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Editorial | La vulgaridad de la violencia

Preferimos, y debemos, leer en estos textos a su autor material: el poder máximo que en Cuba es la policía política. 

Cuba, el país de la hipervigilancia y el control.
Imagen: Árbol Invertido

EDITORIAL

La policía política cubana normalmente se cuida de dejar un rastro documental, así se le niega al interrogado, censurado, amenazado o expulsado de algún centro laboral, contar con una citación oficial o el dictamen del verdadero aparato de poder que opera en la sombra. Defenderse del Estado en esas situaciones puede resultar para un individuo más abstracto que pelear contra volutas de humo. La omnipresente Seguridad del Estado, los "compañeros que nos atienden" todo el tiempo, tienen la ventaja de poder utilizar al resto de instituciones estatales a su antojo, como cortinas de humo o poleas, para que entreguen citaciones, reciban al "objetivo" en salas de interrogatorios "casuales" o se pronuncien públicamente a posteriori. Muchas veces dudamos, por eso, si en una Cuba libre tendríamos oportunidad los cubanos de contar con un museo parecido a los archivos de la Stasi que hoy están abiertos al público en Alemania, donde consultemos los papeles de la burocracia represiva de la isla. 

Sin embargo, esos documentos también existen en el país de los aprendices aventajados de la Stasi. Porque las garras dejan siempre huella, y también en la isla tropical. Solamente hay que tratar de leer al derecho sus renglones torcidos. 

Después de haber sido citadas por la Seguridad del Estado, Yennys Hernández Molina y Annery Rivera Velasco, periodistas cubanas (y activistas LGTBQ) residentes en la Isla, y también una tercera periodista, Yadira Álvarez Betancourt, han publicado en sus redes sociales sendos posts de renuncia, esto quiere decir, de autoinculpación y autoflagelación. Son dos mensajes casi idénticos. Y por lo que dicen, por las circunstancias en que están escritos, y por su estructura textual, evidentemente se trata de dos perfectos documentos a través de los cuales se expresa algo más, un "algo más" de un poder ilimitado y causante de pavor.  

Post de dos periodistas cubanas, coaccionadas por la Seguridad del Estado.
Post de dos periodistas cubanas, coaccionadas por la Seguridad del Estado.

Y la también periodista Yadira Álvarez Betancourt, quien firma como Yadira AlBet, publica el mismo día, y apenas con tres horas de diferencia, un post idéntico, con las mismas comas y los mismos puntos. Sin casualidad posible, evidentemente.

Post de la periodista cubana Yadira Albet, coaccionada por la Seguridad del Estado.
Post de la periodista cubana Yadira Albet, coaccionada por la Seguridad del Estado.

Este documento único y triple, serviría para un análisis textual muy rico. Parecieran tres "compromisos" demasiado pueriles, o innecesarios, si no reflejasen hallarse en presencia de una autoridad extrema. ¿Ante quién se comprometen, por qué lo hacen público, y para qué? Una nota la firman Yennys y Annery de conjunto, y no con sus nombres de usuario o avatares sociales que usan normalmente en las redes, sino con los nombres legales de sus documentos de identidad, ambos apellidos inclusive. Claro, porque no es un mensaje espontáneo más.

Pudieran hacerse muchas especulaciones, sobre qué indican ciertos detalles textuales. ¿Trajeron su renuncia escrita y firmada, oficialmente, o alguien se las trajo desde un buró para depositarla (con total oficialidad y rigidez) dentro del ámbito informal de las redes sociales?

Preferimos, y debemos, leer en estos textos a su autor material: el poder máximo que en Cuba es la policía política. Este es su "papel". Acción y documento probatorio no de lo que piensen o desearían pensar tres mujeres, sino el reflejo de la voluntad del poder supremo, criminal y oscuro, que les roba su voz. 

Hace poco salieron a la luz los videos de la autoinculpación del poeta Heberto Padilla en 1971, un teatro absurdo montado por la misma policía política cubana, donde el poeta exageró sus sentimientos de culpa y subrayó sus supuestas renuncias a ser o parecer en adelante subversivo, una actuación con rasgos tan caricaturescos, que el resto del mundo supo leer que el poeta, quien había estado en la Unión Soviética, quería avisar sobre el parecido de su situación con los juicios y las purgas estalisnistas. 

Son las piezas de oratoria de un sujeto que se ha dejado ver, en los videos de Padilla, y en mensajes como estos: el totalitarismo. El resto del mundo debiera saber leer y tomar nota. 

Mensajes de mujeres en que actúa la dictadura cubana, gruñen sus cómplices, su aparato represivo y todos los que sustentan su permanencia. ¿Qué quieren decirle al resto de los cubanos? Sin duda, tratan de hacer sentir miedo: "Estamos aquí para que sientan miedo". 

¿Chapucería? Creemos que se trata de un alarde propio de abusones que, a falta de cualquier vestigio de supuesta autoridad o control, necesitan hacer notar más su fuerza. Posiblemente, porque necesitan transmitir lo que les sobra: miedo. El miedo a perder, después del control, también el poder. Es la vulgaridad de la violencia, de una dictadura que necesita que se le vean las costuras (los músculos).

Desde Árbol Invertido mostramos todo nuestro apoyo con Yennys Hernández Molina, Annery Rivera Velasco y Yadira Álvarez Betancourt, y con todas las cubanas y todos los cubanos que sufren este estado de la violencia psicológica y física. Estamos juntos en la causa de desmontar el guion del totalitarismo.

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