Así seguía la vida sin dar tregua,
el dolor del vecino como una astilla
en la historia del propio corazón.
Los fracasos ajenos multiplicándose como ecos
en el mismo túnel oscuro
donde los propios se escondían
casi olvidados.
Una vida de historias tristes conectadas
como estrellas de una inmisericorde constelación
que rige todos los destinos.
Momentos amargos como puntos unidos por la mano
ignorante de un niño
que, sin comprender el diseño, traza la historia
de una maldición.
Así, la vida con su tun tun de guerra,
con su morado de luto y de golpe.
A ritmo lento, exasperante a veces,
que arrecia después hasta la locura de la monotonía.
Dolor, dolor, dolor y pena,
y la lucha por encontrar lo que se desvanece.
Segundos como luces de bengala,
brillantes, festivos, terminan irremediablemente
en negros alambres retorcidos,
basura del breve esplendor.
Así la veía seguir impune y tan campante.
Así la seguía sobreaguando yo
desde mi pequeño calabozo de palabras.
Publicado originalmente en la antología Más allá del miedo es mi casa “Mujeres poetas contra la violencia” (Ediciones Deslinde, Madrid, 2021).