El 5 de agosto de 1994, en plena crisis del Período Especial, miles de cubanos salieron a las calles del malecón habanero. Fue una protesta espontánea, sin líderes, impulsada por el hambre, los apagones y la desesperanza.
El régimen respondió con represión, movilizaron a sus "fuerzas de choque": el Contingente de la construcción "Blas Roca Calderío" preparado de antemano, haciéndose pasar por "represores espontáneos", y la Seguridad del Estado, para contener la avalancha humana.
Cuando la tensión se volvió insostenible, Fidel Castro se sacó de la manga la misma "solución" que desencadenó el éxodo del Mariel en 1980, abrir las compuertas, y autorizó las hasta entonces "salidas ilegales". En un nuevo éxodo, más de 33.000 cubanos se lanzaron al mar en balsas improvisadas. Décadas después, La Habana sigue esperando el cambio que nunca llegó.
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