El mirlo canta,
mientras un rumor te conserva:
Agua que siembras mis pasos.
¿Tus caricias marmóreas
al sin fin de vaguedades me llevarán?
Por ti, Agua, no supe si huir o quedar.
En el oído de lo perpetuo esperé las adelfas.
Hasta ayer fueron las mariposas de tu pupila;
alabastros ajenos a mi silencio.
No eres real. Existes por mi palidez.
Caminas mis rasgos.
Ellos hacen relámpago en mis grietas.
Madre en luz.
Agua, deseo conversar
y el poniente busca entre mis manos
un rojo sonámbulo que pierde los caminos a tus huellas.
Quepo,
tu boca devorándose.
La vivo y calcina mi angosto.
¿Quién soy si nada habita conmigo?
Te tomo, me pierdes.
Te abrazo, me quemas.
Aquí preciso tu absoluto,
migajas reparte en nuestra distancia.
Publicado en Habitante invisible (Ediciones Deslinde, Madrid, 2019)