo de opinión que de manera independiente se hace en Cuba. Máster en Teología y Bioética, y abanderada del ecofeminismo, sus escritos parecen hablarnos desde la altura de su Loma de la Cruz, en el Holguín que no abandona, a pesar de conocer mundo y de ser perseguida dentro de su país por sus opiniones “incómodas” para el régimen. A esta egresada del Centro Onelio Jorge Cardoso, no le interesa tanto la ficción como la narrativa de la realidad de la isla, en textos magistrales que podemos encontrar en las revistas independientes La Hora de Cuba y Alas tensas. Su estilo es una conjunción entre la experiencia de vida y una espiritualidad asombrosa, y hay algo siempre sanador en leerla, quizás por la influencia de su trabajo pastoral y hasta de los cursos de primeros auxilios que acumula. En estas jornadas feministas de marzo nos parece ocasión propicia para compartirles esta conversación que sostuve recientemente con esta infatigable muchacha.
Lien, ¿qué se siente ser una mujer que escribe en los tiempos que corren? Especialmente, ¿qué retos afronta una mujer para escribir en la Cuba de hoy?
Responsabilidad, sobre todo. Una vez que descubres el poder de la palabra como realidad, experimentas la importancia de transmitir aquellas ideas, vivencias, convicciones que de algún modo te conforman y configuran, para entretejer otras historias con las y los demás, siempre con la intención de superarnos como seres humanos.
Los retos son inmensos. Primeramente, porque nuestro país, aunque tenga por ley, y declare contar con los mismos derechos para hombres como para las mujeres, como la mayoría de los países del mundo en general, y caribeños en particular, es un país con una cultura machista-patriarcal. O sea, la palabra la han sostenido casi todo el tiempo los hombres: en lo político, todos nuestros presidentes han sido hombres, en el ámbito religioso los líderes tanto de las iglesias cristianas como afro y demás, son hombres, la sociedad con su carácter conservador privilegia al género masculino antes que el femenino, y todo esto conforma una mentalidad que nos es transmitida con sus determinados matices de generación en generación.
No olvidemos tampoco que a las mujeres cubanas todavía se les educa desde niñas para llevar adelante un rol doméstico, familiar y de servicio, mientras a los niños para el desarrollo en la vida pública, y el liderazgo. Quizás no de forma tan enfática como en tiempos anteriores, pero sí de manera sutil y moderada, se continúa con esa mirada antigua: la mujer para reproducir la especie, el hombre para defenderla.
Por otra parte, por causa de las características de la ideología y la política del gobierno que impera en el país desde hace más de medio siglo, y que ha querido dar a entender como inexistente o errado todo criterio más allá de los términos de su discurso oficialista, con esta actitud no solo crea un pensamiento viciado por su propia restricción, sino que impide otras maneras de razonar, visualizar y comprender las realidades que se viven. Este lamentable hecho no es parte de un pasado en nuestra historia. Estamos hablando de nuestro mismo presente.
Por estos desafíos y muchos otros que la cotidianidad depara a las mujeres cubanas podemos decir que la lucha para conquistar el derecho de pensar, decir, escribir y ser escuchadas es extraordinaria, tenaz.
Desde tu dualidad de escritora/periodista integras una serie de temas que no suelen ir de la mano en otros autores, como el ecofeminismo, la bioética, la espiritualidad y la fe religiosa. ¿Cómo explicas esa diversidad de tu pensamiento?
Soy consciente de mi vulnerabilidad desde siempre. Cuando niña por poco muero de asma, y me desmayaba mucho, es como sentir que te mueres en segundos (los que te resultan eternos) por las sensaciones tan desagradables que padeces en ese lapso. Se suman mis temores que son muchos, muchísimos. Creo saber lo que es estar al borde de todo. Por estos motivos es que desde muy pequeña tengo fe en Dios. Me auxilio en Él cada vez que experimento algún sufrimiento que considero me tortura profundamente. La idea de un Dios que nos concede la vida, y ayuda en cada momento, me anima constantemente. Esta manera de pensar te va a llevar a una espiritualidad que te conducirá a su vez por otras rutas como es el respeto a la vida, y aquí te encuentras con espiritualidades que van a enriquecer la que llevabas contigo, como es el caso de la misma bioética, el ecofeminismo, y el respeto a otras formas de sentir la trascendencia, o sea, otras religiones o maneras de pensar.
Colaboras con proyectos feministas como la revista Alas tensas y seguramente sigues de cerca el auge de esa clase de activismo en los últimos años en Cuba. ¿Cómo valoras lo alcanzado hasta aquí? ¿Qué crees que nos falta a las cubanas y cubanos en la lucha por la igualdad de géneros?
Sí existen logros, evidentemente. Cuando se te acerca un profesor de la Universidad de La Habana para que hagas una tesis sobre feminismo en Cuba, porque es necesario llevar a cabo esta clase de investigación en espacios académicos del país. Cuando te asomas a una librería, y te encuentras los estudios realizados por psicólogas y pedagogas con relación al tema de género. Cuando en la televisión se comparten programas sobre estas cuestiones: películas, clases, y en las escuelas se está teniendo en cuenta estos temas que en otro tiempo ni pensarlo, o ves el lenguaje inclusivo en los medios de comunicación, es porque se avanza hacia esa consciencia que me resulta a mí, y a muchas mujeres del mundo de vital importancia.
El desafío en Cuba y en el mundo para con la cultura machista patriarcal no es un fenómeno de un día o dos. Estamos frente a un hecho que nos acompaña posiblemente desde que somos civilización. O sea, no es un tema para un rato. Y como tal hay que saber que la lucha debe ser persistente, y no es la problemática solo de las mujeres o un sector de la sociedad. Nos involucra a todas las personas.
Hace poco, en el diálogo que sostuvieron algunos artistas cubanos con parlamentarios europeos, el músico Yotuel Romero comparó al estado cubano con un “macho maltratador” y la escritora Wendy Guerra criticó el cinismo de organizaciones como la FMC y el CENESEX, catalogándolas como “una serpiente que se muerde la cola” ante los feminicidios y otros abusos a mujeres en el país. ¿Compartes estas opiniones? ¿Consideras que el activismo por los derechos de la mujer es visto en Cuba como una disidencia?
Lamentablemente sí, aunque no niego de la posible importancia que han tenido estos proyectos por parte del estado con algunas mujeres cubanas. El conflicto que encuentro en estas entidades es el mismo que encuentro en el seno del gobierno cubano: la necesidad de responder a ultranza los intereses del Partido. Diga este lo que diga está bien, y con el deseo desmedido de controlarlo todo, termina ahogando hasta la mejor de las intenciones. La persona gay, por ejemplo, tiene que tener los mismos derechos que la persona heterosexual diga o no que es socialista. En La Habana si acompañan a Mariela Castro Espín terminan gritando: ¡Viva Fidel! Una se pregunta: ¿pero por qué? Francamente no es honesto. Lo mismo ocurre con las mujeres, los negros, los pobres, con todo. Es enfermizo. Y si ocurren hechos que cuestionen los intereses o la imagen que quiere dar el poder político del país, entonces se niegan absolutamente, como si las afectaciones no fueran reales, cuando es todo lo contrario. Por tal motivo concuerdo con las opiniones que me compartes, y me duele expresarte que sí, que no solo el activismo por los derechos de la mujer es visto en Cuba como una disidencia, sino todo aquello en lo que ellos no se encuentren como jefes absolutos. Lo que ha sido y es todavía en nuestro país, a mi modo de ver, un ultraje.
Haces acompañamiento pastoral y estás en constante intercambio con comunidades espirituales en Cuba. Nos gustaría saber cómo vinculas esta actividad a las otras aristas de tu activismo. ¿Piensas que la Iglesia, en sus distintas denominaciones, debería preocuparse por corrientes del pensamiento como el ecofeminismo?
Sí, a mi modo de ver sí tiene que ser una preocupación que nos aborde a todas las iglesias. La salvación no puede ser solo para los hombres o para las mujeres de clase media con títulos universitarios o personas de uno u otro sexo que llegaron a cierta cultura. No. Mientras alguien es sometido por otra persona porque tenga una condición económica determinada o una raza, creencia, sexo o ciertas preferencias, ese mundo necesita seguir cambiando hasta que no pueda ver el sometimiento como camino. Y en esa tarea tienen que estar involucradas todas las denominaciones o Iglesias, pienso yo. Porque el ecofeminismo trata precisamente de eso: no explotar la naturaleza para que no desaparezcamos como especie, no explotar a la mujer para no deshumanizarse el hombre.
En tu currículo constan varios títulos y profesiones que van desde la gestión económica y la teología hasta el trabajo en instituciones. Incluso tienes publicado en Amazon un libro, Cómo encontrar otra plaza: En Cuba el trabajo, la marginalidad, la muerte, y el amor, pueden ser la misma cuestión, que aborda ese tema. ¿Ha sido difícil para ti, una mujer que dice lo que piensa, encontrar trabajo en Cuba? ¿Cómo ha sido tu experiencia en los centros laborales en los que has trabajado?
La Seguridad del Estado una vez me dijo que podía regresar a mi trabajo o incorporarme a otro si no seguía escribiendo para publicaciones independientes, como La Hora de Cuba, con las que colaboro. Es tanta la presión que se siente, que una termina en decidir no trabajar más en los espacios estatales hasta que no sean ellos los que cambien de actitud. Porque soy de las que creen que para construir y vivir una sociedad sana, se necesita más de una voz, más allá del autoritarismo del gobierno. Se necesitan todas las voces, porque todas y todos somos importantes.
En "Coherencia", un texto publicado en La Hora de Cuba, dices lo siguiente: “los seres humanos somos circunstanciales, y tenemos el derecho de pensar lo que queramos en un momento determinado. Yo y mi circunstancia, como decía Ortega y Gasset”. ¿Cómo ha afectado la circunstancia en la que vives, escribiendo desde una ciudad en el interior de la isla y acosada por los órganos represivos del poder totalitario, tu manera de pensar?
Me afecta cuando un amigo se me acerca y me dice: “fui abordado por la Seguridad para que te aconsejara dejar de escribir”, o cuando una amiga me dice: “Lien, llegó hasta la reja de mi portal un señor que me resultó muy extraño, quería preguntarme algo pero luego se fue, yo pensé en ti y me dije: ‘será que viene para saber de Lien’, porque ellos saben que yo te visito y tal vez yo esté fichada también”. Está también quien me dice “quisiera ir a tu casa, pero como no acabas de resolver el problema que tienes con la Seguridad porque sigues diciendo esto o lo otro…”. La familia, por otro lado, también hace mucha presión para que una ceda en la manera que tiene de pensar. Sin embargo, precisamente por estas actitudes, por las opresiones evidentes que se sufren, por las injusticias que se padecen de manera obvias, es que me convenzo que tenemos que consolidar cada vez más nuestras convicciones de que un país inclusivo es más que necesario. No se puede sentir paz cuando el aparente orden es establecido por los que tienen el poder de decidir quiénes mandan y quiénes obedecen.
El 15 de febrero de 2020, cuando intentabas viajar el extranjero, recibiste en el aeropuerto la noticia de que estabas “regulada”. En más de una ocasión la Seguridad del Estado te ha citado para interrogatorios por tus escritos que critican abiertamente al régimen, como sucedió en junio de 2019 y recientemente, en febrero de este año. No obstante, en un texto publicado hace casi dos años, "No existe lo subversivo, existe lo diverso", escribiste: “Apuesto por una forma de convivencia en la que, como se soñó con la predicación del Reino de Dios, todas y todos tengamos lugar”. ¿Sigue Lien Estrada apostando por lo mismo? ¿Qué mensaje te gustaría transmitirles a las mujeres en Cuba que ahora mismo te leen?
Confío en la misericordia de Dios para que, en el mismo momento en que deje de apostar por esa visión, me prive de la existencia física. No puede haber una vida digna de otra manera. El mensaje que me gustaría transmitir siempre, toda mi vida: tengan esperanza y alegría.